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Madrid aplica parte de la LOCE de forma experimental

Los Programas de Iniciación Profesional (PIP) se aplican en Madrid, de forma experimental y bajo otro nombre (G-15). Este año son nueve los institutos. Estuvimos en uno de ellos.
Miércoles, 23 de febrero de 2005
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Autor: José M. LACASA

Parece que el ejemplo navarro va calando en Madrid poco a poco. Si ya se han copiado muchos desarrollos curriculares y otros temas menores, ahora le ha tocado a los Programas de Iniciación Profesional de la LOCE (que eran una copia modificada de los PIP navarros).

De hecho, el G-15 –grupo de 15, como se le llama en Madrid por el número de alumnos que forman parte de él– se inspira en el modelo navarro, pero también en los itinerarios que han establecido la mayoría de los institutos catalanes, pero sin el apoyo de la Consellería (ninguna de las responsables, Marta Cid o Carme Laura Gil, han sido partidarias de los itinerarios).

El programa madrileño establecido en nueve institutos de forma experimental a principios de este curso consiste en formar una clase-taller con alumnos conflictivos y que tienen un retraso curricular considerable. Normalmente rondan los 15 años y han repetido 2º o 3º de ESO. Se les imparten sólo ocho horas de contenido teórico –cuatro de Matemáticas/Ciencias Naturales y cuatro de Lengua/Ciencias Sociales–, y el resto están en talleres, cultivan el huerto del centro o encargándose del mantenimiento de los jardines.

Según la tutora del G-15 del IES “Villa de Vallecas”, Pilar Pacheco, “se les enseñan cosas, no al nivel de una clase normal –tuvimos que empezar por enseñarles a multiplicar o dividir con dos cifras–, pero aquí participan más, pues nadie se ríe si no saben algo. Aquí utilizamos clases prácticas para que aprendan cosas: en el taller de bisutería, por ejemplo, aprendieron a calcular los precios de las piezas y a calcular descuentos”.

Lo de “pensar con las manos” también se les enseña, a juzgar por la cantidad de construcciones mecánicas construidas por los chavales y que adornaban la clase. Gruas, coches mecánicos y otros instrumentos hechos a mano inundan las estanterías de la clase. También las piezas de bisutería que no se vendieron en el mercadillo del centro están por allí. Y, en la pizarra, las normas para saber de qué primo es múltiplo un número.

Pacheco valora positivamente la experiencia: “Aquí se eligieron bien a los alumnos, son difíciles pero no imposibles. Con los imposibles esto no hubiera funcionado”. También habla del principio del grupo: “Decían que era el grupo de los tontos, pero ahora muchos los envidian. Creo que algunos podrán incorporarse a las clases normales el año que viene”.

Sobre las dificultades del principio también da fe la directora del IES, Pilar Montero, cuando recuerda que algunos se quejaban: “Ahora se alegran de que estos alumnos no estén en las clases”. Pero el programa es caro: dos profesores encargados, más una educadora de calle, y a veces cuentan con refuerzos (siempre hay dos profesores en el aula).

Para la directora, la idea es positiva: no están en clase incordiando y aprenden las cosas a su ritmo. Sin embargo, no hay establecida una salida clara para estos alumnos –en Navarra pueden llegar a obtener el título y estudiar FP por esta vía–, ni tampoco siguen la sabia política de personal de Navarra: si un interino funciona bien en un puesto complejo, se le mantiene en la misma plaza al año siguiente.
 

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