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Padres impotentes

Consumo de drogas es algo relacionado hoy con la juventud, con la búsqueda de la diversión y del placer, sintónico con la forma de plantearse el ocio. Su accesibilidad es tal que el 23% de los españoles que tienen hijos hasta de 20 años creen que estos hijos tienen muchas o bastantes posibilidades de consumir drogas y muestran una gran preocupación por ello (92% de los padres).
Miércoles, 23 de febrero de 2005
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Autor: Marta SERRANO

Impotentes y culpables. Así se sienten muchos padres cuando tienen que enfrentarse a un conflicto en el hogar por algún asunto de drogas. Y es que la accesibilidad a drogas, tanto legales (alcohol y tabaco) como ilegales (cannabis, éxtasis, etc) es tal en el mundo actual que los padres y las madres de adolescentes –que es el grupo al que se atribuye mayor situación de riesgo–, sienten que no pueden hacer nada ante presiones ajenas mucho más influyentes para los jóvenes como el grupo de amigos o la televisión. Por otra parte, también se sienten culpables por no haber arbitrado antes límites defensivos.

Así lo afirman los autores del estudio La percepción Social de los Problemas de Drogas en España 2004 realizada por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y la Obra Social de Caja Madrid.

Cambios sociales

Según el director del estudio, Eusebio Mejía, licenciado en Medicina y Cirugía y Especialista en Psiquiatría, “en los últimos años el consumo abandona el modelo histórico y aparecen pautas nuevas como un consumo cada vez más asociado al ocio, a lo lúdico y a la búsqueda de placer”.

Para la delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas, Carmen Moya, “hemos pasado de un consumo con vocación de marginación, el de la heroína, a consumos de integración y convivencia”. Así, “la asociación entre droga, delito, SIDA y muerte” ha perdido relevancia. Moya señalo además que es “peligrosísimo” que el debate sobre los efectos terapeúticos del cannabis de lugar a la imagen de una sustancia beneficiosa”. De hecho, entre las sustancias que más se consumen, según afirmó Mejía a MAGISTERIO, “está el alcohol, normalmente acompañado por cannabis en forma de porros (en un 50% de los casos)”.

Este consumo a veces va seguido de lo que haya en cada momento, “normalmente pastillas e incluso cocaína” añade Mejía, quien asegura –y recomienda a los jóvenes– que “no hay que probar para rechazar”.
En el caso concreto de los padres que se encuentran con un conflicto de este tipo, la investigación de la FAD concluye que la reacción se vertebra entre la impotencia y la culpabilidad, resolviéndose el problema muchas veces a través de la “desresponsabilidad”, de la evasión.

El estudio señala que muchas veces delegan la tarea de actuar en instituciones exteriores como pueden ser los centros educativos; o bien a través de una apelación genérica a “que se eduque” a través de campañas publicitarias, o a través de la reclamación de un control legal más eficaz y represivo por parte de las leyes y las fuerzas de seguridad.

Sin embargo, el director del estudio considera errónea esta postura y se muestra más proclive a un diálogo con el hijo para buscar el origen y las razones del consumo y actuar a partir de la cooperación. “Es como cuando tu hijo tiene un problema escolar y antes de llevarlo a un especialista o a un psiquiatra por haber suspendido una asignatura le preguntas por qué no ha estudiado, etc.”, explica Mejía.

Esta situación provoca, para los autores del estudio, “un mecanismo de responsabilización en los propios hijos que sienten que, al fin y al cabo, les han hecho así y tienen pocas posibilidades de salirse de unas normas de conducta fuertemente impuestas por la presión exterior”. De hecho, el imaginario social afirma que las drogas “son cosa de jóvenes, que es propio de éstos experimentar y esperar que lo hagan”.

