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Alumnos tiranos

Para muchos padres es sumamente incomprensible el comportamiento de sus hijos. Tanto es así, que el número de denuncias ha crecido espectacularmente en los últimos años. Los comportamientos incontrolados de los menores se reflejan también en las aulas.
Miércoles, 22 de junio de 2005
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Autor: Marta SERRANO

Padres e hijos han cambiado de rol social. Cada vez se habla más de padres permisivos e hijos tiranos. Según estudios recientes, en España podemos hablar de unos 700.000 casos de maltrato físico o emocional de hijos hacia sus padres, cifra nada desdeñable.

“Se trata de una situación que cada vez nos vamos encontrando más en las consultas de los psicólogos”, afirma Gonzalo Aza, profesor en la Universidad de Comillas y psicólogo especializado en familia.

En la familia se están produciendo cambios para los que no estamos preparados. La incorporación de la mujer al mercado laboral, los nuevos ideales educativos que defienden el espontaneísmo, las nuevas tecnologías, etc., están dando lugar a problemáticas hasta ahora desconocidas y que poco tienen que ver con las que se daban en el modelo tradicional de familia.

“Por ejemplo, antes era impensable lo que ahora está en boca de muchos hijos: el ¡como me toques, te denuncio!”, afirma Aza. Estas situaciones suelen dejar a muchos padres desarmados, impotentes y sumidos en el temor.

Es más, “hay padres que incluso viven con miedo a poner normas a unos hijos demandantes y, en ocasiones, tiránicos”, continúa.

Según el psicólogo, “el proceso por el que un hijo termina pegando a un padre o una madre puede ser muy diverso, y tiene que ser analizado en cada caso en particular”.

Espejo social

Este tipo de comportamientos ha llegado a las aulas. El último caso, el de una alumna con comportamiento agresivo que, en un momento de pérdida de control, secciona con una puerta un dedo a su profesora, ha sido la gota que ha colmado el vaso. Los profesores están hartos del clima de indisciplina en las aulas y, en la última semana, docentes de todas las comunidades autonómas han salido a la calle para protestar contra unas conductas antisociales frente a las que no pueden hacer nada.

Según Gonzalo Aza, “hay que matizar que porque aparezcan con más frecuencia noticias a propósito de alumnos que tienen comportamientos agresivos y violentos contra sus profesores, no se puede hablar de un problema reciente. Los conflictos en la escuela se han dado siempre”. Sin embargo, “sí es cierto que ahora nos encontramos con adolescentes con mayores problemas de autocontrol y carentes de límites”, precisa.

El origen de este problema parece hundir sus raíces en una sociedad donde la violencia está más disponible y los valores sociales fomentan inadvertidamente comportamientos violentos, y con escasas repercusiones para quienes los cometen.

Varón e hijo único

“Socialmente se ha desprestigiado el ejercicio de la autoridad a la vez que se dota a los menores como plenos de derechos. Existe además un desconcierto generalizado en torno a la Educación, tanto familiar como escolar. Nadie nos ha enseñado a educar en la era de la abundancia que, en medio de gran exigencia familiar y laboral, lo que favorece el predominio del capricho, la inmediatez y una menor tolerancia a la frustración”, explica Aza.

En cuanto al perfil del joven violento, el psicólogo especializado en familia y profesor de la Universidad de Comillas explica que se trata fundamentalmente de un varón (80%), entre 12 y 18 años, hijo único en muchas ocasiones, inteligente, con dificultad para conectar con sus propias emociones, con dificultades de autocontrol, fracaso escolar y perteneciente a familias de cualquier estrato social en las que la figura paterna está un tanto diluida. Suelen ser hedonistas, cuyo principio vital es “primero yo y luego yo”, exigentes y demandantes. No aceptan normas y rechazan cualquier tipo de responsabilidad.

