Aprender que somos todos iguales

Los profesores y orientadores facilitan claves para que los niños sepan ubicarse.

Martes, 28 de febrero de 2012
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Cuando iniciamos nuestra experiencia de centro preferente de alumnado con Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD), teníamos claro que uno de los valores más importantes de un centro ordinario y, por tanto, un recurso valioso, era la igualdad: los niños del CEIP “Aldebarán” de Tres Cantos (Madrid) se relacionan con sus compañeros de manera espontánea, sin necesidad de conocer sus diagnósticos. Los iguales tienen para estos niños un valor añadido: poseen la capacidad innata para mirar, sonreír, preguntar, pedir y, en general, comunicarse. Así, los compañeros de clase se relacionan con sus compañeros TGD sin darse cuenta de que su mirada es valiosa, de que si les sonríen cada día producirán el efecto deseado de otra sonrisa, de que si les preguntan y piden les enseñarán a preguntar o pedir…
Cuando comenzó la experiencia esa idea fue la que nos marcó el camino: había que planificar actuaciones que aseguraran el contacto continuo y permanente con los que se comunican y para ello había que desarrollar estrategias en todos los niveles de planificación: medidas a nivel de centro, de aula y ciclo, en los espacios comunes y momentos no lectivos y de tipo individual.
El planteamiento incluía dos aspectos: asegurar, por un lado, el máximo posible de horas de interacción con iguales y, por el otro, un número variado de actuaciones diferentes para que el contacto con iguales fuera enriquecedor y bien aprovechado.

Estrategias seguidas
A nivel de centro desarrollamos actuaciones con la comunidad educativa, que se renuevan cada año, y con el propio entorno del centro. Asimismo, se acondicionó el espacio físico de modo que todos compartiéramos los mismos códigos y claves visuales que a ellos les ayudan para planificarse y guiarse.
En el nivel de ciclo y de aula nos parecía necesario llevar las ayudas dentro del aula y poner también las claves visuales que ellos necesitan, pero establecerlas para todo el grupo del alumnado, de modo que se trabajan como una metodología más del aula. Un ejemplo es la puesta en marcha diaria de la agenda: se realiza con todo el grupo al iniciar el día y se mantiene expuesta en un lugar visible para todos. Los días previos a actividades especiales, como excursiones, se realiza una agenda especial y se repasa con toda la clase.
Otro de los códigos que se han introducido para todo el alumnado es un sistema de apoyo a la lectoescritura y al lenguaje, que ha servido no sólo para compartir códigos con estos niños, sino que observamos que ha repercutido también en una mejor adquisición del proceso lectoescritor en todos los niños.
En las áreas que se llevan a cabo con especialistas se han introducido ayudas que permitan a estos niños seguir la actividad lo mejor posible. Suelen realizar las mismas actividades que sus compañeros y en el mismo momento que ellos, para lo cual requieren un proceso de anticipación, un mayor entrenamiento, la ayuda de los iguales y una explicación mayor de la tarea. En el área de Educación Física se han detallado todas las actividades por medio de señalización y claves de ayuda, que sirven para anticipar y poder ubicarse, y finalmente desenvolverse en la actividad.
Hay dos momentos del día que nos parecían de interés especial para aprovechar el recurso de los iguales: el recreo y el mediodía, entre las 13’00 y las 15’00 horas, comedor incluido. En la hora del recreo llevamos a cabo el programa de patios y con él nos garantizamos que estos niños van a estar incorporados a un grupo de amigos, realizando un juego básico en el que todos participen. En la hora de comedor nos planteamos que también de-bían compartir ese espacio con sus compañeros, de manera que anticipamos bien la secuencia relacionada con el momento de comer todos juntos: reducimos el tiempo de estancia en un espacio amplio y ruidoso y nos volvemos a un lugar seguro–el aula– pero acompañados de compañeros de clase con los que realizamos un juego espontáneo, por rincones o de mesa, según la edad.
A nivel individual también dedicamos esfuerzos con cada niño encaminados a facilitarles el desarrollo de estrategias comunicativas que aseguren el éxito en los momentos de interacción. Dentro de nuestra aula de apoyo, cuyo nombre es Artana, aprenden a comunicarse, a seguir las claves visuales, a anticipar situaciones, es decir, adquieren herramientas para poder desenvolverse en el centro, y luego en su vida.
En este tipo de experiencias es muy importante mantener una buena coordinación y una estrecha colaboración entre los profesionales del centro y el equipo de orientación educativa y psicopedagógica. Colaboración por la que esta experiencia ha crecido y se ha convertido en una forma de trabajar habitual.

Marina Criado
Equipo de Orientación Educativa y Psicopedagógica de Colmenar Viejo (Madrid)

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