Aprendiendo a comprar con cabeza

Llevo en la enseñanza muchos años y por mi condición de interina he trabajado en muchos centros diferentes a lo largo de mi vida profesional, sobre todo en centros rurales. 

Martes, 11 de septiembre de 2012
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Por eso puedo asegurar que, aunque todos intentamos más pronto o más tarde acercarnos a la ciudad, el medio rural es el espacio donde más fácilmente y con más inmediatez se adquieren los aprendizajes. La escuela rural tiene una infinidad de recursos que complementan los contenidos de los textos con sólo abrir la puerta del aula. El curso pasado trabajé en el CRA “Lope de Vega” en la unidad de Encinas de Arriba (Salamanca), que puede ser un ejemplo de lo que acabo de decir. Esta unidad se componía de tres aulas –30 alumnos, desde Infantil a 6º de Primaria– y yo era tutora de una de ellas –primer ciclo de Primaria–. A pesar de la diferencia de edad entre los alumnos –entre 3 y 13 años–, realizamos muchas de las actividades en conjunto, ya que al funcionar como una sola unidad, la coordinación entre los profesores es mucho mas fuerte. Además tuve la gran suerte de conocer a mis dos compañeras y, desde el principio, supe que marcha-ríamos juntas. Esto influyó también en la relación, colaboración y socialización entre los alumnos –ésta última siempre cuestionada en las escuelas rurales–. Sin duda, la actividad más participativa que desarrollamos, alumnos y profesores, fue un mercadillo que llamamos Compra con Cabeza. Durante la quincena que duró la unidad de las monedas, fuimos preparando y explicando a nuestros alumnos el funcionamiento de nuestro mercadillo como actividad complementaria. Nos lo planteamos con dos objetivos principales: el cálculo y manipulación de las monedas, y la socialización de los alumnos. Además, como objetivos más concretos, pretendimos:

-Tomar conciencia del consumo en la vida diaria.

-Aprender a valorar y distinguir entre lo necesario y lo superfluo.

-Aprender a ser críticos con el consumo.

-Comprender la relación entre ingresos y gastos.

-Reconocer la bondad de un producto.

Con esta premisa queríamos que nuestros alumnos aprendieran a comprar con cabeza, que los más mayores ayudaran en la tarea a los pequeños y que esto les sirviera para poner en práctica los objetivos de la actividad. Así que comenzamos haciendo una recogida de juguetes, libros, peluches, juegos… Todo aquello de lo que, estando en bue- nas condiciones, quisiéramos deshacernos. Los más mayores clasificaron la mercancía por temas, calcularon el precio y lo repartimos en ocho mesas distribuidas por el patio. En cada mesa había cuatro alumnos –dos mayores, uno de primer ciclo y otro de Infantil– con turnos de cinco minutos para comprar. En el primer turno salían dos de cada mesa para comprar: un niño pequeño acompañado siempre de uno mayor y, cuando se oía el silbato, era el relevo del puesto por parte de los compañeros. Además, cada mesa disponía de unas cajas donde se colocaban las monedas de forma ordenada y, al final, cada mesa hizo la contabilidad de la venta, destacando las mesas que obtuvieron mayor beneficio. También elaboramos unas normas para actuar, entre las que se encontraban que en cada salida solo se podía comprar un producto, que no se permitían devoluciones, que cada niño partiera con el mismo dinero, que no se permitieran préstamos, etc. Durante el desarrollo del mercadillo intentamos que la intervención de las profesoras fuera la menor posible, y la verdad es que, observándolo desde fuera, parecía que se tratara de un pequeño mercado como podemos encontrarlo en cualquier lugar, pero con una diferencia, los compradores y vendedores eran niños que serían los futuros consumidores, aunque esta vez sabíamos que compraban con cabeza.

Elvira Callejo López CRA “Lope de Vega” de Encinas de Arriba (Salamanca)

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