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“La enseñanza es un equilibrio entre aspectos creativos y rutinarios”

Durante su etapa al frente de la Qualifications and Curriculum Authority británica, Mick Waters apostó por una forma de enseñar flexible en la que primaran la innovación, el profesionalismo y la creatividad del profesor.
Rodrigo SantodomingoMartes, 13 de enero de 2015
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(Foto: Jorge Zorrilla)

Capaz de mejorar los resultados de las escuelas de Manchester en un % y aún así escéptico ante la obsesión por los datos en la inspección educativa. Defensor de la flexibilidad en todas las facetas de la vida escolar pero estricto en cuanto a los principios que deben guiar la práctica educativa. Así es Mick Waters, todo un gentleman de suaves modales y voz afable que huye del maniqueísmo tan habitual en el mundo de la enseñanza para abrazar el debate y las verdades relativas. Durante años fue el máximo responsable de la Qualifications and Curriculum Authority en el Reino Unido, cargo desde el que procuró impregnar de innovación y profesionalismo al nuevo curriculum de Secundaria. Alejado de la política, hoy se erige como una de las voces más respetadas de la Educación británica.

¿Encontró mucha oposición al dar a conocer el nuevo currículum?
nRespuesta. La mayoría estuvo a favor en líneas generales, ya que habíamos pasado mucho tiempo construyendo consenso y preguntando a la gente qué cambios consideraban apropiados. La oposición giró en torno a algunos detalles: qué autor, qué período histórico, etcétera, quedaban fuera o dentro.

Tras presentar el currículum, usted se embarcó en una larga gira con el fin de dar a conocer sus novedades entre la comunidad docente. ¿Cómo reaccionaron los profesores? ¿Se mostraron escépticos, entusiastas?
La verdad es que invertimos mucho tiempo en ayudar a comprender qué ofrecía. El profesorado reaccionó de forma muy positiva ante los contenidos, lo que se supone que tendrían que enseñar a los alumnos. Sí mostraron preocupación, sin embargo, sobre cómo podría afectar a los exámenes externos, las pruebas de nivel, las league tables (tablas de clasificación)…, ya que la reputación del profesor depende de esto. Siempre existe esa tensión entre lo que uno espera que aprendan los estudiantes y lo que piensa que va a aparecer en las pruebas que otros diseñan.

¿Se arrepiente de algo durante sus años al frente de la Qualifications and Curriculum Authority?
Me arrepiento de… (larga pausa). Los chicos de ahora necesitan una Educación que mire hacia el futuro, y la mayoría de la gente tiene una imagen de la escuela que mira hacia el pasado, hacia sus propias experiencias. El mayor problema al planificar lo que deben hacer los alumnos de ahora es que no nos atrevemos a experimentar, a llevar las cosas un poco más lejos. Existe mucho miedo a tratar a los niños como conejillos de indias. Así que diría que mi gran frustración fue quizá que no fuimos capaces de ir lo suficientemente lejos a la hora de plantear un aprendizaje mo­derno.

¿Piensa que muchos profesores no se sienten cómodos con la idea que usted tiene de la docencia, es decir, como algo esencialmente creativo? ¿Que prefieren una forma de enseñar más mecánica?
En realidad, para mí la enseñanza es un equilibrio entre distintos aspectos, algunos muy creativos y otros más rutinarios. En ocasiones hay que desafiar a los niños; en otras, tenemos que asegurarnos de que no fracasen, de que aprendan tal o cual contenido. Existen momentos muy excitantes y otros bastante aburridos. Lo que siempre he intentado transmitir al profesor es que dispone de un enorme repertorio y un espectro muy variado de estilos docentes. Tenemos que enseñar de tantas formas como sea posible para conseguir que cada alumno progrese lo máximo que pueda.

¿Y se anima desde arriba a que el profesor siga esa senda de constante innovación?
Como decía antes, hay mucho temor a mirar hacia el futuro. Por eso el sistema tiene que permitir que el profesor haga cosas nuevas. Uno de los grandes problemas de poner tanto énfasis en las league tables, la inspección, etcétera, es que la gente teme hacerlo mal, y, en consecuencia, se muestra reticente a experimentar. La Educación tiene que encontrar un equilibrio entre hacer lo que sabemos que funciona y buscar nuevos caminos que quizá sean mejores.

Entonces, ¿la obsesión por examinar y cuantificar resultados es uno de los grandes obstáculos para la modernización en la escuela?
Los exámenes y pruebas de nivel tienen su lugar. El problema es que nos hemos entusiasmado demasiado con ellos, y en ocasiones utilizamos sus resultados para objetivos equivocados, cuando el único fin debería ser ayudar al alumno a progresar.

