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“Los profesores de FP necesitan más experiencia laboral directa”


Como máximo responsable de Learning for Jobs –el programa de la OCDE para la mejora de la Formación Profesional–, Simon Field aboga en esta entrevista por acercar esta etapa de la enseñanza al mundo de la empresa y viceversa.

Rodrigo SantodomingoMiércoles, 25 de mayo de 2011
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(Foto: Zorrilla)

Field propone una FP que alterne clases y práctica laboral a partes iguales, y en la que los profesores se reciclen empleándose durante largas temporadas en sus respectivos sectores. También apuesta por dotar de herramientas didácticas a los formadores en centros de trabajo y por permitir que empresarios y sindicatos participen activamente en el diseño de los currículos profesionales.

Simon Field empezó a trabajar en 2001 en el departamento de Educación de la OCDE tras haber ocupado distintos cargos en la administración del Reino Unido. Desde 2007 dirige Learning for Jobs (en español, algo así como “Aprender para el Trabajo”), un programa y estudio comparativo para detectar buenas prácticas y puntos de mejora en el ámbito de la FP, sobre todo con vistas a lograr una mayor sintonía entre lo que se enseña a los alumnos y las necesidades reales del mundo laboral. De doble nacionalidad británica e irlandesa, Field es doctor en Filosofía y Política Social por la Universidad de Cambridge.

En España la FP sigue adoleciendo para muchos de una gran falta de prestigio en comparación con los estudios universitarios. ¿Ocurre lo mismo en otros países?
No tengo la certeza porque aún no hemos analizado el caso español en detalle. Pero sí puedo decirle que en algunos países la FP tiene bastante buena fama. Sobre todo en aquellos con un sistema dual [aprendizaje simultáneo en centros escolares y empresas] como Alemania, Austria y Suiza y también algunos países nórdicos.

¿Y en el resto se da una situación parecida a la española?
En algunos estados ni siquiera existen programas de FP en centros específicos. Y en otros, los programas que se ofertan gozan de un prestigio relativamente escaso.

Uno de los objetivos de Learning for Jobs es mejorar la conexión entre los contenidos de la FP y las necesidades del mercado de trabajo. ¿Hay realmente tanta distancia entre ambas esferas?
Resulta extraño, pero lo cierto es que sí están muy separadas. Uno tiende a pensar que deberían mantenerse conectadas, ya que se antoja evidente que el fin último de la FP es (o debería ser) learning for jobs. Sin embargo, en la práctica nos hemos encontrado con demasiada frecuencia con instituciones formativas que se rigen según una cultura más bien académica, alejada de las necesidades de la empresa.

Según datos de la OCDE, España es uno de los países que menos peso otorga a la formación en centros de trabajo. Supongo que es algo que hemos de cambiar si aspiramos a mejorar nuestro modelo de FP.
Pienso que es un paso que muchos países, no sólo el suyo, deberían dar. El lugar de trabajo proporciona un atmósfera de aprendizaje tremendamente poderosa para el alumno. No he visto ningún programa de FP exitoso alrededor del mundo donde los alumnos no pasen largos periodos de tiempo en un ambiente laboral.

¿En qué países existe una mayor cercanía entre la FP y los entornos laborales?
De nuevo, el sistema dual que utilizan los países germanófonos y otros como Australia, Irlanda o Noruega permite una conexión más efectiva y una mayor implicación de los empleadores, puesto que ellos mismos se involucran en la formación del estudiante.

En opinión de muchos, Alemania se ha convertido en el modelo a seguir. ¿Cómo ha logrado que sus estudios de FP sean tan respetados?
La fortaleza del sistema alemán proviene, como le comentaba, del principio fundamental de alternar aprendizaje y trabajo. Se trata de un principio que podríamos extender a casi todas las profesiones. Pensemos por ejemplo en cómo aprende un buen cirujano: trabajando ante todo. En Alemania, esta premisa se sustenta en un fuerte presencia de los empresarios y los sindicatos en la planificación y suministro de estudios de FP.

