fbpx

Psicología, en armas frente al matonismo

No es un caso aislado. Ni dos, ni tres. El matonismo o bullying afecta a un 4% de alumnos y hasta un 25% de los menores, uno de cada cuatro, reconoce haber presenciado alguna situación de acoso escolar aunque sea de manera indirecta. Los psicólogos buscan desde su campo fórmulas eficaces para prevenir, diagnosticar, afrontar y tratar el matonismo.
Miércoles, 5 de octubre de 2005
0

Autor: Marta SERRANO

Los episodios de maltrato escolar y violencia suceden casi con asiduidad diaria en más del 50% de los centros y ha pasado a ser, entre los alumnos, una forma de comportamiento generalizada. Así lo afirmó Fuensanta Cerezo, profesora de Psicología de la Educación en la Universidad de Murcia, durante las I Jornadas de la violencia en la enseñanza celebradas en Madrid por el Colegio Oficial de Psicólogos. El evento, que contó con la participación de numerosos expertos, sirvió para reflexionar sobre las nuevas armas con las que hacer frente a un fenómeno cada vez más preocupante. El matonismo o bullying afecta ya de forma directa a un 4% de los alumnos según el director del Centro Reina Sofía de Valencia para el Estudio de la Violencia, José Sanmartín.

La represión no vale

¿Cómo diagnósticar, prevenir, afrontar y tratar el bullying en la escuela? Aunque ciertos comportamientos provocan gran desconcierto entre los profesionales de la Educación, quién lleva la peor parte es la víctima, especialmente cuando se trata de un menor. Hasta ahora, padres y profesores creían que para evitar la violencia bastaba con tomar medidas represivas. Pero eso no soluciona nada.

Para Fuensanta Cerezo, “es evidente que el modelo social que proporciona la familia, las experiencias de maltrato y violencia familiar, así como el apoyo o rechazo que observa cada individuo en sus grupos de referencia –familia e iguales–, contribuyen a formar su comportamiento social”. Pero aún existe un “tercer poder”, dice, en referencia a “un fenómeno emergente de comportamiento virtual, derivado de los modelos que sugieren la TV, los videojuegos y demás sistemas de entretenimiento pasivo”. Una aproximación explicativa a la violencia entre iguales, según Cerezo, pasa por entender que estamos ante un “aprendizaje social mediado por el temperamento”.

¿Debe entonces el psicólogo intervenir en este tipo de conflictos y bravuconadas? Cuando un sujeto recibe las agresiones de otro de manera sistemática y llega a ser su víctima habitual, llega a percibir que el ambiente se vuelve contra él hasta el punto de generar graves estados de ansiedad, al tiempo que el agresor va afianzando su conducta, cuyas consecuencias provocan la exclusión social y favorecen la predelincuencia según los expertos. Es relevante la influencia que puede tener la red de relaciones que se generan en el grupo aula. La víctima no lo es sólo de los ataques de su agresor sino del grupo de iguales, que como un sistema cerrado lo excluye, aísla e ignora, mientras que su agresor cobra relevancia y apoyo social, reforzando su conducta agresiva. Los estudios psicológicos apuntan que, entre tanto, “los observadores se sitúan en un amplio espectro de conductas que varían desde el compromiso activo por evitarlo (en contadas ocasiones), hasta el alumno que lo presencia de manera activa y aprobadora, apoyando explícitamente al agresor”, explica Cerezo.

La mayoría de los agresores actúan movidos por un abuso de poder y un deseo de intimidar y dominar. El matonismo puede ser físico, verbal –la mayoría, hasta un 30%, a través de insultos, motes, etc.–, e indirecto o de tipo social. También se dan otras formas de agresión con una frecuencia muy menor: como el robo, con un 6,4%; y sólo en ocasiones se llega a la agresión física, en el 4,7% de los casos. Incluso, el 1,7% de los alumnos –en su mayoría mujeres–, asegura haber sufrido acoso sexual y el 0,6% amenazas con armas, según el último estudio del Defensor del Menor. Para SanMartín “el matonismo tiene un importante componente sexual”.

El papel del psicólogo

En este entorno, la función del padre, el profesor o, en su caso, del psicólogo pasa, en primer lugar, por detectar el fenómeno lo antes posible. “Se hace imprescindible concienciar tanto a profesores, como a alumnos y familiares sobre el problema y proporcionar estrategias para afrontarlo”, comenta Cerezo. Entre los instrumentos de detección se puede emplear el Test Bull-S. (Cerezo, 2000), un cuestionario que se presenta en dos formas: alumnos y profesores. Su análisis permite detectar situaciones de abuso entre iguales y confirmar algunas características que se asocian al perfil del agresor, al de la víctima o a ambos. “Para afrontar el bullying precisamos de una postura antiagresión y, sobre todo, de partir de la concienciación de toda la comunidad educativa”, añadió Cerezo. El colectivo formado por profesores, padres y alumnos debe poner normas y reflejar los principios de conducta que regirán a toda la comunidad escolar por igual.

Perfiles psicológicos

EL VERDUGO
*Son generalmente chicos.
*Son mayores que sus compañeros de grupo.
*Físicamente son más fuertes que sus compañeros.
*Mantienen con frecuencia conductas agresivas y generalmente violentas con aquellos que consideran débiles y cobardes.
*Se autoevalúan como líderes y como personas sinceras.
*Gran autoestima y escaso control de sus relaciones.

LA VÍCTIMA
*Físicamente más débiles que sus compañeros y algo menores de edad. Mujeres.
*Se consideran tímidos, retraídos, de escasa ascendencia social y con alta tendencia al disimulo.
*Muestran escaso control de sus relaciones sociales.
*Cierto neuroticismo y una puntuación medio alta en introversión y ansiedad.
*Ambiente familiar excesivamente protector.

EL PROFESOR /PADRE/TUTOR
*Profesores, orientadores y alumnos deben implicar al grupo para que no tolere dichas conductas.
*Poner normas en el aula para todos los alumnos (elaborar una guía de actuación consensuada para subsanar problemas de convivencia y saber cómo responder a las agresiones).
*Implicar a las familias.
*Tener una postura antiagresión ante los bullies.
 

0