Cómo cocinar una FP a la alemana
La tasa de desempleo juvenil es el porcentaje de personas entre 15 y 24 años que no tiene trabajo, están disponibles para empezar a trabajar en las próximas dos semanas, han buscado activamente trabajo en las últimas cuatro semanas o ya han encontrado uno y empiezan a trabajar en tres meses. Y en esta tasa, como en las otras, España va a la cabeza. Con un 52%, según Eurostat, solo le disputa ese primer puesto la maltrecha Grecia y su 55% de desempleo juvenil, doblando ambas la media europea del 22,7%. Justo en las antípodas se encuentra Alemania, que con su 8,1% es la más baja de la Unión Europea. Y resulta difícil negar que tiene que ver con su sistema de formación dual.
Este sistema, en el que los alumnos combinan las tres cuartas partes de su formación en una empresa con el resto de materias escolares, supone cerca del 50% de la Formación Profesional alemana, dejando el otro 50% dividido entre una estructura similar la española y varios programas de reenganche para alumnos con dificultades. Según las últimas estadísticas del Ministerio de Educación germano (BMBF, en sus siglas en alemán), más de un millón y medio de alumnos cursan alguna de las 348 posibles ocupaciones del sistema dual, que con sus tres años de duración media es elegida por un 30% de los jóvenes alemanes.
“La motivación es fundamental para los alumnos aprendices, que reciben una remuneración durante sus estudios, acceden así a grandes empresas y la mayoría se queda después de la formación”, explica Jesús Alemán, profesor de la Facultad de Formación del Profesorado de Las Palmas, y que escribió su tesis sobre el sistema dual alemán. “Además, a diferencia de los centros formativos, las empresas pueden comprar maquinaria y tecnología punta con retorno de la inversión, y en este sistema se ahorran costes en selección de personal, conocen perfectamente a su futuro trabajador, que también se identifica con sus empleadores y pueden formarlo para un puesto terriblemente específico que solo exista en esa empresa”.
Una de las cientos de compañías que forman a sus futuros trabajadores es Kircher-Burkhardt, situada en el centro de Berlín y que con 150 empleados tiene nueve aprendices. Esta empresa creadora de contenidos y revistas corporativas es la que, como el resto, paga la parte del león de la formación dual, aligerando el presupuesto del sistema educativo: Seguridad Social, seguro de de-sempleo y jubilación de los aprendices, además de la remuneración que perciben, que va desde unos 550 hasta unos 900 euros, según el año del curso, el tipo de estudio y la ciudad donde esté el aprendiz. Por ejemplo, mientras que la media en la parte occidental del país está en 688 euros, en la oriental baja hasta 554. Por supuesto, estas cantidades se pueden deducir fiscalmente en concepto de gastos profesionales.
Esta relación laboral está recogida en los llamados contratos de aprendizaje, relaciones contractuales registradas en la correspondiente cámara de comercio, lo que hace que las empresas, a la hora de coger un aprendiz, se lo piensen bastante. En Kircher-Burkhardt, la directora de cuentas Elke Brüsch y el instructor Nico Wolf se encargan de seleccionar a los candidatos. “Nos fijamos en que sean lo suficientemente responsables e independientes, que entiendan el sentido de mercado y que puedan con un trabajo repetitivo”, explica Brüsch. “No somos fáciles en la primera reunión, nos basamos mucho en las sensaciones que nos trasmiten”. Algo que suena mucho más similar a una entrevista de trabajo que a las pruebas de acceso a una escuela.
Entre los afortunados elegidos están Moreen Eritzmacher, de 23 años, pelo rubio largo, sonrisa blanca, y Konstantin Rosenkranz, de 22, alto, gafas y corte de pelo militar. Mientras que la primera viene a través del sistema público y trabaja-estudia tratamiento de imágenes, el segundo se forma como infografista y está en una escuela privada que se queda con una parte de su remuneración. “En la parte de escuela normal damos cosas como Gimnasia o Inglés y formación más específica como Tipografía o Teoría de Medios”, cuenta Eritzmcher, que antes de entrar realizó cursos de programas de tratamiento informático. Rosenkranz, que pensó en estudiar full time, asegura que “esto es mejor ya que estás dentro de la propia empresa, aprendes habilidades sociales y cuando ves después de un año lo que has aprendido…”.
