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“Los chicos deberían comenzar las clases a las 12”

Rodrigo SantodomingoViernes, 27 de agosto de 2010
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Un periodo en el que el despertar sexual y los instintos violentos obnubilan al chico y casi le incapacitan para tareas pausadas como el estudio. Así dibuja Louann Brizendine la adolescencia de los varones en su última obra El cerebro masculino (RBA), complemento XY tras la publicación de El cerebro femenino hace unos años. La culpa es de la testosterona, que aumenta un 250% y destapa algunas tristes verdades sobre la condición masculina: la defensa del territorio a ultranza, la reafirmación por la vía de la lucha corporal… Esencias genéticas que convierten al instituto en una suerte de escuela bélica con momentos de descanso para los primeros flirteos.

Vista la influencia de la testosterona sobre el comportamiento del hombre, ¿hay alguna esperanza para el fin de la guerra?
(Risas) Bueno, la testosterona conduce a la agresión física, en especial entre los adolescentes y hombres jóvenes. Esto debería preocuparnos a la hora de plantear la posibilidad de un mundo sin guerras.

A no ser que las mujeres tomen el poder…
A no ser que haya un reparto más equitativo en los centros de toma de decisiones. Triste, pero es así.

¿Son los chavales de 15 años realmente como animales? ¿Sólo sexo y violencia en su cerebro?
Entre los 9 y los 16 años, un chico aumenta su nivel de testosterona en un 250%. No es que se convierta en una bestia ni nada parecido, pero sí empezará a estar interesado en el sexo, tendrá fantasías…, todo aquello que le va a hacer un hombre ocurre en esas edades.

También dice que los adolescentes varones tienen un afán desmedido por ser los primeros en todo. Desde luego no en los estudios…
(Risas) No, eso es asunto de las chicas en los tiempos que corren. Pero sí es cierto que los chicos tienden más a las relaciones jerárquicas, el macho dominante, etc. Ya a los seis años se pueden observar diferencias importantes. Unos investigadores pusieron a un grupo de niños y a otro de niñas a jugar durante dos horas. Luego les preguntaron quién era el número uno, el dos… Los chicos lo tenían clarísimo, mientras que entre las chicas no había acuerdo. Pasado un año repitieron el experimento y las posiciones entre los chicos fueron las mismas.

Las chicas también pueden ser muy competitivas, sobre todo en cuanto a su aspecto.
Sí, la competición entre ellas suele centrarse en cuál es la más guapa, la más atractiva, cuál va a atraer a más hombres, y puede ser muy intensa durante la adolescencia.

Insiste en que el subidón de testosterona hace que emerja otro vestigio de nuestros ancestros: la defensa del territorio. ¿Se refiere a territorio en sentido estricto, físico?
El adolescente puede sentir cualquier cosa como suya: su habitación, sus pertenencias… También la defensa de su propia autonomía y el sentido de la independencia, el “me puedo valer por mí mismo”.

¿Y diría que ese cambio es más obvio entre los chicos?
Quizá no en cuanto a la propiedad, pero sí pienso, por ejemplo, que el chico expulsa a su madre de su vida de forma más tajante. Las chicas, un día te expulsan y al siguiente te atraen hacia ellas.

¿Y el padre? ¿O al padre no se le expulsa porque nadie le dejó nunca entrar?
Sí… Al padre sólo se le pide que intervenga cuando hay algún problema de disciplina y la madre le dice: “¡Habla tú con él!”.

