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La crisis se ceba con los que abandonan los estudios

José Mª de MoyaMartes, 16 de junio de 2009
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En el número de la semana pasada publicamos los datos que vienen a confirmar lo que muchos sospechábamos: existe una relación directa entre fracaso escolar y paro en tiempos de crisis. Desde mediados de 2007, cuando la crisis comenzaba a despuntar, la brecha entre el destino laboral de los chicos que abandonan los estudios y los titulados universitarios no ha hecho más que abrirse. Tradicionalmente la diferencia de tasa de paro por nivel de estudios oscilaba entre los 3 y los 4 puntos. En concreto en 2007, un 12,7% para los jóvenes sin Bachillerato frente a un 9,3% para los titulados universitarios. Ahora, dos años después, la brecha se ha abierto 18 puntos, un 29,5% de paro entre los jóvenes que abandonan sus estudios y un 11,6% entre los que continúan.

Eran otros tiempos. Los tiempos del trabajo fácil en los que no era difícil ganar 1.500 euros vendiendo pantalones o poniendo copas. Poco a poco, los reclamos en los escaparates de las boutiques han ido desapareciendo. Eran tiempos de menudeo laboral en los que ese tipo de curros era tema frecuente de conversación entre adolescentes. Azafatas de congresos, repartidores de lo que sea, copas en zonas turísticas, tiendas de moda en grandes superficies, catering, eventos variados… Una emotiva mención merece ese aplicado alumno de Formación Profesional que se iba de prácticas y si te he visto no me acuerdo. Algo hubo en todo esto de eso tan noble y tan americano de trabajar para pagarse los estudios o para viajar al extranjero. Pero no nos engañemos, la mayor parte de estos chavales son los que más tarde engrosan las frías estadísticas del abandono educativo temprano que en nuestro país roza el 32% situándonos a más de 20 puntos del objetivo de Lisboa 2010.

La época de fatuo esplendor nos ha ocultado que ya estamos en la sociedad del conocimiento, en la que el valor ‘talento’ lo mueve todo. Durante años, admitámoslo, no ha habido gran diferencia entre saber o no saber, en términos de prosperidad. Y si la había era a favor de la estupidez porque el intrépido y divertido ponedor de copas ganaba bastante más que el triste y gris licenciado en Derecho. Ahora, sin embargo, el ponedor de copas se tendrá que matricular en Derecho por al UNED, me temo.

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