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“Creo que la película mantiene el valor de la enseñanza”

Icíar Bollaín está a punto de estrenar su sexto largometraje, una película que se inspira libremente en la vida de Vicky Sherpa, una comprometida y vocacional maestra catalana afincada en Nepal.

Estrella MartínezJueves, 26 de enero de 2012
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Icíar Bollaín ha escrito y dirigido el drama Katmandú, un espejo en el cielo, que se estrena en cines el próximo 3 de febrero. La cineasta se ha inspirado en la figura de Vicky Sherpa para narrar libremente las andanzas de una maestra catalana que, a principio de los años noventa, se fue a Katmanú donde acabó montando una escuela para los niños más desfavorecidos.
No es una película exclusivamente sobre Educación, pero su presencia es fundamental, por lo que los profesionales de este sector se convierten en público potencial, ¿no crees?
A mí me da un poco de miedo pensar en los profesionales de la Educación… No por nada, sino porque aunque está inspirada en Vicky Sherpa, la película no es un biopic ni un documental, es algo inspirado y sugerido por hecho con libertad. Es mi interpretación de su historia. Por ejemplo, los materiales Montessori que aparecen en la película se los ponen los niños de sombrero. Pero lo que creo que mantengo es el valor de la enseñanza, además he sido fiel al espíritu de esta mujer, que tiene una enorme vocación. Creo que la película puede ser inspiradora. Me gustaría que lo fuera…
¿En el rodaje utilizasteis alguna escuela real?
Para la Escuela Pemba –el primer centro donde trabajó la española– se utilizó una escue-la de verdad. Sin embargo, la escuela que ella montó en los barrios marginales ya no existe, con lo cual utilizamos el comedor de una ONG, que tampoco existe como tal porque nuestro pago fue construirlo en ladrillo. Así que el día que acabamos de rodar la demolieron.
¿Te impactó mucho lo que viste allí?
Me hubiera gustado conocer un poco más la situación educativa actual del país. Vi que siguen aprendiendo de una manera machacona, con mucha vara. A algunos de los niños que teníamos en el rodaje les encontraban marcas de palos que nos dejaban a todos fríos. También me impactó conocer a una chica de 20 años que conoció a Vicky en las chabolas cuando tenía 7. Ella nos ayudaba con los niños porque gracias a la Educación que recibió se ha convertido en maestra.
¿Cómo ha sido trabajar con los niños de allí?
Los niños de la primera escuela –Pemba– los sacamos de un orfanato. Esos niños nos rompieron el corazón porque eran un amor, eran de una dulzura… No están mal cuidados, pero, por ejemplo, salen una vez al año, con suerte. Así que, imagínate lo que supuso la película para ellos. Luego tuvimos otro tipo de niños que eran los de las chabolas, que eran más asilvestrados. Esos se dan una caña entre ellos impresionante (risas), pero también eran niños con unas ganas… Era fácil trabajar gracias a esta ilusión.
Y eso que es difícil trabajar con niños.
Lo más difícil es conseguir que no se cansen, que no se aburran, que no se mustien. Cuando estábamos iluminando, preparando las cosas, los sacábamos del decorado y los estimulaban: los ponían a cantar, a dibujar, etc. Porque si los dejas en una esquina esperando, se aburren y se hartan ¡con todo el derecho! Además, son unos niños que están muy acostumbrados a obedecer. Yo recuerdo el primer día que llegamos a la primera escuela y me encuentro a todos los niños de pie formados en el patio. Me pongo con la luz y con las cosas, pasa media hora y los niños siguen allí. Entonces pregunté qué hacían allí y me dijeron que no me preocupara, que estaban bien. Y yo alucinada pensaba: cómo van a estar una hora y media o dos, hasta que empecemos a rodar, formados en el patio. Pero en esa cultura viven y allí hubieran estado formados todo el tiempo que hubiera hecho falta.
¿Cómo ha sido tu relación con Vicky?
Ella no ha participado, digamos activamente, en nada, pero ha estado al tanto de todo. Cuando acepté hacer el proyecto lo primero que hice fue ir a Nepal para conocer Katmandú y conocerla a ella. Le pregunté muchas cosas más allá del libro que había escrito, leyó las distintas versiones del guión y vino al rodaje.
¿Ha visto ya la película?
La ha visto, sí, se la hemos mandado. Me ha enviado un mail y está la mujer muy entusiasmada.
De todo lo que has incluido de cosecha propia, ¿qué era fundamental para ti?
La amistad entre las dos mujeres –Laia y Sharmila– protagonistas porque es una relación de intercambio, de enseñarse mutuamente. Sharmila es un compendio de personajes, no hay nadie exactamente como ella en la vida de Vicky: hay una amiga que se plantea el aborto, hay otra profesora que es la que se llama Sharmila, hay una especie de padres adoptivos que acogen a Vicky cuando llega a Katmandú… Todos esos personajes nepalíes que la ayudaron en aquellos primeros años están en Sharmila.
Hay un castigo expreso a la Educación católica.
Esto es de Vicky, me lo contó ella. Lo de que no la dejaran cantar es una interpretación mía, es la manera que he encontrado de expresar el fracaso escolar que fue Vicky. Ella no encajó con las monjas concretas que la educaron en su colegio, porque luego hay otras monjas que son estupendas.
Tu madre es profesora de Música. Gracias o por culpa de ella, ¿cuál ha sido tu relación con el mundo educativo?
(Risas). Mi madre fue maestra de niños no mucho tiempo porque en seguida se puso a dar clase en Magisterio. Gracias a ella conocí a muchos profesores cuando era pequeña, porque mi madre tenía muchos amigos que lo eran, y tengo una sensación de mucho cariño y de mucho agradecimiento, pero esto también te lo digo como madre. Cada vez que llega septiembre y meto a los tres hijos que tengo en su clase y veo a ese profesor o profesora que se va a quedar con 28 fieras todos los días del año, con todo lo que estos niños tienen de estímulo fuera… porque ahora tienen televisión, ordenador, consolas, etc. Y ahí los dejas, a competir con todo eso de alguna manera y a atraerles hacia materias de toda la vida que no tienen nada que ver con esos estímulos que tienen fuera… me quito el sombrero. Quizás porque los he conocido de cerca y porque los estoy viviendo ahora como madre, estoy viendo y agradeciendo la Educación de mis hijos. Me parece que los profesores no tienen ni el prestigio social, ni el respeto que se merecen.
De tu experiencia escolar como madre, ¿qué es lo que más deseas para tus hijos?
Que vayan con ganas. Yo creo que lo más triste que puede pasar es que un niño de 7 u 8 años diga que se aburre en el colegio. Es una edad en la que son esponjas y yo creo que en el colegio al que van mis hijos tienen eso presente. Sobre todo veo que hacen cosas conectadas con su vida.
¿Cuál crees que debe ser la relación entre los padres y los profesores?
Creo que las dos opciones son la de desentenderse y la de implicarse demasiado, y éstos últimos vuelven locos a los profesores porque están muy encima (risas). Yo, desde luego, intento no ser pesada pero sí que creo que es bueno saber lo que están haciendo, más que nada para servir también en casa como estímulo de lo que se hace en el cole. Que la casa y el colegio no sean islas, que haya conexión. Cuanto más enterados estemos los padres de lo que pasa en la escuela, tendremos más respeto por lo que allí se hace y, al mismo tiempo, creo también que no está de más que el profesor sepa lo que pasa en casa de los alumnos.

