Una historia de ficción es el punto de partida para investigar el pasado
Un buen día encontramos el email de un científico pidiéndonos ayuda. Edgar Banzo, que así se llamaba, había construido una máquina del tiempo para viajar al futuro, pero sin saber cómo, se encontraba en la Edad Media. Necesitaba volver a programar el aparato, pero éste no hacia más que formularle preguntas que no sabía contestar y los buscadores de internet no le funcionaban. Él creía que si le ayudábamos a encontrar las respuestas y se las enviábamos por el único mecanismo que aún funcionaba, el correo electrónico, conseguiría volver a la actualidad.
Esto, que podría ser el argumento de una historia de ficción, fue el hilo del proyecto de investigación que desarrollamos a lo largo del curso 2009-10 bajo el título Viaje a la Edad Media y que englobaba las competencias del currículo de Primaria. No obstante, el principal objetivo era que los alumnos disfrutaran de una experiencia lectora y descubrieran una época en la que castillos, caballeros y princesas formaban parte de la historia.
Edgar se ponía en contacto con nosotros para pedirnos la información que necesitaba, ya fuera para programar la máquina, ya fuera para pasar desapercibido entre la sociedad del medievo. Entre todos buscábamos las respuestas investigando en la extensa bibliografía de temática medieval de la biblioteca del centro, en el servicio de préstamo institucional de la de Aragón o en documentos proporcionados por las propias familias.
Conocimos la vida de los caballeros y en especial la de uno a quien todo el mundo conocía como El Cid Campeador. Nuestro protagonista también fue invitado a un castillo, así que tuvimos que descubrir los entresijos de estas construcciones y entre todos elaboramos los nuestros con material de reciclaje. En otra ocasión Edgar nos comunicó que tenía que asistir a una cacería, así que tuvimos que investigar el arte de esta actividad, los animales que había, etc. Pasaban los días y el científico tuvo que aprender un oficio que le permitiera subsistir, así que nos pusimos manos a la obra: estudiamos la arquitectura medieval y nos convertimos en vidrieros dando color a las ventanas de nuestro colegio. También conseguimos fabricar nuestra propia botica estudiando las propiedades de muchas plantas.
Pero parecía que ningún oficio se le daba bien a nuestro amigo Edgar, así que finalmente nos convertimos en artesanos. Unos días fabricábamos pan, otros elaborábamos sales aromáticas, incluso nos poníamos a pintar retratos de estilo románico de los compañeros. Llegó el día en el que no cabía nada más en nuestras aulas y decidimos hacer un mercado medieval para vender nuestros productos.
Finalmente, allá por el mes de mayo, conseguimos hacer regresar al científico. Vino a vernos al colegio para agradecérnoslo y contestar a las preguntas que nos habían surgido durante su interesante viaje. En su intento de aprender un oficio, descubrió el maravilloso mundo de la música y regresó con un montón de instrumentos para deleitarnos con varias obras. Si recorren tierras aragonesas quizá lo encuentren encima de un escenario. Su nombre artístico es Pepín Banzo.
Y así entre personajes, construcciones, arte, animales, oficios y mercados propios de la época hemos llegado al final de nuestra historia. Aunque fueron muchos los objetivos curriculares que conseguimos, destacamos que a partir de ese momento no sólo aumentaron nuestras ganas de leer, sino que además lo hacíamos como fuente de placer.
Las bibliotecas de todas las aulas así como las de los hogares de nuestros alumnos se llenaron de libros para seguir descubriendo aquella época fascinante conocida por todos como Edad Media.
Ainhoa García, Estela Garrido, Ana I. Rivas, Mª Elena Serrano CEIP “Campo de Borja” de Zaragoza
