Cómo educar a tus alumnos en una libertad responsable

José Mª de Moya
Director de Magisterio
19 de abril de 2016
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Los que nos dedicamos a la Educación, tanto en la faceta de profesor como en la de padre, nos debatimos frecuentemente entre dos obsesiones. La de desentendernos irresponsablemente de la vida “privada” de nuestros alumnos/hijos o la de pretender tenerles bajo estricto control. Ambos enfoques son igualmente perniciosos porque, como me gusta repetir, la Educación es equilibrio. Me propongo argumentarlo, aunque sea brevemente, a partir de un delicioso capítulo que el papa Francisco ha titulado “Fortalecer la Educación de los hijos” dentro de su última Exhortación Apostólica. Sirva para abrir boca porque verán los apasionados de la Educación que no tiene desperdicio.

El papa Francisco inicia la discusión redefiniendo la tarea de educar como “generar procesos más que dominar espacios. Si un padre está obsesionado por saber dónde está su hijo y por controlar todos sus movimientos, solo buscará dominar su espacio. De ese modo no lo educará, no lo fortalecerá, no lo preparará para enfrentar los desafíos. Lo que interesa sobre todo es generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduración de su libertad, de capacitación, de crecimiento integral, de cultivo de la auténtica autonomía”. Obvio decir que donde se lee “hijo” debe entenderse educador, maestro, orientador…

Por tanto, no se trata de lograr que mis alumnos reproduzcan como loros comportamientos correctos sino que, como resultado de un proceso de maduración de su libertad, decidan hacer lo correcto. Este momento tiene algo de misterioso, algo de salto al vacío que deben dar –solos y de la mano– el maestro y su alumno, el padre y su hijo. Nos adentramos, queramos o no, en el misterio de la libertad humana y de la Educación del ser de la persona. Porque “la gran cuestión –continúa el Papa– no es dónde está el hijo físicamente, con quién está en este momento, sino dónde está en un sentido existencial, dónde está posicionado desde el punto de vista de sus convicciones, de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de vida”. Lo que nos lleva irremediablemente a los educadores a preguntarnos dónde estamos nosotros desde el punto de vista de nuestras convicciones, objetivos y deseos. Nadie da lo que no tiene.

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