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“Ni las leyes, ni las TIC: sólo los maestros salvarán a la escuela”

Defensor de la niñez, asegura que hay que aprender a escuchar a los niños y a respetar su creatividad. Apuesta por un uso inteligente de las tecnologías gracias a los recursos del maestro.

Noelia RamírezMartes, 13 de noviembre de 2012
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Visita Barcelona con motivo de la quinta edición del ItWorldEdu, el punto de encuentro de profesionales del sector de la Educación y de las TIC para aprender, intercambiar ideas, y presentar las últimas novedades del sector. Este pensador, psicopedagogo y dibujante italiano, es autor de numerosos libros sobre el papel de los niños en el ecosistema urbano. Un defensor de la creatividad en toda regla.

¿Cómo valora la incorporación de las nuevas tecnologías en el aula?
El debate o hipótesis central es que hay mucha gente que cree que las tecnologías van a salvar a la escuela. Efectivamente las tecnologías son poderosas, y para nosotros (los ancianos) son sorprendentes; pero también existe la teoría de colegas (de la psicología) que defienden que la esperanza de mejorar la formación de los maestros es irreal. Una manera de pensar que trata de justificar la idea de que las tecnologías podrían salvar a la escuela.

¿Y usted lo cree?
Rotundamente no.Cabe aclarar que para una persona de mi edad es complicado hablar de este ámbito y tengo que moverme con prudencia. Nosotros nacimos mucho antes de las tecnologías, y nos formamos fuera del mundo tecnológico. Sin embargo, estoy convencido de que las tecnologías son un instrumento especial, poderoso, que puede dar una ayuda enorme a la Educación, pero sigue siendo sólo un instrumento. Como todos los instrumentos, necesitan de un artesano que sepa utilizarlo. El reto de la escuela sigue siendo tener buenos maestros.

¿Qué definición tendría este buen maestro?
Son los que dominan las nuevas tecnologías, de forma eficaz. Son maestros que hemos tenido siempre, y que han sabido aprovechar las oportunidades de la realidad que les rodeaba. Los maestros se aprovecharon de la pizarra negra, después de la blanca, del retroproyector y ahora de la pizarra electrónica. Pero como instrumentos para aplicar su sabiduría didáctica, pero esta capacidad llega antes de los intrumentos.

¿Cómo trabajan?
Mira, te podría poner como ejemplo a uno de mis maestros. Como Mario Lodi, que acaba de cumplir 90 años y en Italia es conocido como “el Maestro”. Él tenía un armario que era un database, igual. Porque contenía las informaciones de la clase y permitía la producción de un periódico escolar que salía todos los días. Cada día había una doble página de los chicos de Primaria, gracias a un limógrafo que había en clase. Cada estante del armario se refería a los grandes capítulos de la Humanidad: la naturaleza, los juegos, los abuelos, la ciencia, por ejemplo. Y cada estante tenía clasificadores, con títulos y dentro más carpetas y carpetas. Una organización exactamamente igual a la de los databases actuales. Estos maestros ya estaban en el camino.

Habla de técnicas que ahora facilitan las nuevas tecnologías, ¿no contradice un poco su teoría?
Es que el problema no es de la tecnología en sí, si no del uso que le den los maestros. En la escuela de Lodi no había cuadernos, había hojas sueltas que podían entrar en una carpeta u otra. Hoy día, sin embargo, hay maestros aterrorizados por romper el ritmo único que establece el libro de texto y ése es el problema. La tecnología es un instrumento poderoso que puede ser utilizado de forma muy banal y estúpida. No tiene sentido utilizar un pizarra electrónica de la misma forma que se utiliza la pizarra negra. Significa tirar dinero.
Cuando me dicen que en España el programa es que todas las clases tengan una pizarra electrónica, yo me pregunto ¿por qué y para hacer qué? ¿Tenemos maestros capaces de aprovechar esta riqueza? El tema verdadero es si los maestros se pueden aprovechar de la tecnología. En el fondo es volver al debate de los buenos maestros. El problema es que en nuestros países del Mediterráneo, como Italia o España, casi todos los gobiernos de los últimos años han pensado que era su deber reformar la escuela. Esto es una ilusión.

¿Por qué?
Ni las leyes, ni la tecnología cambiará la escuela, sólo los buenos maestros podrán. La garantía y la promesa constitucional es que todos los niños tienen derecho a la Educación formal y esto, para mí, significa tener buenos maestros. Cuando el artículo 28 de la convención de los derechos de los niños dice que tienen derecho a la formación pública, tenemos que pensar que todos los niños tienen derechos a buenos maestros.

Usted defiendió que no escuchamos a los niños, ¿cree que seguimos sin escucharlos?
Totalmente. Hay que hacer una aclaración porque sí que hay buenos maestros que escuchan a los niños, pero normalmente la Educación sigue siendo un lugar en el que los niños deben escuchar. Escuchar, memorizar, acordarse y repetir. Es un proceso lineal. El tablet, en este sentido, no sirve para nada. La escucha es una revolución y el profesor debería hacerlo. Deben darse cuenta de que los alumnos que tienen son personas que saben, que saben mucho y saben cosas distintas. Un buen maestro es el que no empieza nunca una aplicación didáctica con una propuesta, sino con una escucha. ¿Qué escucha? El material educativo es el que llevan los alumnos a clase. Esto se pone sobre la mesa y será el trabajo. Implica abrirse a la diversidad.

¿Cómo se puede hacer?
Con un abanico amplio de lenguajes. Si la escuela sigue diciendo que los lenguajes que valen son la Lengua y las Matemáticas, los demás lenguajes (el corporal, el de la fantasía o la creatividad, plástica, fuerza física, etc.) se devalúan. Todos estos alumnos que tengan estos últimos lenguajes como privilegiados fracasan. Les obligamos a enfrentarse a lenguajes que no son suyos.

¿Le consta de algún país en el que se lleven a cabo estas prácticas?
Por lo que sabemos, los países del norte de Europa en las evaluaciones internacionales son mejores. No casualmente, los maestros están más reconocidos. Si hay un reconocimiento social más alto, y un valor económico alto, esto implica que los elegidos tendrán una capacidad más alta. En Noruega, por ejemplo,los niños empiezan a los siete años. Lo que implica que todo este debate de adelantar la entrada a la escuela de los niños es una tontería. Se presupone que se debe acelerar la entrada en el mundo adulto y no se entiende que la infancia es la etapa más importante porque allí se ponen los cimientos.
Yo personalmente soy maestro de formación y ¿sabe por qué lo soy? Porque era mal alumno. Mi familia decidió que lo mejor que podía hacer era ser maestro porque no sacaba buenas notas. Es interesante porque viene a decir y a postular que “como maestros, los peores”. Afortunadamente, no corresponde a la realidad.

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