Esta es justamente una de las técnicas motivadoras del instructor Wolf, de 31 años de edad y que supervisa a los aprendices de primer año. “Me gusta guardar el primer trabajo que les pido para ver su nivel –explica– y cuando acaba el curso, enseñárselo comparado con uno de los últimos para que vean su evolución”. Wolf, que estudió diseño por la formación más parecida a la española, cree que el trato en la FP dual es “mucho más personal, conoces realmente al alumno, y está mucho más enfocado a la realidad, ya que mientras que en la formación que yo hice fantaseabas sobre una empresa para hacer un trabajo imaginario, aquí todo eso es real”.
Los formadores son clave
Para el investigador Jesús Alemán, antiguo profesor de instituto que empezó a interesarse en la FP dual tras visitar muchos de estos centros y empresas debido a becas Leonardo, la correcta instrucción de los formadores como Wolf es parte importante del éxito de la FP dual alemana. “No puede ser cualquiera –explica– tienen que tener los estudios de FP correspondientes, años de experiencia profesional, recibir unos cursos específicos y superar una prueba de capacitación profesional y pedagógica”. Los instructores son evaluados por las cámaras de comercio, que cuentan con una serie de asesores de formación profesional.
Estos profesionales actúan de enlace entre las cámaras, los centros y las empresas, y son los encargados de decidir si las compañías están capacitadas para impartir esa formación, de comprobar que los aprendices no son empleados en trabajos ajenos a su formación, además de asesorar tanto a los tutores como a los estudiantes.
Jesús Alemán ve que gran parte del éxito se basa en la total colaboración de las empresas, sindicatos, ministros de Educación de los Länder (estados) y Gobierno federal. En esto destaca el papel que desarrolla el Instituto Federal de Formación Profesional (BiBB, en sus siglas en alemán), un catalizador de este consenso que investiga, estimula y promociona el sistema dual. “Si quisiera implantarse en España –reflexiona Alemán –sería necesario que se copiasen todas estas estructuras de control de calidad, además de adaptarlo a la cantidad de pymes [un 85%] que tenemos en nuestro país”.
- Un sistema de larga tradición en Alemania
- La Formación Profesional dual tiene una larga tradición en Alemania. Aunque el sistema actual comenzó a gestarse con la Ley de Educación Profesional de 1969, reformada en 2005, el inicio del sistema viene, según un estudio del BiBB, de 1897, cuando el Estado delega en los gremios y las empresas el poder de administrar y supervisar a los aprendices con un sistema inspirado en los gremios de la Edad Media. Este sistema se iría desarrollando a lo largo de los años, como cuando el régimen nazi obligó a las industrias con más de diez empleados a tener un número proporcional de aprendices e, incluso, pasando por bajones como cuando, en la postguerra, los sistemas estilo Henry Ford importados a las industrias hacían menos necesario un trabajador cualificado.
- Pero la llegada de la década de los 70 y el cambio de paradigma industrial hizo que las cadenas de corte fordiano ya no fueran competitivas, volviendo a la necesidad de trabajadores cualificados y aprobando la Ley de Educación Profesional de 1969. Con esta ley, el Estado recuperaba parte de las competencias delegadas en 1897 y el BMBF asumía, a partir de 1973, la regulación y promoción de la formación dual, dejando a los aprendices bajo tutela de la empresa.
Con esta tradición, "las empresas, que no están obligadas y lo hacen voluntariamente, ven muy importante formar, están concienciadas con su utilidad, les da prestigio social ofrecer puestos de aprendizaje", reflexiona el profesor e investigador de la Universidad de Las Palmas, Jesús Alemán. Esto parece más difícil de implantar desde un plan del Ministerio de Educación.
