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Benedicto XVI alertó en su pontificado sobre la “emergencia educativa”

MagisnetMartes, 5 de marzo de 2013
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En junio de 2007, el Papa Emérito Benedicto XVI se refirió en un discurso a la asamblea diocesana de Roma a la llamada “emergencia educativa”. Decía el Papa en esa ocasión: “Cualquier labor de Educación parece cada vez más ardua y precaria. Por eso, se habla de una gran ‘emergencia educativa’, de la creciente dificultad que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento, dificultad que existe tanto en la escuela como en la familia, y se puede decir que en todos los demás organismos que tienen finalidades educativas”.

El Papa añadía en aquella ocasión que “por lo general, la Educación tiende a reducirse a la transmisión de determinadas habilidades o capacidades de hacer, mientras se busca satisfacer el deseo de felicidad de las nuevas generaciones colmándolas de objetos de consumo y de gratificaciones efímeras”.

Y proseguía: “Así, tanto los padres como los profesores sienten fácilmente la tentación de abdicar de sus tareas educativas y de no comprender ya ni siquiera cuál es su papel, o mejor, la misión que les ha sido encomendada”.

Para el Papa , “esta situación evidentemente no satisface, no puede satisfacer, porque deja de lado la finalidad esencial de la Educación, que es la formación de la persona a fin de capacitarla para vivir con plenitud y aportar su contribución al bien de la comunidad”. A lo que el Papa añadía: “Por eso, en muchas partes se plantea la exigencia de una Educación auténtica y el redescubrimiento de la necesidad de educadores que lo sean realmente”. Benedicto XVI concluía que este redescrubrimiento de una auténtica Educación “lo reclaman los padres, preocupados y a menudo angustiados por el futuro de sus hijos; lo reclaman tantos profesores que viven la triste experiencia de la degradación de sus escuelas; lo reclama la sociedad en su conjunto, porque ve cómo a causa de la crisis de la Educación se ponen en peligro las bases mismas de la convivencia”.

La verdadera Educación
Igualmente, en enero de 2008, el Papa volvió a tocar el tema de la urgencia de la Educación en otra carta dirigida a la Diócesis de Roma. En ella, nuevamente afirmaba: “se habla de una gran ‘emergencia educativa’, confirmada por los fracasos en los que muy a menudo terminan nuestros esfuerzos por formar personas sólidas, capaces de colaborar con los demás y de dar un sentido a su vida”. En esta carta volvía sobre la cuestión de los valores, esencia de la verdadera Educación, para afirmar que “hoy aumenta la exigencia de una Educación que sea verdaderamente tal”, es decir, “ante todo, necesita la cercanía y la confianza que nacen del amor”, afirma el Papa.

Más adelante, en mayo de 2010, Benedicto XVI volvió referirse a esta cuestión, también en un discurso a los obispos de Italia. El Papa señaló dos causas “profundas” de la crisis educativa: por un lado, “un falso concepto de autonomía del hombre”; y por otro, el escepticismo y el relativismo.

Según la pedagogía actual, explicó el Papa, “el hombre debería desarrollarse solo por sí mismo, sin imposiciones por parte de los demás, los cuales podrían asistir a su autodesarrollo, pero no entrar en este proceso”. El Papa añadió que “por ello la llamada Educación antiautoritaria no es Educación, sino renuncia a la Educación”.

Respecto la segunda clave, el escepticismo y el relativismo, el Papa explicó que éstos se basan “en la exclusión de las dos fuentes que orientan el camino humano”, la naturaleza como “creación de Dios que nos habla” y la Revelación, reconociendo “que el libro de la creación, en el que Dios nos da las orientaciones fundamentales, está descifrado en la Revelación, está aplicado y hecho propio en la historia cultural y religiosa, no sin errores, pero de una manera sustancialmente válida, que cada vez hay que desarrollar y purificar”, añadió.

El Papa reconocía que “educar no ha sido nunca fácil, pero no debemos rendirnos: minusvaloraríamos el mandato que el Señor mismo nos ha confiado, llamándonos a apacentar con amor a su rebaño”, indicó a los prelados italianos.

Esta “pasión educativa”, explicó, debe ser “una pasión del yo por el tú, por el nosotros, por Dios, y que no se resuelve en una didáctica, en un conjunto de técnicas ni tampoco en la transmisión de principios áridos”, sino un “acompañamiento”.
“Educar es formar a las nuevas generaciones, para que sepan entrar en relación con el mundo”, añadió el Papa. Esta nueva forma de educar “necesita –según Benedicto XVI– lugares creíbles: ante todo la familia, con su papel peculiar e irrenunciable; la escuela, horizonte común más allá de las opiniones ideológicas; la parroquia, ‘fuente del pueblo’, lugar de experiencia que inicia a la fe en el tejido de las relaciones cotidianas”.

  • Educación, autoridad y valores
  • Según Benedicto XVI, la ‘emergencia educativa’ “se trata de una emergencia inevitable”. Dice el Papa que “en una sociedad y en una cultura que con demasiada frecuencia tienen el relativismo como su propio credo –el relativismo se ha convertido en una especie de dogma–, falta la luz de la verdad, más aún, se considera peligroso hablar de verdad, se considera ‘autoritario’, y se acaba por dudar de la bondad de la vida –¿es un bien ser hombre?, ¿es un bien vivir?– y de la validez de las relaciones y de los compromisos que constituyen la vida”. Y Ratzinger se pregunta entonces “¿cómo proponer a los más jóvenes y transmitir de generación en generación algo válido y cierto, reglas de vida, un auténtico sentido y objetivos convincentes para la existencia humana, sea como personas sea como comunidades?”. Benedicto XVI cree que, “por lo general, la Educación tiende a reducirse a la transmisión de determinadas habilidades o capacidades de hacer, mientras se busca satisfacer el deseo de felicidad de las nuevas generaciones colmándolas de objetos de consumo y de gratificaciones efímeras”.

Y el Papa continúa: “pero precisamente así no ofrecemos a los jóvenes, a las nuevas generaciones, lo que tenemos obligación de transmitirles. Con respecto a ellos somos deudores también de los verdaderos valores”.

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