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Un estudio propone sustituir los sexenios docentes por los resultados de los alumnos

El informe Reflexiones sobre el sistema educativo español propone sustituir los viejos métodos de evaluación del profesorado, como los sexenios o la asistencia a cursos, por métodos más avanzados basados en los resultados de los estudiantes. Los autores confían en que “la introducción de pruebas estandarizadas con la Lomce consigan una mayor rendición de cuentas y evaluación en la tarea educativa”.
Adrián ArcosJueves, 18 de junio de 2015
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El profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, Pau Balart, junto a los otros autores del informe.

¿Debe evaluarse al profesorado? Es una de las preguntas que suele salir a la luz cada cierto tiempo. España es uno de los pocos países donde al profesor no se le evalúa de forma habitual. Según el último Informe Talis de 2013, el 36% de profesores de nuestro país nunca ha sido formalmente evaluado por método alguno, cifra más de cinco veces superior a la media de la OCDE (7%), el segundo peor registro entre todos los países. Talis muestra que la información procedente de esa evaluación tiene efectos positivos en el aula. Pero la mayoría de los profesores españoles trabaja en centros en los que apenas se producen consecuencias una vez realizada su evaluación formal.

Precisamente la semana pasada se volvió a hablar de la evaluación docente con la presentación del informe Reflexiones sobre el sistema educativo español, coordinado por la Fundación Europea Sociedad y Educación. El estudio plantea que “ya que el profesorado constituye el mayor componente presupuestario de los centros educativos, será importante asignar el capital humano más adecuado para realizar la labor educativa y llevar a cabo una evaluación que permita crear los incentivos necesarios para asegurar la efectividad docente”.

En el informe, Pau Balart, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M), firma junto a Antonio Cabrales, de UCL Economics, el capítulo dedicado a la evaluación docente. Balart se hace la pregunta de cómo detectar un buen profesor, y tiene claro que “los inputs y características observables del profesor no son indicativos del grado de eficacia de la labor educativa”. El profesor de la UC3M se refiere a las medidas tradicionales como hacer depender la remuneración de los docentes de su nivel de estudios o de la acumulación de sexenios, de su participación en cursos y seminarios o su experiencia.

Para Balart, “esta no es la mejor manera de evaluar la labor educativa”. En primer lugar, las características observables de los profesores en las que tradicionalmente se ha basado tanto la evaluación como la selección del profesorado no están asociadas a unos mejores resultados educativos. En segundo lugar, incluso si los inputs tuvieran poder explicativo sobre la efectividad docente, una evaluación basada en el nivel de estudios u otros méritos previos no proporciona ningún incentivo a la mejora de la efectividad docente.

Encuestas a alumnos
Otro método común de evaluación del profesorado, sobre todo en instituciones de Educación Superior, son las encuestas de satisfacción docente. Según Balart, “a diferencia del método anterior, este presenta la ventaja de basarse en outputs de la actividad educativa en lugar de en los inputs, aunque no existe evidencia sobre la relación entre las valoraciones que los estudiantes hacen de la labor educativa de un profesor y su efectividad a la hora de transmitir conocimientos. Cabe la posibilidad de que los alumnos no basen su evaluación en la capacidad educativa del profesor sino en otros aspectos como podrían ser su simpatía, amabilidad, agrado o dificultad de la asignatura, e incluso laxitud a la hora de calificar a los alumnos”.

El valor añadido
Por este motivo, Balart recomienda una evaluación docente basada en los resultados de los alumnos (outputs). Uno de estos métodos consiste en el cálculo del valor añadido del profesor, es decir, la evaluación de la labor docente basada en el rendimiento futuro de los estudiantes. El problema de este método radica en la falta de datos educativos que impida llevar a cabo este tipo de evaluación en gran parte del sistema educativo español. Balart confía en que “la introducción de pruebas estandarizadas con la Lomce sea vista como una oportunidad para mejorar la información y la disponibilidad de bases de datos, lo cual permitiría conseguir una mayor rendición de cuentas y evaluación en la tarea educativa”. El profesor de la UC3M destaca también que “centralizar y publicar este tipo de datos no supondría un coste elevado y permitiría sentar las bases para una mejora del sistema educativo”.