Usted se ha mostrado muy crítico con ese tan sofisticado modelo de rendición de cuentas, con datos de todo tipo, que hace único al sistema educativo inglés.
No veo inconveniente en recolectar datos, pero sí en comparar escuelas entre sí, que es lo que hacen las league tables. El problema con éstas es que, si permites que los padres lleven a sus hijos a los centros con mejores resultados, estás creando un pecking order (sistema jerarquizado de organización social), donde los alumnos que acuden donde nadie quiere ir sienten que están fracasando por el hecho de ir allí. Con frecuencia los políticos quieren utilizar datos muy simples para explicar procesos muy complejos. Y la realidad es que, en Educación, muchas cosas no se pueden medir con números. Pero si sólo cuenta lo que se puede cuantificar, uno tiende a enseñar aquellas cosas cuyo aprendizaje es posible reflejar numéricamente. Si no puedes medir el aprendizaje en música o en las artes, pues no se enseñan. Si en matemáticas hay cosas cuantificables y otras que no lo son, se enseñan sólo las primeras. Esto conduce a una experiencia de aprendizaje distorsionada. Pienso que en Inglaterra y otros países existe la conciencia de que se ha ido demasiado lejos respecto a la evaluación cuantitativa, pero no sabemos cómo salir del atolladero. En parte, porque habría que admitir que se han cometido errores, lo que no siempre es fácil.

¿Qué me dice de ese estilo de aprendizaje tradicional basado en memorización y las rutinas? ¿Tiene su lugar en la escuela del siglo XXI?
No hay nada malo en aprender de memoria y por repetición. En ciertas cosas, sólo mejoramos si practicamos y practicamos una y otra vez. Aunque sí pienso que muchos estudiantes se desinteresan por la escuela y se desmotivan cuando ven que no avanzan, y, por desgracia, parece que los adultos tenemos la idea de que los alumnos a los que le cuesta mucho algo, lo único que pueden hacer es seguir intentándolo hasta que lo hagan bien, cuando quizá deberían intentar otra cosa. Uno se descorazona si siempre fracasa: entra en un círculo vicioso y deja de contemplar el éxito como una posibilidad.

Por lo que he leído, usted mismo vivió algo parecido durante sus años de estudiante…
Sí, cuando era adolescente, no era demasiado bueno en muchas cosas, y la escuela se encargaba de hacérmelo saber. Probablemente era casi un fracaso, no un fracaso total, sólo casi un fracaso… Hasta que no crecí un poco no comprobé que podía hacer muchas otras cosas, pero antes tuve que saber que existían… Más tarde, cuando me hice profesor, me di cuenta de que algo clave era mantener el interés del alumno durante el mayor tiempo posible. Es el interés lo que vincula al estudiante con la escuela.

En su opinión, los intereses electorales son uno de los grandes males que acechan a la escuela. ¿Cómo intentaría persuadir a la clase política de que el corto plazo es malo para la Educación?
No es tarea fácil persuadir a los políticos. Lo que más les interesa es el poder y cómo mantenerlo, así que lo normal es que ofrezcan a la gente respuestas cortoplacistas a los problemas, ya sea en Educación u otras áreas. Muchos gobernantes ansían encontrar esa gran solución al sistema educativo, quieren ser conocidos como la persona que trajo ese nuevo test, o que desarrolló esa nueva forma de escolarización. Lo que sabemos es que ir en una dirección con un partido, y en la otra con el siguiente, y luego vuelta a empezar… no ayuda precisamente. No sólo eso: tanto cambio constante hace que entre el profesorado aflore el resentimiento. Lo ideal sería llegar a un consenso que no incluya absolutamente todos los detalles sobre cómo los docentes tienen que hacer su trabajo.

¿Resulta ingenuo pensar que un consenso nacional en Educación es posible?
Desde luego se antoja muy difícil, aunque podríamos llegar a un acuerdo nacional sobre qué queremos para nuestros jóvenes en líneas generales y pedir a la escuela que alcance esos objetivos. Lo que ocurre es que desde arriba no se confía en el profesor, así que los políticos se empeñan en hacer pequeñas leyes para pequeñas cosas, y eso crea mucha frustración. En lugar de entrar en los detalles, merecería la pena construir un consenso entre políticos, padres, profesores, empresarios… que diera lugar a un plan para, digamos, ocho años, diez años.

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