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Cuando seas padre, te tocarás los h... como yo

José Mª de MoyaMartes, 29 de septiembre de 2009
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Los ingleses se han atrevido a poner el dedo en la llaga de la coherencia de vida que se nos exige a los educadores. En el espléndido reportaje Profesores 24 horas al día, que firma Rodrigo Santodomingo y que publicamos la semana pasada, se explica que los laboristas británicos quieren que los docentes sean también decentes. Y no sólo durante su permanencia en el recinto escolar sino de verdad, con todas sus consecuencias. Las críticas procedentes de los sindicatos de izquierdas no se han hecho esperar.

Sin embargo, la experiencia y el sentido común nos dicen que la Educación es de las pocas actividades humanas que, en efecto, exige coherencia. Parece muy complicado ser un buen padre o un buen maestro sin ser una buena persona, tomadas estas palabras en su sentido pleno. Se puede ser un magnífico pintor de día y un perfecto golfo de noche; incluso –más difícil– un responsable jardinero de 8 a 3 y un irresponsable vándalo al caer el sol. Más aún, en otras actividades menos nobles, no sólo se puede sino que resulta altamente recomendable… Es aquello de que “los valores no se enseñan sino que se transmiten” y es imposible transmitir lo que no se tiene.
¿Puede un padre inculcar el valor del esfuerzo si se pasa los domingos empotrado en el sillón ante la mirada estupefacta –o ya no– de sus hijos? ¿Tiene autoridad moral para prohibir que vea determinados programas de televisión si él los ve?

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