Peleas frecuentes, competición y obsesión por ganar. Así describe la vida de un adolescente, un panorama que según usted es consecuencia del más puro determinismo biológico. Lo cierto es que me sentí poco identificado con su descripción. Apenas vi peleas durante mi adolescencia, y esa fuerte polaridad ganador-perdedor pienso que es más propia de la cultura anglosajona. A la hora de estudiar el comportamiento humano, ¿no hemos pasado de considerar que todo era cultural o social a una fe casi absoluta en las explicaciones científicas?
El poder explicativo de los factores que determinan el comportamiento ha cambiado a lo largo de la historia. Hace siglos se pensaba que los espíritus movían nuestros actos. Ahora sabemos, como verdad científica indiscutible, que todo comportamiento viene del cerebro, y también que el cerebro es tremendamente moldeable según dónde hayas nacido, cómo te hayan educado, qué expectativas se hayan depositado en ti… Nadie nace sabiendo tocar el piano, pero si aprendes te cambiará tu arquitectura cerebral. Cómo lo hará y cómo influirá este cambio en tu comportamiento es la clase de preguntas que la ciencia se plantea actualmente. Estamos en una nueva era de la explicación científica, y como consecuencia, parte de la información de la que disponemos puede estar sobrevalorada y otra parte infravalorada. Lo que es estúpido es pretender que la biología explique todo lo que hace un chico en su vida. En la actualidad, la comunidad científica opina que los factores genéticos condicionan el 50% de nuestros actos, y los ambientales, el otro 50%.

Al leer los rasgos que según usted definen a chicos y chicas, es fácil pensar en muchos casos que desmentirían su tesis. Supongo que, al escribir un libro sobre diferencias de género, uno asume que tendrá que generalizar y que esas generalizaciones podrán resultar polémicas.
Yo hablo del chico promedio. Esto, por supuesto, no dice nada sobre el individuo. Sabemos que alrededor del 10% de los chicos suele mostrar patrones femeninos en los estudios disponibles, y que lo mismo ocurre al contrario. Es decir, hay mucha superposición en los comportamientos chicos-chicas. Si aspirara a incluir todas las excepciones en mi libro tendría que escribir una biblioteca entera.

Una de sus propuestas para combatir el fracaso escolar masculino es retrasar la hora a la que comienzan las clases, que parece no se ajusta a las necesidades del cuerpo adolescente.
La cronobiología del chico adolescente cambia con el tiempo. A medida que pasan los años, cada vez se acuesta más tarde. A las chicas también les pasa, pero menos, su ritmo va alrededor de una hora por detrás. Al mismo tiempo, el cuerpo adolescente experimenta un fuerte crecimiento, por lo que necesita dos horas más de sueño que cuando tenía 10 años. Si las clases empiezan a las ocho o incluso las siete, es lógico que los chicos se mueran de sueño. Para mí deberían empezar dos horas más tarde, como a las 10.

Según mis cálculos a partir de las cifras que da en su libro, pensaba que diría incluso más tarde…
A las 10 como pronto. Digamos que se acuestan a las 12 y que se levantan a las…, o sea que según su ritmo natural… Vale, las clases empezarían a las 11 para las chicas y a las 12 para los chicos.

¿Escuela diferenciada?
No. Pienso que un buen profesor tiene que ser capaz de lidiar con la diferencia. Y para los alumnos, estar separado del otro sexo supone que al final no estés familiarizado con él, algo que considero negativo. Es caminar en la dirección equivocada si queremos una sociedad en la que la integración funcione de verdad. No le veo el sentido a separar en la Educación si luego ambos sexos van a convivir juntos, trabajar juntos… Esto no significa que no se puedan intentar iniciativas originales para atajar el fracaso escolar masculino.

Otra vez la testosterona: usted asegura que su incremento durante la adolescencia perjudica la concentración. ¿Cómo atraer la atención de los chicos en el aula?
Es un gran reto mantener el interés del alumno cuando los videojuegos y los ordenadores lo dominan todo. Pienso que hay que incorporar esa experiencia multimedia a la enseñanza. También hacerla más física, más dinámica, que los chavales puedan moverse más. Si hay que poner acción, explosiones, máquinas…, pues también. Convertir a la escuela en algo más divertido.

¿Puede o debe ser la escuela divertida?
Bueno, si quieres conservar a los chicos tienes que hacer algo. Otra idea es ampliar las opciones de lectura. En lugar de leer un libro por obligación, que elijan entre tres. Chicos y chicas pueden estar en la misma clase, pero no hay que tratarles necesariamente igual.

¿Totalmente a favor de los ordenadores en el aula entonces?
Sí. Como toda nueva herramienta que ayuda en la Educación, los ordenadores pueden ser muy útiles, pero también una fuente de distracción. Tenemos que aprender sus verdaderas aplicaciones y ser conscientes de que no son la única respuesta.

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