Vuelta escalonada y estrenar material combaten el síndrome postvacacional
Autor: Lola Gª AJOFRÍN
Llantos en las puertas de los colegios y pereza ante el temido madrugón. La vuelta al cole cuesta y no sólo a los mayores. Cada vez son más los niños que sufren algún tipo de trastorno a la hora de cambiar los juguetes por los libros y el bañador por el uniforme.
Se acabó lo bueno. Los 825 euros que, según la Federación de Usuarios-Consumidores independientes gastarán los españoles como media en material escolar este año y la vuelta a los atascos y a las colas para todo clausuran de manera oficial el parón estival y aparece otro incondicional del mes de septiembre: el síndrome postvacacional. Una dolencia o conjunto de síntomas que, según los últimos datos presentados por el Grupo de Salud Mental de la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria (Semfyc) afectan a un 15% de los adultos españoles y a entre un 5% y un 8% de los menores.
Psiquiatras y psicólogos no coinciden a la hora de catalogarlo como síndrome, los primeros son más escépticos. “No estoy segura de que sea realmente un ‘síndrome’ en el sentido de dolencia o desorden”, explica la doctora Elizabeth Berger, psiquiatra infantil estadounidense y miembro de la Academia Americana de Psiquiatría Infantil y Adolescente. “Hay una tendencia hoy a poner la etiqueta de enfermedad a muchas emociones y reacciones que son bastante normales y que no requieren atención médica”, añade. Opinión con la que coincide Enrique Aragonés, Médico de Familia y miembro de Semfyc, para el que el síndrome postvacacional se reduce a “unas molestias o síntomas de carácter leve y transitorio” y que no puede definirse como “enfermedad, ni como nada patológico, sino que deriva de un proceso de adaptación”.
Pero lo cierto es que al terminarse el verano, cada vez son más los padres y profesores que observan que a algunos niños les cuesta en exceso volver a sentarse en el pupitre. Una apatía que incluso llega a manifestarse en forma de síntomas físicos y psicológicos. “Desde que llegamos a Madrid el domingo, ni come como en vacaciones, le cuesta un montón dormirse y está excesivamente nervioso”, explica María José, la madre de un joven madrileño de 9 años, que ha pasado las vacaciones estivales entre el apartamento de la playa, en Roquetas de Mar, y la casa de los abuelos en Segovia. “Suponemos que son los nervios por la vuelta a clase y el cambio de horarios”, aclara María José. “Lleva todo el verano sin dar un palo al agua y ve que se acercan las responsabilidades. No creemos que tenga mayor importancia”.
Y según psiquiatras y psicólogos, si se siguen las recomendaciones indicadas, no la tiene. Sus principales síntomas, tanto físicos, –cansancio, falta de apetito, dolores musculares y de cabeza o trastornos digestivos, derivados de los cambios alimenticios–, como psicológicos, –irritabilidad, falta de concentración y de interés por sus nuevas ocupaciones– tienden a desaparecer en el transcurso de las dos primeras semanas. Y su principal causante, según explica Fernando Miralles, profesor de Psicología de la Universidad CEU San Pablo, es el paso brusco de la libertad de horarios y actividades al control impuesto y la rutina. “Realizar una ruptura drástica de las vacaciones es algo muy negativo, porque de ese modo cuando se vuelve a la monotonía, el reloj biológico todavía está descompensado”, aclara. Es lo que la investigadora del departamento de Personalidad, Evaluación y Tratamiento Psicológico de la Universidad de Granada, Humbelina Robles Ortega, define como un desajuste del biorritmo. “Durante las vacaciones nuestra vida sufre un cambio importante, no sólo en el horario de sueño y de comidas, sino en los cambios de actividades, del espacio físico y de las relaciones sociales”, recuerda la investigadora. Por esta razón el biorritmo se ve afectado, explica Robles Ortega.“Esto supone un cambio brusco para nuestro organismo, en lo que se refiere a ajustes no sólo biológicos, sino también psicológicos”, añade. Y a ello hay que sumarle “la ansiedad que provoca enfrentarse a nuevas citas y responsabilidades y el abandono del nido familiar”, advierte el doctor de Semfyc, Enrique Aragonés.
Síndrome, dolencia o conjunto de síntomas como respuesta a un cambio de hábitos, pero “de un modo u otro, el síndrome postvacacional se trata de una reacción humana que merece empatía y apoyo”, advierte la psiquiatra norteamericana, Elizabeth Berger. Y cualquier niño puede sufrirlo , –en especial, en España, donde las vacaciones son tan largas, señala el doctor Francisco Javier Lavilla–. Aunque son en concreto aquellos cuyos padres sufren el mismo trastorno, los más propensos a padecerlos. En los adultos, los jóvenes, –menores de 45 años–, los que idealizan las vacaciones, los que por lo general no se sienten a gusto en su centro de trabajo y los que pasan de las vacaciones al trabajo sin unos días de transición, son los más vulnerables.
Para combatirlo, una de las fórmulas indispensables que todo especialista recomienda es escalonar la vuelta para que el cambio sea lo menos brusco posible. Esto supone ir adaptando los horarios cuatro o cinco días antes de que empiecen las clases, para que el primer madrugón no cueste tanto. Otras estrategias, como motivar al niño con el reencuentro con sus compañeros y la compra de material escolar, pueden favorecer la disminución de los síntomas del niño, que en sólo unos días el pequeño irá recuperando su estado de ánimo habitual, indica Fernando Miralles. “Si a los 10 días sigue sintiéndose mal, estonces debería consultar a un especialista, porque podría tratarse de una depresión encubierta”. “Aunque esto es algo que no sucede casi nunca”, concluye el profesor de Psicología.
Los 10 pasos para que el síndrome postvacacional no les afecte |
1. Un mínimo de orden. Para evitar el síndrome postvacacional de los niños es necesario empezar a prevenirlo ya durante las vacaciones. Durante el verano, el doctor Francisco Javier Lavilla Royo, de la Clínica Universitaria de Navarra, recomienda establecer un cierto orden compatible con el descanso. “Se deben establecer unos mínimos, por ejemplo en el horario, que es lo que más cuesta”, aclara. 2. No descansar del todo. 3. Vuelta escalonada. 4. Predicar con ejemplo. 5. Buscar el lado positivo. 8. Clases atractivas. 9. Enseñar a jugar. 10. Comprensión. |