Cuéntame el de... Caperucita
Hay momentos mágicos que todos recordamos en nuestra infancia: el cuento de antes de dormirnos, el cuento que inventé con mi padre paseando por la ciudad un día de niebla, o aquel que nos contó mi madre metidos en un monumental atasco.
En el colegio, el momento del cuento es un tiempo especial (o debe serlo), en el que todos estamos juntos, en el que escuchamos y atendemos, miramos y al final comentamos. Es ésta una primera crítica literaria que los niños hacen con soltura si se les deja y no se les interroga sobre aspectos puntuales (¿cómo se llamaba el protagonista?, ¿de qué color era el gorro del enano?…). Comentarán: «Era mala, no se quería bañar», «pues yo me baño y me ducho y no protesto…»
Así, en las clases de Educación Infantil hay, o debería haber, un espacio especial donde los cuentos y otros libros son los protagonistas: la biblioteca de aula. Los cuentos, además, ayudan a los adultos (familia y escuela) a transmitir a los niños hábitos, normas, cualidades (Los siete cabritillos: no hay que abrir la puerta a nadie, o Caperucita: no hay que desobedecer a los papás). Pero el aspecto socializador de los cuentos no tiene por qué acabar aquí.
Nosotras planteamos dos proyectos en los que los cuentos son los protagonistas y que favorecen diferentes aspectos de la socialización.
En el primero, la meta es hacer un cuento. La idea surgió a partir de la visita al colegio de una autora. Al hablar con ella los niños comenzaron a discutir acerca de qué parte del cuento había hecho ella y qué parte no. Después de la discusión les planteamos la posibilidad de hacer un cuento por equipos.
Todos estaban de acuerdo, así que comenzamos, en gran grupo, a pensar qué pasos teníamos que seguir para que el resultado fuera de auténticos «profesionales». Para comenzar, decidimos que teníamos que ver muchos cuentos y fijarnos bien en todo, así que visitamos bibliotecas: de aula, del colegio, de Torrejón de Ardoz… Después los analizamos y finalmente inventamos la historia todos juntos.
El segundo proyecto consistió en preparar un cuento y dramatizarlo. A la hora de elegir la historia, casi todos los niños trajeron algún cuento y muchos de ellos, varios.
Ya sabíamos muchos cuentos tradicionales, así que era la hora de elegir. Cada equipo se reunió para decidir qué cuento quería, no se podían repetir.
Una vez que se acordó la versión a representar, se escribió, separando el texto en varias páginas, con la finalidad de que los niños fueran ilustrándolas con distintas técnicas plásticas.
En una siguiente sesión se planteó la elección de personajes. Este tema puede crear algún conflicto, ya que puede ser que varios niños quieran ser el mismo.
Paralelamente, en el rincón de Plástica, preparamos algunas partes importantes de los disfraces: caretas, complementos… Cuando tuvimos todo listo, representamos el cuento delante de nuestros padres. Para eso preparamos un programa con los títulos de los cuentos y con el nombre de los actores y el papel que iban a representar.
Escribimos y decoramos carteles que pegamos por el colegio para invitar a otros niños. Por último, enviamos invitaciones a casa hechas por los niños y en ellas les indicábamos el día y la hora de la función.
Escribir un cuento es fácil
La profesora anota la historia que los niños comienzan a inventarse. Es tan importante delimitar el comienzo, el nudo y el final, como el desarrollo de los personajes. Posteriormente:
—La profesora dicta la historia y los pequeños escriben dos páginas del cuento a su manera.
—Las ilustran a su gusto.
—Una vez completado el cuento, los niños numeran las páginas y se encuadernan, ofreciendo así a los pequeños la posibilidad de ver su trabajo completo y bonito.
—Sólo queda enseñar el libro a los padres y compañeros.
—Cada niño se lleva a su casa una fotocopia encuadernada del cuento de su equipo.
Mª Trinidad LÓPEZ,
Soledad CANDEL,
Mercedes GARÍN