Al mismo tiempo que aconseja una inmersión laboral temprana, Learning for Jobs también recomienda más contenidos académicos en los currículos profesionales.
Tenemos un gran desafío a este respecto, ya que muchos programas de FP no están prestando la suficiente atención a las graves carencias que acarrean algunos de sus alumnos en cuanto a competencias básicas. Hace 100 años, existían un buen número de trabajos en los países desarrollados para los que no era necesario saber leer o escribir. Esos empleos ya no existen. Ahora todos los trabajadores deben, como mínimo, dominar la lectoescritura y ser capaces de hacer operaciones matemáticas esenciales.

El programa también anima a que los docentes pasen temporadas en el mercado de trabajo para reciclarse y que los trabajadores cualificados puedan acceder con mayor facilidad a la docencia. ¿Cómo está reaccionando el profesorado ante estas sugerencias?
Pienso que en la esfera de la FP está ampliamente admitido que los profesores necesitan adquirir mayor experiencia laboral directa. La cuestión es cómo conseguirlo, y no es nada fácil de responder, ya que las estrategias para lograrlo dependen de múltiples factores contextuales. En cuanto a que ciertos trabajadores y empresarios enseñen a tiempo parcial, esto implica aplicar una mayor flexibilidad en los requisitos para convertirse en profesor, lo cual puede chocar con ciertas normas de acceso a la docencia excesivamente rígidas.

¿Y sobre la obligación de que los supervisores de los alumnos en el lugar de trabajo adquieran habilidades pedagógicas [otra de las recomendaciones incluidas en Learning for Jobs]? ¿Les ha parecido bien?
Hemos detectado algo de resistencia, pero pienso que resulta esencial, sobre todo si tenemos en cuenta que en muchos países los empleadores están obteniendo cuantiosos subsidios por acoger alumnos en sus empresas. Por el bien de la sociedad, considero que los encargados de supervisar al alumno deberían asumir la responsabilidad de mejorar su capacidad didáctica. Recordemos que no sólo están preparando a gente para su empresa; a fin de cuentas, están haciéndose cargo de las nuevas generaciones.

Otra propuesta lanzada por usted y su equipo: que la empresa y los sindicatos participen en el diseño curricular de los cursos ofertados en la FP.
Para nosotros, se trata de un punto esencial si queremos conseguir que los títulos que obtienen los alumnos sintonicen con las demandas del mercado. La gente que de verdad entiende las necesidades del mercado procede de las diferentes industrias. Pensemos en establecer los requisitos para obtener una titulación de gestión de hoteles sin contar con la industria hotelera. Sencillamente, no veo que esto sea posible.

Ustedes abogan por que los centros de Secundaria cuenten con personal exclusivamente dedicado a orientar sobre las distintas opciones en la enseñanza post-obligatoria, atendiendo siempre a las oportunidades que ofrece la economía del país.
Sí, lo importante es que la orientación sea completamente imparcial. Es decir, que olvide los enfoques que han imperado en el pasado. Hasta ahora, la mayoría de orientadores se ha limitado a transmitir consejos simplistas del tipo “si eres brillante, ve a la universidad”. Una buena orientación debe ir mucho más allá.

¿Qué dirían estos orientadores a aquellos alumnos interesados en titulaciones con pocas salidas laborales? Me refiero sobre todo a determinadas carreras universitarias.
Eso depende de quién vaya a pagar los estudios. En el Reino Unido, por ejemplo, tendemos hacia un sistema en el que el alumno se costea casi toda su formación no obligatoria. En ese caso, me parece del todo apropiado que la orientación no trate de disuadir a nadie, sea cual sea la opción elegida. Otro asunto es cuando –como ocurre en España– el gobierno financia en gran medida los estudios superiores. En estos países, considero perfectamente razonable que los orientadores tengan en cuenta las necesidades del mercado laboral.

En cualquier caso, ¿todo lo que me ha dicho anteriormente sobre la conexión estudios-empleo sería extrapolable a la universidad?
Todas las instituciones educativas han de reconocer que se dedican a preparar a los estudiantes para el mercado laboral. En este sentido, Dinamarca ha puesto en marcha una iniciativa muy interesante: cualquier programa educativo bajo el auspicio del Ministerio de Educación ha de tener algún elemento de aprendizaje en lugares de trabajo. Esto incluye a todas las etapas, incluso la Infantil, por ejemplo con visitas a gasolineras, una actividad que a los niños les encanta y que puede enseñarles mucho. El mundo del trabajo es tan importante que la Educación en su conjunto debería aproximarse a él de una forma u otra.

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