A pesar de su eficacia en la evaluación docente, el método del valor añadido no es aplicable a la hora de decidir la contratación de profesores noveles, ya que no tienen experiencia con alumnos. Sin embargo, teniendo en cuenta la importancia de la experiencia durante el primer año en la mejora de la efectividad docente, Balart ve lógico “intentar establecer un sistema de entrada de nuevos profesores que facilite, por un lado, la adquisición de experiencia por parte de los nuevos profesores, y que al mismo tiempo limite la exposición de los alumnos a los profesores que todavía se encuentran en su primer año de ejercicio”.

Papel de los directores
Pau Balart propone, por último, “una mayor autonomía de los centros como una alternativa o complemento a la evaluación basada en el valor añadido del profesorado”. Esta propuesta se basa en la evidencia empírica sobre la capacidad de los directores de los centros para identificar cuáles son los profesores con mayores y menores niveles de efectividad docente.

A MÁS AÑOS DE INFANTIL, MEJOR RENDIMIENTO EN MATEMÁTICAS
En España la Educación Infantil es voluntaria entre los 0 y los 5 años y gratuita a partir de los 3 años para todas las familias que eligen el sistema de provisión pública, ofertado por centros públicos y concertados. El informe Reflexiones sobre el sistema educativo español abre interrogantes acerca del carácter voluntario y no gratuito de esta etapa. Es decir, se pregunta si existen otras variables que influyen en la decisión de las familias de enviar a sus hijos más o menos años a esta etapa educativa y que al mismo tiempo afectan al rendimiento académico de los hijos. Si la asistencia a Educación Infantil no es exógena, la estimación directa de su impacto sobre el rendimiento académico de los alumnos ofrecerá dudas sobre la validez de los resultados.

En el trabajo, el profesor de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), Daniel Santín, analiza el impacto que los años de asistencia a la Educación Infantil tienen sobre los resultados académicos en Primaria, controlando la posible presencia de endogeneidad. Para ello utiliza datos provenientes de la Evaluación General de Diagnóstico realizada por el Ministerio en el año 2009 a alumnos de 4º de Primaria.

Experimento natural
La principal ventaja y particularidad de esta base de datos es que proporciona, para un conjunto de centros educativos, información sobre dos grupos del mismo curso y pregunta al director del centro si la asignación de alumnos a estos grupos se realiza o no de manera aleatoria. De esa forma, por azar habrá un grupo que de media tenga más años de Educación Infantil que el otro. En ese sentido, esta diferencia puede ser interpretada como el tratamiento en un experimento natural que permite identificar de forma exógena variaciones en los años de asistencia a Educación Infantil y analizar cómo estas diferencias afectan al rendimiento académico entre los dos grupos.

Los resultados muestran que los años recibidos de Infantil afectan significativamente y de forma positiva al rendimiento académico de los alumnos en 4º de Primaria. Esta evidencia podría sugerir que la Educación Infantil tiene un claro carácter formativo y no meramente asistencial. Más concretamente, el principal resultado de este trabajo muestra que una diferencia media de un año de asistencia a Educación Infantil entre dos grupos de alumnos que pertenecen al mismo centro, produciría una ganancia de un 6% en el resultado medio en matemáticas y de un 4,4% en lectura. Asimismo, los resultados muestran un efecto negativo cuando la Educación Infantil comienza después de los 3 años. En cuanto a la Educación Infantil de primer ciclo (entre los 0 y los 2 años), Santín encuentra un efecto positivo y significativo solamente sobre el resultado en matemáticas.

Ampliar hasta los 2 años El profesor de la UCM asegura que, “dado que la Educación Infantil importa, debería plantearse una ampliación de la gratuidad de esta etapa a los 2 años”. En caso de que los recursos presupuestarios disponibles no sean suficientes, Santín propone al menos “aumentar las becas para escolarizar de forma temprana a aquellos alumnos socioeconómicamente más desfavorecidos que son quienes tienden a no asistir a esta etapa de escolarización”. Además, el profesor plantea la necesidad de “analizar, mediante métodos experimentales, las distintas actividades pedagógicas y lúdicas que se realizan en el aula para promover una mayor calidad y homogeneidad entre los centros que permita incrementar el retorno de esta etapa educativa”.

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