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Contra las cuerdas

Fracaso escolar e inadaptación son los principales síntomas de que algo va mal en el desarrollo de los adolescentes. Sin embargo, a veces no saltan las alarmas y cuando actuamos es tarde. El chaval de 14 años que se suicidó la semana pasada en Hondarribia es un caso particular, quizá porque tenía un buen expediente académico y sufría el bulling o acoso en silencio, pero no por eso es menos grave.
Miércoles, 6 de octubre de 2004
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Autor: Marta SERRANO

El trágico suceso protagonizado por Jokin, un alumno de Secundaria de 14 años que se arrojó desde la muralla de un pueblo de Guipúzcoa tras verse contra las cuerdas, ha sacado a la palestra la necesidad de prevenir y evitar la violencia en la escuela. En este caso, un grupo de iguales, concretamente otro grupo de estudiantes que se reían de él y le hacían literalmente “la vida imposible”, acabó con su vida sin que nadie pudiera evitarlo. Ni las humillaciones ni las palizas le hicieron pedir ayuda.

Y precisamente eso. Ayuda y recursos para prevenir la violencia en el ocio y en la escuela y saber responder a ella sin recurrir a otras conductas violentas es lo que se ha propuesto el equipo de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense de Madrid dirigido por María José Díaz Aguado.

Según esta catedrática de Psicología de la Educación, “los jóvenes tienen miedo”. Miedo de que les acusen de chivatos o cobardes, y miedo también de pedir ayuda. “A menudo no saben como enfrentarse a nuevas situaciones, sobre todo entre los 13 y los 15 años, cuando han dejado de ser niños pero aún no se sienten muy identificados o muy seguros de su nuevo status”, afirma.

Perfil de la víctima

Los adolescentes que sufren situaciones de bulling o víctimización son percibidos por sus compañeros, sobre todo, como como jóvenes con pocos amigos, se sienten fracasar y sufren problemas de incomunicación e inseguridad. Un perfil que, según esta experta, parece estar relacionado con las respuestas que dan las propias víctimas, puesto que manifiestan una menor satisfacción con la escuela, el grupo de iguales y consigo mismas.

Esta percepción de debilidad es aprovechada por los agresores, que van “a por el chico que está sólo e inseguro”, comenta.

Por su parte, los agresores utilizan la violencia para obtener el protagonismo que no puede lograrse de forma positiva. No comprenden la debilidad de los demás y tienen dificultades para entender a los otros y problemas de intolerancia que se asocian a la violencia. Sin embargo, los agresores son percibidos por los compañeros como personas con muchos amigos, ya que suelen rodearse de iguales.

No generalizar

No obstante, la profesora Díaz Aguado, destaca la necesidad de actuar en todos los escenarios en los que se mueven los jóvenes y prevenir las situaciones de exclusión que en el futuro pueden derivar en violencia y trastornos en la personalidad.

Según la directora del estudio Prevención de la violencia y lucha contra la exclusión en la adolescencia, “la mayoría de los adolescentes evaluados (80,5%) no presenta problemas significativos de violencia en ningún contexto”.

Del resto, una mayoría (16,1%), serían adolescentes que excluyen y agreden a los demás tanto en la escuela como en el ocio, aunque se trate de acciones que se puedan calificar de leve. En este sentido, afirma tajantemente que “no se puede tolerar ningún tipo de violencia, porque si se tolera la que nos parece más leve, el problema irá a más”, señala Díaz Aguado. “La violencia genera un daño y éste debe ser reparado lo antes posible”, añade.

Sin embargo, “el problema más grave lo presentan el 3,4% de los evaluados en el estudio, puesto que son jóvenes que recurren a la violencia y reciben como más o menos normalizadas todas las formas de agresiones. Éstos jóvenes a menudo se identifican con la violencia y tienden a relacionarse con otros jóvenes de identidad similar”.

La exclusión como origen

Aunque la catedrática Díaz Aguado señala como origen de la violencia juvenil causas muy diversas, parece comprobado que el germen de la mayor parte de las actuaciones violentas está en la exclusión escolar.

En este sentido, Díaz Aguado señala que “es más común la violencia psicológica (insultos, burlas, chistes…) que la física, pero hay que trabajar en la prevención en todos los escenarios en los que se mueven los jóvenes para que triunfen los valores del respeto al otro y la democracia sobre la violencia. “Cuando aparece suele identificarse con jóvenes que se han sentido rechazados e incómodos en el periodo escolar”, afirma la experta.

No existen recetas mágicas, pero si un joven se siente amenazado, Díaz Aguado señala que “debe acudir en busca de apoyo a familiares o a un profesor de confianza, evitar ir nunca sólo, ignorar al grupo de agresores en la medida que pueda y no responder a las agresiones con más violencia”.

Naturaleza de la violencia en la escuela y el ocio

—Violencia y género. Los chicos manifiestan en casi todos los indicadores un riesgo superior de violencia e intolerancia que las chicas. De lo cual se deriva la necesidad de ayudar a superar la asociación de dichos problemas con valores masculinos en los programas de prevención.

