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“Si las familias no participan es porque los centros lo admiten”

Diego FranceschMiércoles, 14 de octubre de 2009
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Al final del curso pasado, Escuelas Católicas presentó un documento sobre la relación familia-escuela. Ángel Miranda es relator del documento y, como tal, explica en esta entrevista algunas de las conclusiones del informe.

¿Cuáles son las principales conclusiones del documento Familia y escuela?
La corresponsabilidad y la colaboración en aspectos generales como el estímulo a la participación y, en lo personal, el apoyo mutuo, la gestión compartida y la organización de equipos de formación.

¿Por qué ahora la participación de las familias es baja: desidia, falta de tiempo o de consideración al profesor…?
Los niveles de participación son los que son y, posiblemente, desde el análisis de dónde está la culpa de esa situación será muy difícil dar pasos adelante. Por eso, en el documento hemos procurado comprobar situaciones pero, a la vez, proponer criterios en la perspectiva de una escuela que no organiza cosas para los jóvenes y las familias o viceversa, sino para impulsar nuevos procesos compartidos.

¿Hay más relación de las familias de la Privada con sus centros que en la Pública?
Los datos no aportan grandes diferencias en función de la titularidad de los centros sino en situaciones concretas y por niveles educativos. Bajo titularidades diferentes y en circunstancias sociales, económicas o educativas similares, encontramos experiencias igualmente válidas de grande, pequeña o casi nula relación.

¿Cómo mejorar esa responsabilidad compartida?
El documento emite claves formativas para mejorar esos niveles. En todo caso hay una exigencia de fidelidad y de compromiso con la identidad y la calidad del Proyecto Educativo.

¿Se podría hacer algo a nivel legislativo?
Si hacemos descansar nuestras responsabilidades sobre las decisiones, al fin y al cabo políticas e impuestas por efectos de mayorías, la cosa será difícil. Por eso intentamos volcar las cosas hacia la corresponsabilidad con proyectos educativos diferentes. Y aquí entran en juego otros elementos que sí tienen su regulación legislativa, como el respeto a la elección de las familias, la financiación, el apoyo…

¿Cree que las familias hoy han declinado mucha responsabilidad en el centro?
Una vez más, aún siendo una realidad evidente, corremos el peligro de una lectura unilateral de las cosas. Si las familias declinan, por ejemplo, será porque los centros asumen o no rechazan como impropia semejantes abandonos de responsabilidades. Y aquí volvemos a la legislación, a la judicialización de las relaciones, a un cambio de enfoque de las relaciones que tranquilice socialmente la búsqueda de culpables.

¿Y cuál es ese nuevo enfoque?
El fondo es mucho más profundo y creo que tiene que ver con los cambios profundos en el concepto personal y social. Porque ahí estriban las faltas de convergencia entre las demandas y las ofertas educativas que se hacen mutuamente la familia y la escuela, cuando llegan a plantear sus relaciones en función de la corresponsabilidad con un proyecto educativo de persona, de centro, de escuela o de sociedad.

¿Están bien representadas las familias en las Confederaciones y en las APA?
Yo creo que esta pregunta se la tienes que hacer –y la tienen que responder– los miembros de esas confederaciones y asociaciones, a sabiendas de que el hecho de que se paguen las cuotas o se afilien no son la garantía de que estén bien representadas, como dices. Ésa es otra cuestión que quedará reflejada en sus sistemas de evaluación de los planes acordados por cada organización.

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