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Los sindicatos de profesores se distancian de Obama por sus reformas educativas

Los ejes de la política educativa de la administración Obama son la competitividad entre escuelas y la transparencia de los resultados. La evaluación del profesorado le ha valido a los demócratas una huelga en la ciudad de Chicago.
MagisnetMartes, 9 de octubre de 2012
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Tras una semana larga de huelga, el 19 de septiembre los profesores de las escuelas públicas de Chicago volvieron a las aulas, y con ellos cerca de 350.000 alumnos, el 80% negros o hispanos. El conflicto ha puesto en evidencia que los sindicatos de profesores ya no apoyan incondicionalmente a los demócratas. Es una ironía que esto haya ocurrido en la ciudad donde trabajó y tenía su distrito senatorial el presidente Barack Obama y de donde son su secretario de Educación, Arne Duncan, y su exjefe de gabinete, Rahm Emanuel, que hoy es el alcalde contra el que se ha montado la huelga. Pero el hecho es que los tres impulsan políticas educativas que no agradan a los sindicatos.

La reforma de Obama
“Voté a Obama y acabé en Rahm-ney”, decía un eslogan de los huelguistas, que con ese mote equiparan al alcalde con el candidato republicano Mitt Romney. Pero no sería justo acusar a Emanuel de traición, pues no pretende sino aplicar las ideas del presidente: las que Obama proclamó al principio de su mandato, impulsó Duncan con iniciativas como “Race to the Top” y confirma el proyecto de reforma de la ESEA, la ley que regula la Educación Primaria y Secundaria.

Los ejes de esta política educativa son la competitividad y la transparencia. De lo primero da muestra el apoyo del presidente a las charter schools (escuelas públicas autónomas). Muchas escuelas públicas deficientes se han convertido en charter, aunque con gestión y profesorado nuevos. Ya en su día, la aprobación de esta medida le valió al presidente las críticas del principal sindicato nacional de profesores, la NEA.

En la huelga de Chicago, una de las reivindicaciones de los manifestantes era que los profesores despedidos por la crisis fueran los primeros en ser recontratados si surgía alguna vacante. Emanuel, en consonancia con las políticas liberalizadoras de Obama, había anunciado que el único criterio para escoger profesores sería su cualificación. Finalmente, las negociaciones han llegado a un acuerdo por el que la mitad de los nuevos docentes serán contratados de entre los anteriormente despedidos.

En cuanto a la transparencia, Duncan advirtió que si un Estado prohibía utilizar el rendimiento de los alumnos para evaluar a los profesores no se podría beneficiar de los fondos destinados al programa “Race to the Top”, cerca de 4.400 millones de dólares. Esta condición no gustó a los sindicatos porque, desde su punto de vista, supone cargar a los docentes con una responsabilidad que no les corresponde, pues los resultados de los estudiantes dependen de muchos factores extraescolares.

Precisamente la evaluación del profesorado ha sido el principal motivo para la convocatoria de la huelga en Chicago. Emanuel había propuesto que las notas de los alumnos en algunos exámenes nacionales supusieran el 45% de la evaluación de los profesores. Tras la negociación, parece que se quedará en un 30%.

Sin embargo, estos acuerdos no han traído la reconciliación. El presidente de la confederación sindical de profesores de Illinois –Estado en el que se encuentra Chicago– señalaba hace unos días que a un político ya no le basta ser demócrata para tener asegurado el apoyo de los sindicatos del gremio. De hecho, los sindicatos de profesores de este Estado han empezado a dar más dinero a republicanos: del 16% de sus donaciones totales en 2010 al 22% este año. En otros estados se observa el mismo fenómeno, dice el New York Times.

Frente a los sindicatos
Quizá por venir de donde no se esperaban tengan las reformas más posibilidades de imponerse. Michael McShane, investigador del American Enterprise Institute, analiza en un artículo cómo Obama se ha atrevido a enfrentarse al “triángulo de hierro de la Educación”. Con esta expresión se refiere a los tres agentes que tradicionalmente han controlado, en colusión, las políticas educativas del país: sindicatos de profesores, autoridades educativas y burocracia. Los sindicatos se mueven para colocar a su gente en los consejos escolares de distintos niveles, que a su vez contratan a administradores muy dispuestos a mantener el statu quo de los profesores.

McShane considera que Obama se encuentra en una posición privilegiada para enfrentarse a los sindicatos y de paso sumar al partido demócrata al carro de los “reformistas” en Educación.

En primer lugar, algunas encuestas señalan que los sindicatos pierden apoyo entre los padres. Por otro lado, nadie va a acusar al presidente de indiferencia hacia los problemas de las minorías en Chicago, ni de racismo o elitismo, que es como los sindicatos han solido defender su posición. A este respecto, McShane recoge un interesante fragmento del libro Dreams from My Father, las memorias publicadas por Obama en 1995. El presidente se quejaba entonces de que muchos profesores, directores o jefes de distrito que llevaban a sus hijos a escuelas privadas porque desconfiaban de las públicas, luchaban en cambio por mantener las ventajosas condiciones de los profesores en la Pública. Quizá por estas experiencias es por lo que Obama piense que las charter schools pueden hacer tanto o más que el sistema público por la Educación de los desfavorecidos.

McShane solo señala dos peros a la reforma educativa de Obama: su política de estímulos económicos ha retrasado la toma de algunas decisiones difíciles (purga de los profesores menos eficientes, cierre de colegios) pero que a la postre habrían sido beneficiosas; por otra parte, el presidente debería haber apoyado el cheque escolar, porque este ha mostrado ser eficaz sobre todo para los alumnos de estratos socioeconómicos bajos.

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