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“No hace falta un pasaporte para luchar por la dignidad de la persona”

El senador Robert F. Kennedy decía: “Son los innumerables actos de coraje y fe los que mueven la historia humana”. Bajo esta pauta, su hija Kerry defiende los derechos del hombre y compromete a las nuevas generaciones en esta gran labor.

Gema EizaguirreMartes, 24 de septiembre de 2013
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(Foto: Yolanda Talavera)

Kerry Kennedy, hija de R.F Kennedy y sobrina de J.F. Kennedy, posee un apellido que habla de compromiso y de responsabilidad. Precisamente ese apellido y el asesinato de su tío y de su padre, junto a otros acontecimientos dramáticos, fueron los que llevaron a esta licenciada en Derecho a volcar todas sus energías en la defensa de los Derechos Humanos (DDHH) en todo el mundo. Cuenta a MAGISTERIO su experiencia en esta ardua a la vez que gratificante labor.

El Centro Robert F. Kennedy llega a España con el programa educativo Speak Truth to Power (STTP). Parece una aventura un tanto arriesgada en estos tiempos.
Sería fácil contestar que los momentos de crisis son oportunidades. Creemos que la Educación en Derechos Humanos es esencial para todas las naciones y que, en tiempos de dificultad económica, es determinante debatir cómo construir un mundo más justo y pacífico. Confiamos en que tratándose de un respaldo a la formación de las generaciones del futuro encontraremos el apoyo de la sociedad civil.

¿Cree que la formación en Derechos Humanos es una carencia del sistema educativo español o europeo, en general?
No creo que haya más carencia en España que en otros países. Es una insuficiencia bastante generalizada que con el tiempo y mucho esfuerzo se irá corrigiendo; estoy segura. España es el noveno país donde introducimos STTP, tras EEUU, Canadá, Sudáfrica, Singapur, Camboya, Suecia, Rumanía e Italia. Al cierre del pasado curso , eran más de tres millones los estudiantes que se beneficiaban de este tipo de formación.

Su programa va dirigido a jóvenes de entre 15 y 18 años. ¿No se debería empezar antes este aprendizaje?
Absolutamente de acuerdo. La toma de consciencia sobre los Derechos Humanos y el respeto de la dignidad de la persona se tiene que inculcar desde la infancia. Y por supuesto que se hace; lo nuestro es un programa de Educación global. En Italia y EEUU tenemos programas para niños desde cinco años, que, con el tiempo, esperamos desarrollar los países donde ya estamos presentes y también en España.

¿El STTP se puede complementar con labores de voluntariado?
Por supuesto. Uno de los atractivos es que despierta en los adolescentes un sentido de responsabilidad con su entorno directo, y fomenta en ellos el sentido del servicio a su comunidad. Podría contar numerosas anécdotas que demuestran el cambio social que se ha observado en muchas áreas de las ciudades, en particular en barrios desfavorecidos.

¿Cómo es la experiencia de los profesores que participan?
Nos llega un feedback muy interesante que escuchamos atentamente para actualizar el material. A menudo nos comentan que lo que distingue nuestro método es que va mucho más allá de la enseñanza en sí, que realmente lleva a los jóvenes a ser más proactivos. Eso es una gran satisfacción.

La metodología se basa en entrevistas realizadas por usted. ¿Qué personaje le impactó más?
Es difícil contestar a esta pregunta. En mi libro presento 50 entrevistas a 51 activistas (dos son hermanas mías) que luchan para la defensa de sus convicciones en ambientes hostiles y, a menudo, exponiendo sus vidas. Todos, y cada uno, son los Martin Luther King y los Mahatma Gandhi de nuestra época, y han despertado en mi sentimientos de admiración extrema. Han experimentado la cárcel, la tortura y, a veces la muerte, por unos derechos que damos por sentados.

¿Y guarda algún recuerdo especial?
Una de las personas que recuerdo en particular es la activista norteamericana Marian Wright Edelman, quien consiguió ser la primera mujer afroamericana abogada. Me dijo que considera que todas las personas tenemos que “abrir el sobre de nuestra alma” y preguntarnos cuál es nuestra misión en la tierra. Y yo, que soy madre, también deseo que mis tres hijas descubran esa voz que es el motor de la vida; sea la justicia social, el arte u otra cosa. Todos tenemos un don para compartir con los demás.

¿Cuáles cree que son los derechos más vulnerados en el mundo?
Diría que la violencia doméstica es el mayor problema al que se enfrenta la comunidad internacional. Fortalecer a la mujer es el objetivo número uno para mejorar la estabilidad de una comunidad económica, la Educación, la salud, la tasa de mortalidad infantil, y cualquier indicador social.

¿Por qué se decidió a ser activista pro Derechos Humanos?
En mi infancia y la primera etapa de adulta presencié varios acontecimientos violentos: el asesinato de mi padre, de mi tío y de Martin Luther King; la violencia doméstica en la casa de una amiga, la muerte por Sida de un muy buen amigo y dos amigas violadas. Me costaba mucho procesar estos acontecimientos. Los encontraba horrorosos y perturbadores, y me sentía impotente. Esto fue hasta que me incorporé a Amnistía Internacional. Entonces observé la labor de los activistas de Solidaridad, en Polonia; de las mujeres de la Plaza de Mayo, en Argentina… Y entendí que todo este horror y esta repulsión que yo probaba se podía sintetizar en un cuadro único: eran todas violaciones de los Derechos Humanos. Vi que había mucha gente por el mundo que se dedicaba a parar estas violaciones; y que yo también podía.

Supongo que su padre fue un buen ejemplo y le influyó en esta decisión.
Mi padre creía que una persona puede tener el potencial de cambiar el mundo y que cada uno de nosotros tiene esta responsabilidad de intentarlo. Mis hermanos y yo debemos mucho a las generaciones anteriores de nuestra familia que han arraigado las bases de nuestro compromiso para el cambio y la mejora de la justicia social y los Derechos Humanos.

Por su labor, también ha sido persona “non grata” en algunos países.
Se refiere a la República Dominicana. Tenemos en el Centro Robert F. Kennedy la gran satisfacción de haber podido detener una operación del Gobierno de este país que intentó expulsar a unos 80 ciudadanos originarios de Haití, algunos de ellos son la cuarta generación establecida en allí. Pudimos detener esta acción injusta trabajando junto con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Estoy muy orgullosa del resultado conseguido y del trabajo de todos.

No hace falta irse muy lejos para defender la dignidad de las personas. En EEUU sigue abierto Guantánamo, en España está la violencia machista…
No hace falta un pasaporte para luchar por los derechos de la persona y por respetar su dignidad. Desde el Centro Robert F. Kennedy trabajamos en multitud de países, también en mi Estado, Nueva York. La defensa de los Derechos Humanos es un movimiento global, y hay muchas maneras de colaborar en el lugar donde uno viva.

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