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“El diseño de nuestras escuelas fomenta las habilidades del siglo XXI”

Nada que ver con cualquier escuela que hayas visto hasta ahora. Una completa revolución donde el diseño del espacio físico va de la mano de un profundo cambio pedagógico. Todos los alumnos tienen que aprender y estar motivados. Lo explica la diseñadora de escuelas Rosan Bosch.
Estrella MartínezMartes, 31 de mayo de 2016
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Parte de la zona de Infantil del Liceo "Europa" de Zaragoza

Rosan Bosch es holandesa, vive en Dinamarca y habla un perfecto español. Tiene estudios en distintos lugares del mundo donde diseñan escuelas, universidades, bibliotecas y alguna que otra empresa como Lego. No le gusta que califiquen su trabajo como escuelas sin paredes, ya que “tienen muchos espacios distintos, no hay pasillos ni aulas, pero tienen una estructura espacial” en la que puedes tumbarte en el suelo, sentarte en una grada o meterte en una cueva. Divertida, comprometida y cercana. En España ha diseñado la zona de Infantil del Liceo “Europa” de Zaragoza. Nos reunimos en Teamlabs, con quienes colabora, un campus educativo de innavión y emprendimiento situado en Madrid.

¿Qué hacía antes de diseñar espacios educativos?
Trabajaba como artista, con arte contemporáneo, diseño y arquitectura, para nosotros era una cosa conjunta y siempre utilizamos el diseño como herramienta para el cambio, tenía ganas de cambiar el mundo.

No es la primera madre que conozco que, tras ver la experiencia formativa de sus hijos, decide implicarse en el terreno educativo.
Están pasando muchas cosas en todo el mundo, estás en unos países árabes y te están hablando de las mismas cosas que en Chicago, que en Madrid. Yo tengo hijos y de repente me di un susto. Mi hijo que era tan curioso… Los niños son casi como máquinas de aprendizaje y después los pones en una escuela y ves que están estro-peando las ganas de aprender. Muchos padres asumen que tiene que ser así, que es una verdad que no se puede cambiar, pero yo pienso que sí, sí que se puede cambiar, no es tan difícil.

En su caso venía de una experiencia diferente en una escuela Montessori.
Sí, desde los 6 a los 12 años. Luego en mi pueblo no había escuelas así para continuar y tuve que pasar a una normal. Lo pasé muy mal (se ríe). Todos los de Montessori tuvimos que aprender cómo se comporta una escuela normal, no entendíamos nada, fueron unos años de lucha (recuerda entre risas) porque no entendía sus prioridades y planteamientos.

¿Por qué es tan importante el espacio en una escuela?
nInfluye en cómo nos sentimos emocionalmente, cómo nos comportamos, nos movemos, nos comunicamos. Yo puedo diseñar un espacio que haga que se trabaje mejor en equipo, por ejemplo. También trabajamos con la luz para hacer que te puedas concentrar mejor.

Pero sus escuelas son más que un cambio estético bonito, es una revolución pedagógica total.
Sí, realmente lo más importante es el aprendizaje. Tenemos que preguntarnos por qué están alumnos y profesores en una institución educativa. Los alumnos están para prepararles para el futuro, ¿no? Qué habilidades necesita una persona del siglo XXI.

Y sus diseños fomentan esas habilidades.
Eso es. Tienes que poder trabajar en equipo, colaborar con otros, interactuar con gente de otra cultura, que habla otro idioma, que está en el otro lado del mundo. Tienes que aprender a cómo aprender de tus errores. Y lo más importante, los niños tienen que salir de la escuela con una pasión por aprender. Con nuestros diseños trabajamos el espacio para facilitar los principios pedagógicos. Queremos conseguir que el alumno quiera estar en la escuela, que esté motivado.