Compromiso colectivo

Mejía argumenta que “igual que un padre busca apoyo externo cuando un problema se dimensiona, frente al consumo de drogas lo primero es no exagerar, no dramatizar y tratar de ser objetivo”, subraya. La pauta a seguir pasaría después por tomar conciencia de que el consumo nunca es un problema aislado, sino que funciona según una determinada forma de ser que un padre debe observar para poder prevenir a tiempo.

De todas formas, los autores del estudio apelan a que nadie eluda sus responsabilidades educativas porque “los padres tienen que cumplir su función educativa, al igual que los profesores tienen que cumplir la suya –que no es sólo la de trasmitir conocimientos– y al mismo tiempo que los medios de comunicación también tienen que cumplir la suya”, afirman.

Aunque los jóvenes suelen ser más permisivos respecto a la posibilidad de legalizar algunas sustancias como el cannabis, lo más curioso es que hasta un 66% de los padres españoles afirman que su posición respecto a las drogas y su actitud cambió de forma significativa en el momento en que tuvieron hijos. La mitad aproximadamente cree que hay muchas posibilidades de que sus hijos lleguen a consumir drogas.

Uno de cada tres ha consumido cannabis

Tan sólo un 11,6% de la población española de 15 a 65 años no ha consumido nunca ninguna sustancia, mientras que un 88,1% sí lo ha hecho alguna vez en la vida. Las dos sustancias más extendidas socialmente serían el alcohol y el tabaco, con algo más de ocho y siete personas respectivamente, de cada diez.

En cuanto al cannabis, la siguiente droga en extensión, destaca el hecho de que uno de cada tres ciudadanos indican haberla consumido. En última posición estaría la heroína, que ha sido usada por menos de una persona de cada 100.

Razones para consumir

Las razones que mayoritariamente se señalan para consumir drogas están claramente dominadas por intencionalidades lúdicas, de ocio y estimulación. El conjunto de estos motivos son mucho más señalados que hace cinco años.En términos porcentuales, los entrevistados que admiten consumir “para divertirse y pasarlo bien” pasan de un 55,1% en 1998 a un 59,2% en 2003.

También aumentan los porcentajes de quienes dicen consumir “por curiosidad y deseo de nuevas sensaciones”, “por moda y porque lo hacen amigos y compañeros” y “por el gusto de hacer lo prohibido” o, simplemente “por gusto”.
Pierden peso las razones derivadas de problemas de familia y de trabajo o por inseguridad.

“Se consume por razones de ocio, no porque esté prohibido”

MAGISTERIO ha entrevistado a Eusebio Mejías, director técnico de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD).

¿A qué es debida la permisividad respecto al consumo del cannabis?
En los últimos 15 años ha aumentado la idea de que es una sustancia natural, terapeútica, e incluso ecológica –parece que no tiene manipulación porque en muchos casos lo cultiva, lo seca y lo consume uno mismo cuando las semillas que venden para el cultivo de marihuana son de origen trasgénico–. No queremos alarmar, pero lo cierto es que estamos ante una situación de riesgo ya que no sabemos hasta donde se va a llegar. De hecho, hay quien argumenta cosas como “mira si es bueno que hasta tiene propiedades curativas”.

¿Cuál es el perfil del consumidor y los efectos de ser permisivos frente al consumo de cannabis?
El cannabis se asocia al ocio, a la diversión, al ser integrado por el grupo, a compartir momentos, etc. La edad media de inicio de consumo es de 14 años, lo cual indica que hay menores de edad que ya fuman porros, etc. Se trata fundamentalmente de varones, aunque empieza a observarse una tendencia hacia el equilibrio entre sexos en el consumo de esta sustancia. Creo que hay que hacer una reflexión porque se está asociando su consumo al ser joven y al pasarlo bien. Los jóvenes se identifican con una imagen que parece que tienen que fumar para ser o seguir siendo jóvenes. Hay una cierta presión social y también de los medios de comunicación, que contribuyen a fijar estereotipos. Por ejemplo, la fiesta de San Canuto no es más que la celebración del consumo de porros y se ha institucionalizado como si fuera algo normal.