Consejos prácticos

Aunque no hay recetas mágicas para que los menores sepan comportarse adecuadamente y no pierdan respeto a sus padres y profesores, los expertos dan algunos consejos prácticos como: no insultar, ni ridiculizar ni pegar o desgañitarse a base de gritos a los menores; emplear castigos ante los malos comportamientos que sean proporcionales al hecho; ser conocedores de las habilidades educativas, pautas que nos puede proporcionar la psicología, a través de la participación en Escuelas de Padres, consultas de asesoramiento educativo, etc.

Por otra parte, entre los factores que influyen las conductas antisociales de los jovenes, Gonzalo Aza recomienta estar atentos a dos aspectos: la disciplina y la supervisión parental.

Una disciplina excesivamente rígida o muy laxa o arbitraria facilita la aparición de comportamientos antisociales. La supervisión, en cambio, tiene que ver con el grado de conocimiento que tienen los padres sobre lo que hacen sus hijos, dónde y con quién y cuándo. Hay muchos padres con hijos antisociales que no les siguen la pista de lo que hacen, y es necesario que establezcan un cierto control, adecuado a su momento evolutivo.

El grupo de amigos constituye también otro elemento que facilita la aparición de conductas antisociales.

Abordar el problema

Para abordar estas problemáticas hace falta que tanto maestros, alumnos, familias y el entorno social aunen esfuerzos para mejorar la convivencia, buscando tiempos y espacios para prevenir situaciones violentas.

En el ámbito escolar, destacan los programas de Educación para la tolerancia y prevención de la violencia en los jóvenes, de Mª José Díaz Aguado, y el programa Convivir el vivir de Rosario Ortega Ruiz y colaboradores.

Según Gonzalo Aza, estos son “dos programas de fácil aplicación en el contexto escolar y están estructurados por sesiones distribuidas a lo largo del curso académico, ofreciendo material (audiovisual y escrito) para trabajar y dotar a los jóvenes de las habilidades necesarias para resolver los conflictos de manera saludable”. En la familia, por su parte, existen numerosos elementos posibles, pero en definitiva, Aza recomienda “ser padres, buscar tiempo, ganas e ilusión para llevar a cabo esta tarea en un mundo en el que los hijos, en ocasiones, son más carga que maravilla”.

La autoridad es del padre y la madre

Psicólogos y educadores no se atreven a fijar una edad concreta para no permitir a los hijos que hagan lo que quieran por esta vez “porque todavía son pequeños”. En lo que si coinciden es en que la autoridad debe residir en los progenitores. “Si se ejerce la autoridad adecuadamente, ésta es reconocida en la familia”. Son los padres quienes han de velar por las necesidades de todos los miembros de la familia y han de poner límites a aquellas situaciones que no son saludables para la convivencia familiar. Pero el problema reside en que a edades ya muy tempranas, cuando un niño llora, se frustra o le da una pataleta, algunos padres piensan que por decir un NO van a traumatizar a su hijo, o creen que para que un hijo sea feliz hay que limitarle lo menos posible. Son dos ingredientes muy comunes hoy día: la sobreprotección y la permisividad. Sin embargo, hace falta saber combinar la firmeza con el afecto, que no tienen por qué estar reñidos.

Cuando el comportamiento de los adolescentes deriva ya en violencia juvenil es necesario repensarla más allá de la falta de autoridad. Gonzalo Aza señala que “habrá que repensar sobre distintos elementos como el estilo de vida que llevamos, los valores sociales que estamos transmitiendo, el desencuentro entre la familia y la escuela, la influencia de los medios de comunicación, etc”.
Lo que parece claro es que profesores y padres pueden ayudar, a través de su autoridad, a crecer a los más pequeños.

De todas maneras, los expertos señalan que no existen recetas para evitar la violencia y las conductas incontroladas de los jóvenes, pero sí unos principios que orienten la acción educativa.

Tampoco se trata de conseguir que un chico no sea violento tanto como buscar elementos que le ayuden a crecer en sus dimensiones física, psíquica y social. Poner límites adecuados a cada edad no tiene efectos nocivos para nadie.
 

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