Pínteme con palabras una de sus escuelas.
Te cuento un caso que viví. Tienes 10 años, llegas a la escuela a las 8. Sabes que a las 9 te vas a encontrar con tu grupo debajo del Árbol. Entras, pones tu chaqueta y tus cosas, has quedado con tus amigos detrás de la Torre de Babel, donde están todos los libros, porque tenéis que buscar infomación para construir un dron en casa. No te sale muy bien y necesitas reunirte con tus amigos para pedir ayuda e intercambiar información. A las 9 te encuentras con tu profe porque tienes una lección de Inglés. Después tienes que hacer una película para enviar a tus amigos que están en Inglaterra porque tienes un intercambio con ellos. Así que después de estar con el profesor, te vas con tu grupo dentro de la Cueva –de un metro y medio de altura– porque ahí estáis tranquilitos y además hay una pantalla grande. Buscáis vídeos de YouTube que os darán ideas para la película que tenéis que hacer. Luego vais a dar una vuelta por la escuela y en el Desierto, que es como un paisaje con una escalera-grada con niveles distintos, os encontráis con Ana y sus amigas y les pedís que participen en el vídeo. Vais a la Pequeña Casita donde hay habitaciones pequeñas cubiertas de madera con unas ventanas y unas sillas confortables para que nadie os moleste. Allí grabáis a Ana y a sus amigas y después os vaís al Estudio de Sonido para montar el vídeo. A las 11:30 os encontráis de nuevo con el profesor debajo del Árbol y tenéis una sesión donde cada grupo enseña su vídeo. Después te dan una hora de trabajo con tu proyecto matemático antes de irte a comer. Vais a una sala que para discutir fórmulas mientras jugáis al ajedrez, os sentáis en una mesa completamente normal o en el suelo o coges una tienda de campaña de las que se montan rápidamente y os vais a una esquina porque necesitáis estar un poco solos, tener vuestro espacio. A esto unimos salir al exterior, cada alumno tiene que pasar como mínimo el 30% del día fuera en un país nórdico, también en invierno, así que aquí un 60% por lo menos.

Suena como un paraíso para los alumnos.
También hay muchos profesores con ganas de trabajar en equipo, de colaborar con sus compañeros, que sienten que si no su trabajo en el aula es solitario. A ellos también les hace falta una escuela como la nuestra, no es una cosa únicamente de niños.

Sin embargo, el reto es grande, el profesor tiene que aprender a trabajar en ellas.
Sí, es un cambio de comportamiento, un proceso de aprendizaje para profesores, alumnos, padres y sociedad. Cuando una escuela nos contacta, hacemos una investigación sobre su situación –no solo física, también si los alumnos van a clase, si los profesores están contentos, qué metodologías emplean, etc.– y nos reunimos varias veces con los profesores, vemos lo que quieren, sus problemas y hacemos nuestras propuestas. Trabajamos juntos. Es evidente que tú no puedes hacer estos cambios físicos tan grandes si no cambias también pedagógicamente y la manera de organizarse. Hay veces que en vez de hacer todo a la vez, vamos por partes. Diseñamos un único espacio, por ejemplo la biblioteca, y cuando este espacio resulta un éxito, empezamos a implementar los cambios más grandes.

Dos de las críticas que le dirigen son que en sus escuelas tiene que haber un problema de ruido y que deben ser caras.
El ruido tiene que ver con la manera en que trabajamos. El ruido es un problema de la escuela normal, que está diseñada para que uno hable y el resto escuche, pero no para trabajar en grupos con todo el mundo hablando a la vez. Mucha gente haciendo cosas distintas en el mismo espacio (aula), en las nuestras no es así. Tenemos espacios para que el profesor hable al grupo sin interferencias y espacios para trabajar en pequeños grupos, por ejemplo. Tenemos sitios a donde ir para estar más tranquilo y al contrario, para hacer más ruido, como bailar y cantar. A los alumnos y profesores hay que darles la posibilidad de ir a distintos sitios. Se trata también de que los alumnos aprendan de la manera que es mejor para cada uno. Los habrá que se concentren mejor solos, otros con música, etc. Es una cuestión de programar. Alumnos y profesores conocen las reglas de cada espacio y las respetan. Los alumnos van a un espacio de concentración cuando lo necesitan y saben respetar que el que está allí no quiere ruidos, saben que su compañero está trabajando. En cuanto al dinero, es una cuestión de prioridad, no es tan caro como parece, trabajamos probando cosas distintas, utilizando materiales que ya había… Lo que más cuesta es cambiar de mentalidad. Cuando realmente haces el cambio y quitas las aulas, necesitas menos espacio, y ahí ahorras.

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