Las dos caras

  • Victoria Subirana, también conocida como Vicky Sherpa, es una maestra catalana que ha dedicado y dedica su vida a luchar contra las desigualdades sociales de niños, marginados, discapacidatos y mujeres de Nepal. Creadora de la Pedagogía Transformadora, utiliza la Educación como herramienta para poder combatir estas desigualdades y provocar un cambio social. Subirana plasmó sus primeros años en Nepal en la autobiografía Una maestra en Katmandú. Durante más de 20 años de trabajo allí, ha puesto en marcha diversos proyectos. Actualmente, ella y su fundación –EduQual– están volcados en la Mejora de los Indicadores Educativos en la República de Nepal, una iniciativa conjunta con el Ministerio de Mujer, Infancia y Bienestar de Nepal para implementar la Pedagogía Transformadora en las escuelas públicas. Victoria Subirana quiere acabar con el “No puedo, no debo, no merezco”, propios de las castas desfavorecidas del país.
  • Icíar Bollaín es actriz, directora y guionista. Cineasta comprometida, fue premiada por el público en el Festival de Berlín por su imprescindible También la lluvia, donde trata el deje de superioridad con el que los privilegiados del primer mundo viajamos a lugares más desfavorecidos, un punto de vista que comparte con Victoria Subirana. Tiene dos premios Goya por su trabajo en la estupenda Te doy mis ojos sobre la violencia de género.

     

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