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“Se trata de ver qué puede ofrecer la sociedad al mundo educativo y viceversa”

La Universidad Camilo José Cela de Madrid organiza el I Congreso UCJC Educa con el lema Facultades de la Educación: emoción y comprensión. La Facultad de Ciencias Sociales y de la Educación de esta universidad es la responsable directa de este encuentro que tendrá lugar los días 27 y 28 de junio en CaixaForum Madrid.

Estrella MartínezMartes, 10 de junio de 2014
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En vuestro lema aparecen las palabras emoción y comprensión, ¿a qué os referís cuando vinculáis estos dos términos a la Educación?
Hoy en día ya se sabe que sin emoción no hay aprendizaje y, por otro lado, de qué te sirve saber o recitar si realmente no comprendes aquello que sabes. Falta saber aplicarlo, hacer con ello algo útil. Comprender es entender. Emocionar, por su parte, no es una emoción del sentimiento, que también es importante, sino la emoción del cerebro, la que permite transformar. Es importantísimo entender que la emoción está tanto en los argumentos del cerebro como en los sentimientos. Por otro lado, yo creo que también es fundamental pensar qué se debe saber hoy y con qué profundidad. Puede que haya saberes del pasado que hoy carezcan de importancia. Preguntarnos por esto es importante. En las distintas épocas han cambiado los saberes, por decirlo así, y se ha avanzado cuando se ha pensado sobre el saber. Nosotros queremos pensarlo desde la vertiente de la emoción y de la comprensión como ejes centrales.

Decís que uno de los objetivos del congreso es promover un diálogo abierto entre los actores educativos y la sociedad ¿crees que de alguna manera la Educación vive de espaldas a la sociedad?
Yo creo que sí hay distanciamiento. Esto no quiere decir que el mundo educativo no se dé cuenta de que hay aspectos de la sociedad que tiene que alcanzar, pero también hay que darle la vuelta a la pregunta: ¿cuánto de lo que ofrece el mundo educativo está la sociedad preparada para recibir? Muchas veces creemos que es la escuela la que tiene que estar al servicio de la sociedad. Yo entiendo que esto es así en una parte, pero también que hay otra parte en la que es el mundo educativo el que debería dirigir un poco el futuro de esa sociedad generando una nueva cultura. La sociedad está sufriendo, está cambiando mucho, y el mundo educativo debe tratar de adaptarse a esos cambios. Esto es lo que también intentaremos ver en el congreso: qué podemos hacer desde la Educación para adaptarnos a ese cambio social. Pero todavía hay otra pregunta importante: ¿cómo debería mirar la sociedad al mundo educativo? Creo que con un respeto, del que quizás carezca, porque ¿acaso no lo merecemos? Que quede claro que de lo que estoy hablando es de encuentro, no de seguimiento; no se trata de ver quién sigue a quién, sino de tener unos lugares de encuentro donde podamos ver qué puede ofrecer la sociedad al mundo educativo y vicecersa. En definitiva, hablo de un lugar para encontrar respuestas a estas preguntas que nos formulamos.

¿Dónde está el punto de partida para iniciar ese debate del que hablas y hacia dónde se dirige?
El punto de partida y el punto de llegada siempre tiene una palabra, que es el niño o la niña. Este es el fundamento a partir del cual toda acción educativa tendrá un sentido y un significado. Bien mirado desde el futuro y la sociedad, bien mirado desde el presente. Volvemos al tema de todas las cuestiones que tenemos que preguntarnos. Por ejemplo, hoy venía en el periódico que un niño o una niña –no lo recuerdo bien– de 13 o 14 años ha dejado la escuela porque no era feliz y ha creado un sistema educativo en el cual se pretende ser feliz. Este adolescente se pregunta qué sentido tiene que la escuela te enseñe algo si ese algo no contribuye a ser feliz. Esto ha sucedido ahora mismo. Un niño o niña deja la escuela para crear su propio sistema educativo. Esto nos hace preguntarnos si realmente no debemos escuchar más al que aprende y no escuchar tanto al que enseña. La pregunta sería: cuánto escuchamos al que enseña y cuánto al que aprende. Cuánto de lo que escuchamos al que enseña repercute en el que aprende y viceversa. Éstas son las grandes preguntas. Hoy, por ejemplo, creemos que innovar es cambiar de procedimientos, de objetivos, etc. Pues mire usted, uno más uno siguen siendo dos. La grandeza de la innovación es que los 50 alumnos que tengo lleguen a decir todos que uno más uno son dos, todos lleguen a un éxito del resultado en el aprendizaje. Lo que cambia en la innovación no es el objetivo, sino el procedimiento, y esto es lo que tenemos que discutir ¿los procedimimientos que tenemos apoyan el aprendizaje o son arcaicos y medievales para nuestra época? Esto es lo que nos tenemos que preguntar.

Hablas del protagonismo absoluto del niño y de la niña, ¿hemos perdido esa concepción del alumno como centro del proceso educativo o nunca lo hemos tenido?
Los paradigmas en los que nosotros nos hemos desenvuelto no han demostrado científicamente su valía. Aquellos paradigmas que han demostrado científicamente su valía no han sido todavía incorporados al sistema educativo y ahora estamos intentando ver cómo podemos incorporarlos. Por otro lado, siempre nos ha preocupado un paradigma que es qué vamos a enseñar desde el cerebro del docente. A nosotros nos preocupa mucho y creemos que tenemos que empezar a enseñar desde el cerebro del que aprende. Este cambio de mirada es al que tenemos que atender y ver cómo podemos hacer que esto sea posible. Con esto no quiero decir que no se haya atendido al niño, sino que se ha atendido con la mirada del adulto. El problema es ése, que yo no he hecho coincidir mi mirada con la mirada infantil, lo que he hecho ha sido hacer coincidir la mirada infantil con la mirada del adulto.

Como Facultad de Educación, ¿qué hacéis vosotros, sirva de ejemplo el congreso, para que el sistema educativo crezca?
Primero hay que partir de la reflexión y de la investigación permanente sobre la formación inicial del maestro. Esas reflexiones te llevan a preguntas sin respuesta algunas veces y citas, como este congreso, hacen que esas respuestas te lleguen. Por otro lado, lo que nosotros intentamos crear de la mejor manera es un puente real entre la Facultad de Educación y los colegios, los sitios donde nuestros alumnos van a desempeñar su función profesional. También hacemos seminarios que completen la formación de nuestros estudiantes, por ejemplo.

¿A qué te refieres con un puente real?
Del mismo modo que el médico da una clase por la mañana y opera por la tarde, queremos que el profesor de Magisterio sepa de lo que habla haciendo una práctica real, delante de sus alumnos de Magisterio, con los niños a los cuales se dirige ese estudio. Esto es fundamental. Les decimos que tienen que enseñar a aprender para aprender a enseñar. Por otro lado, también los niños vienen aquí, a la facultad, y así ven cómo es un poquito la realidad educativa a la que luego se van a enfrentar en un futuro. Nosotros queremos hacer real esto, construir un puente hacia lo que se van a encontrar, que es para lo que les vamos a enseñar. Lo que no queremos es que las escuelas de Magisterio sean el único lugar de aprendizaje. Esto sería lo peor para preparar al alumno. No hay que perder esa voluntad de seguir aprendiendo, tenemos que poner a disposición de todos nuestros alumnos la capacidad de observación y crítica. Sería bueno que las escuelas de Magisterio ofrecieran diferentes alternativas de conocimiento y dijeran: se hace así y también así y también así… Creo que eso mediría el éxito de cualquier acción educativa: los “también”.

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