¿Cuáles son los efectos más peligrosos de su consumo?
Además de problemas sanitarios el consumo prolongado de estas sustancias se puede hacer crónico y supone cambios en las pautas de conducta y en la manera de estar en el mundo. Esto acaba suponiendo un empobrecimiento de la propia vida con cambios en el ritmo de aprendizaje, cambios en la escolarización, en la socialización y en el comportamiento que acaban por generar conflictos médicos (cuadros de enfermedad dual y depresión), problemas de familia, accidentes de moto, etc.

La sociedad es bastante permisiva respecto a la legalización de las drogas. Como experto, ¿sería conveniente?
Personalmente no estoy de acuerdo, aunque la idea social ha de ser tenida en cuenta. Creo que todas las sociedades necesitan un tipo de control externo para proteger los derechos de terceros, de los grupos más vulnerables. Creo que en las sociedades modernas lo más importante es avanzar hacia la racionalización de la fórmulas del autocontrol a través de la Educación, lograr la maduración del individuo.

¿Quizá se consuma más porque está prohibido, y lo prohibido incita a saltarse reglas…
Éso no es verdad. Se consume sobre todo por razones de ocio, para divertirse más. Creo que la accesibilidad facilitaría más el consumo. Como en el caso de las bebidas alcohólicas.

Los padres se sienten indefensos ante el consumo de su hijos. ¿Qué podrían hacer?
La situación es difícil porque ellos mismos son partícipes de una sociedad muy permisiva. Hemos pasado de un modelo muy rígido y unidireccional de Educación y aún no hemos encontrado una fórmula válida para las circunstancias de hoy. La estructura social no facilita la socialización familiar (padre y madre trabajan muchas horas fuera de casa, etc). Esto supone delegar parte de sus competencias fuera de la familia, en el centro, en Educación, en los medios de comunicación… Y cuando se produce un conflicto sienten cierto grado de culpabilidad. Lo que deberían hacer en primer lugar es hablar y ver dónde está el origen del consumo y cuáles son las razones. Ir a un especialista sólo es recomendable cuando es un caso muy grave.

Prevenir el consumo de drogas

Consumidores y no consumidores tienen distinta percepción sobre las consecuencias del consumo reiterado de estas sustancias. Según el último estudio de la FAD, los consumidores indican como consecuencias más negativas los problemas de salud (10,6%), la adicción (12.2%), los problemas familiares (8,9%), la pérdida de control (15,1%) y los problemas mentales (5,1%). Además, los consumidores de heroína son los únicos que ponen en primer plano la amenaza de la marginación social.

Las personas no consumidoras apuntan, sin embargo, como consecuencias negativas la delincuencia, la muerte y el SIDA. En cuanto a los modos de enfrentarnos a las drogas, los autores señalan que “la visión en general no ha cambiado en los últimos años”. Desde una postura algo más pesimista y resignada frente al “problema de las drogas”, lo primero es la Educación en las escuelas y las campañas de comunicación, las actuaciones legislativas y de control policial, las actuaciones médicas y las medidas legalizadoras.

En general, la población se agrupa en cinco tipos diferentes de visiones, actitudes y posturas ante las drogas:
1. Totalizador contra la droga (26,8% de la población). Contrarios a la legalización de las drogas ilegales pero muy permisivos con el consumo de alcohol y tabaco.
2. Permisivo experimentador (25,8%), consideran que hay que aprender a convivir con las drogas “porque siempre estarán ahí”.
3. Normativista pragmático (25,6%). Consideran que aunque siempre estarán ahí pueden evitarse muchos de los problemas asociados a su consumo.
4. Catastrofista (18,6%). Piden leyes más estrictas y mayor control policial.
5. Trivializador. (3%). Niegan la peligrosidad de las drogas legales e ilegales y piden su total legalización. 

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