La ausencia de diferencias de género en el ocio puede ser interpretada como un indicador de la fuerte presión grupal que suele existir en dicho contexto, que podría obstaculizar los mecanismos de inhibición de la violencia en las adolescentes. Esto refleja la necesidad de orientar la superación del sexismo de forma que favorezca una identificación con la totalidad de los valores tradicionalmente asociados a lo femenino (empatía, ternura), y a lo masculino (la fuerza y el poder), sin que nadie tenga que identificarse con los problemas a los que dichos estereotipos conducían (como la violencia).

—Violencia y edad. En la adolescencia temprana existe un superior riesgo de violencia que en edades posteriores. Detectándose como cursos y edades de riesgo más elevado los que coinciden con dicha etapa (2º y 3º de ESO (entre los 15 y los 15 años). Es cuando suelen iniciarse las conductas de riesgo (violencia, conductas autodestructivas, integración en grupos con identidad negativa…). Son además los cursos más difíciles para el profesorado de Secundaria.

—Violencia, intolerancia y exclusión social. Los adolescentes que asisten a cursos de Garantía Social tienen más riesgo de violencia que los adolescentes de su edad que cursan Bachillerato. Creencias intolerantes mayores también respecto a los “diferentes”.

“En la escuela hay más violencia que en el ocio porque hay más exclusión”

Entrevista con María José Díaz Aguado, catedrática de Psicología de la Universidad Complutense de Madrid.

—¿Dónde se da más la violencia y la exclusión juvenil?
—Se da en todos aquellos escenarios en los que transcurre la vida de los jóvenes; en la escuela, en el hogar, en el ocio. Hay que prevenir en todos los escenarios.

—Sin embargo, parece que ahora hay más violencia que años atrás…
—Yo creo que es la misma, pero ahora se sabe más. Pero hay un elemento positivo y es que nuestra sociedad anhela como nunca valores como la igualdad, la tolerancia, la justicia y la no violencia. En este sentido, según la última encuesta del CIS, por ejemplo, el 96% de la población estaba de acuerdo en que una clave para erradicar la violencia doméstica era a través de la Educación en la escuela.

—¿Qué papel juegan en esto los medios de comunicación y las nuevas tecnologías?
—Las TIC, sobre todo la televisión, son un gran factor de riesgo, aunque también podrían traer la solución si se enseña a ver de un modo crítico las imágenes y nos adaptamos a la revolución tecnológica que vivimos. Ahora mismo presentan guiones y modelos que no son los más adecuados.

—¿Hay recetas mágicas para erradicar la violencia en la escuela?
—No hay recetas mágicas pero pero hay que ayudar a los jóvenes porque a menudo tienen miedo al futuro. Dándole más poder y más responsabilidad se crecen, maduran, y aprenden a ser ciudadanos. La democracia se aprende con la práctica y sólo a través de la cooperación y de la colaboración entre familias, escuelas y municipios se podrá prevenir la violencia juvenil.

—¿A qué tipo de cooperación se refiere?
—Me refiero a la cooperación como respeto mutuo. Hay que escuchar a los jóvenes, hacerles que se involucren y, al mismo tiempo, hay que ayudar a las madres porque a veces han quedado en medio de los cambios sociales y no han podido adaptarse. Pero el problema no es que la mujer se haya incorporado al mercado laboral, porque es mejor que los padres sean una pareja de iguales y que tengan un referente externo para que comprendan a sus hijos.

—¿Se puede hablar de causas que conducen a comportamientos violentos?
—Las causas son muchas y diversas, pero cuando estudiamos el conflicto a fondo comprobamos que hay que evitar la exclusión. Hemos comprobado que en la escuela hay más violencia que en los escenarios para el ocio, pero es porque los jóvenes en sus espacios para el ocio no viven situaciones de exclusión. No se puede ser permisivo con ningún tipo de violencia.

—¿Qué pueden hacer los docentes para prevenir la exclusión en sus grupos escolares?
—Es un trabajo común de todos pero es cierto que, a día de hoy, un 34,4% de los alumnos evaluados dicen que ante una situación de violencia nunca le pedirían ayuda a sus profesores.

—Suena raro. ¿Por qué?
—Al preguntarles precisamente las razones dicen que porque los profesores sólo están para enseñarte no para resolverte los problemas.

—Entonces, ¿cree que los profesores deben implicarse más?
—El profesor debe adaptar su rol y dar confianza a los adolescentes, para que vean en ellos un apoyo. El profesor no puede ser una figura distante que aspira a que los alumnos le obedezcan incondicionalmente. El docente tiene que saber lo que hacer ante un insulto entre dos alumnos en clase, etc. Tiene que responder con estrategias viables.

—¿Qué resultados o qué respuestas del estudio le han sorprendido más como experta?
—Principalmente que hasta un 37% de los jóvenes creen que si no devuelves los golpes que recibes eres un cobarde. Más de un 30% de los adolescentes tiene dificultades ante conceptos como chivato o cobarde. Hay que huir de estos conceptos.

—¿Qué se puede hacer frente a esto?
—Tenemos que implementar la Educación en valores para erradicar la violencia, que es el principal riesgo para la intolerancia.

—¿Qué edad es más conflictiva?
—Las edades más difíciles para el profesorado, las de más riesgo, irían de los 13 a los 15 años. 

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