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Se ofrecen buenas notas al mejor postor

De la compra de títulos universitarios al desvío irregular de fondos, la corrupción también extiende sus tentáculos a la enseñanza. Tranparencia Internacional ha analizado casos concretos en diez países.
Miércoles, 3 de mayo de 2006
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Autor: Rodrigo SANTODOMINGO

Si uno lee el índice del estudio Robando el futuro. Corrupción en las aulas, la impresión que obtiene es que las prácticas corruptas en entornos educativos atañen en exclusiva a países con graves conflictos socioeconómicos. Nicaragua, Níger, Bosnia, Georgia… En las lista de estados analizados por Transparencia Internacional, sólo Argentina se acerca a los parámetros del mundo rico.

Pero uno cambia de opinión cuando descubre las modalidades de corrupción más habituales en la enseñanza. Por ejemplo, que un profesor recomiende a sus alumnos libros escritos por él mismo, aún cuando la calidad sea netamente inferior a la de otros manuales disponibles en el mercado. O que algunos centros en teoría gratuitos (véase concertados) obliguen a pagar, de manera más o menos sutil, cuotas extras a sus estudiantes.

“Puede que a los padres se les pida que contribuyan voluntariamente con donaciones para la infraestructura del centro o para actividades extraescolares”, señala el informe. ¿Les suena a algo?

Por desgracia, esta red global dedicada a denunciar la ausencia de honestidad en todas las esferas de la política ha preferido centrarse, para su monográfico sobre Educación, en países de los que podemos extraer pocas conclusiones válidas para España.

Aunque no deja de ser interesante conocer hasta qué punto el egoismo y los intereses personales están minando el potencial educativo fuera de nuestras fronteras.

Sobornos

Veamos el caso de Brasil. En el país sudamericano, un 13% del presupuesto estatal dirigido a financiar a las autoridades regionales para fines educativos desparece cada curso. En algunas regiones, esta cifra aumenta hasta el 55%.

En Bosnia, una encuesta reveló que los sobornos de profesores a alumnos en la universidad eran el pan de cada día. Con el agravante de que casi la mitad de los alumnos consultados aseguró que nunca denunciaría a un docente que le exigiese pagar por un aprobado.

Si en la nación balcánica la corrupción se percibe como algo inevitable, mucho peor es la situación en Níger. Allí, el 96% de la comunidad educativa afirma sin dudar que han conocido casos de profesores o administradores corruptos. Pero un 60% no considera que esto sea algo grave. Por la simple razón de que en otros ámbitos, como el policial o el judicial, “las sumas que se pagan por favores son mucho mayores”.

¿Conclusiones? Quizá algo obvias… Que hay que pagar mejor a los profesores para evitar tentaciones. O legislar de forma valiente para evitar este tipo de prácticas.
 

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