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Un informe sobre violencia escolar, en la picota

Coordinado por el profesor Iñaki Piñuel por encargo de ANPE-Madrid, el Estudio Cisneros VIII. Violencia contra profesores en la enseñanza pública de la Comunidad de Madrid incurre en varios problemas de carácter técnico que ponen en duda sus escandalosos resultados. Según el mismo, un 73% de docentes están “gravemente estresados”.
Miércoles, 17 de mayo de 2006
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Con amplias licencias estadísticas y una extraña querencia por el alarmismo, Iñaki Piñuel, profesor titular en la Universidad de Alcalá de Henares, y su equipo del Instituto de Innovación Educativa y Desarrollo Directivo (Iieddi) lanzan, de un tiempo a esta parte, auténticas bombas a la opinión pública sobre el nivel de conflictividad que sufren nuestras aulas.

Si el pasado 2005 el Iieddi sorprendió a la comunidad educativa afirmando que uno de cada cuatro alumnos madrileños sufría acoso escolar (otros estudios sitúan la cifra en menos del 3%), este año le ha tocado el turno a las agresiones a profesores y sus efectos sobre la salud mental del cuerpo docente.

Según un estudio patrocinado por el sindicato ANPE-Madrid, nada menos que el 73% de los profesores de la Pública madrileña se encuentran “gravemente estresados” debido al alto nivel de violencia que padecen en su actividad profesional.

¿Cómo llega el profesor Piñuel a esta escandalosa cifra? Primero, formulando a los 2.100 docentes encuestados una pregunta deliberadamente ambigua: “¿En qué medida te preocupan o son fuente de preocupación y de tensión las siguientes situaciones que se pueden dar en tu trabajo?” En realidad, dos preguntas en una sola, ya que uno no sabe si el profesor responde desde el punto de vista personal (a él le preocupan) o general (son fuente de preocupación).

Extrapolación

Más aún, Piñuel extrapola los datos con escaso rigor, ya que entiende que todo el que responde “mucho” o “bastante” a la situación de “indefensión frente a la violencia en las aulas” se siente “gravemente estresado”. Algo parecido ocurre con otras variables como las “presiones y coacciones de los padres de alumnos”.

En cuanto a la frecuencia y naturaleza de la violencia sometida a estudio, las lagunas son también notables.
Por ejemplo, se mete en el mismo saco a la violencia verbal, que no se define (¿son insultos?, ¿motes?, ¿amenazas?), y la física, en teoría mucho más grave.

Además, la cuestión “¿te ocurre ser víctima de violencia física o verbal?” contempla varias posibles respuestas, desde el “no” hasta el “sí, casi a diario”. Pues bien, los que contestan “sí, algunas veces” (sin concretar más) –de hecho la gran mayoría entre los síes–, pasan a ser incluidos en el 33% de docentes madrileños que sufren violencia “de manera frecuente”.

En resumen, criterios poco definidos y quizá una tendencia exagerada a sumar y sumar para hinchar datos definen un informe que proyecta una imagen, confiamos, poco ajustada a la realidad.

Muestra: de 6.000 a 2.100 docentes

Ya en la explicación que los autores del estudio hacen de su ficha técnica aparecen las primeras dudas sobre la validez del método y de los procedimientos empleados. En primer lugar, se enuncia que la “encuesta” ha sido realizada “mediante cuestionario presentado en un documento escrito, distribuida internamente entre 6.000 profesores pertenecientes a 237 centros públicos” de Infantil, Primaria y Secundaria. Poco después, el lector advierte que en realidad son poco más de 2.000 los docentes que de hecho han devuelto cuestionarios válidos.

Además, poco se dice sobre el modo en que se aplica el cuestionario, aunque todo recuerda a las encuestas por correo, una modalidad que implica riesgos en cuanto a la correcta cumplimentación de las 235 variables que contiene. En otras palabras, resulta difícil saber hasta qué punto los profesores han prestado la debida atención a un cuestionario tan extenso.

Por otra parte, al disminuir el número de individuos encuestados de 6.000 a 2.100, también aparecen dudas sobre si se mantienen, en la muestra definitiva, los criterios de proporcionalidad por sexo, zonas, etc… con la que contaba la muestra inicial. Más aún, ¿es posible que los profesores que más sufren la violencia estuvieran más dispuestos a contestar? La ficha técnica no lo aclara.

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