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Música para que todos los niños cambien el mundo

"Nos salió al encuentro, era una niña chiquitilla, tendría unos 7 años. Me dio un papelito que decía: ‘Me llamo Joy y necesito que me apadrines’. Quería ayuda para estudiar.
Estrella MartínezMartes, 24 de mayo de 2016
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Empezamos a hacerle preguntas para ver si era verdad, si la enviaba alguien y nos pareció que lo que decía era cierto, así que al día siguiente fuimos a La Escuela Orfanato New Life Center de Uganda, un centro de caridad donde Joy acudía como oyente”, recuerda Almudena Barbero, presidenta de la Fundación Nruzi Daima.

“Es una escuela que acoge casos especialmente graves de niñas, algún niño también, para evitar situaciones de abusos, maltrato… La escuela permite a los niños que acudan aunque no paguen nada, lo que no puede aportarles es uniformes, libros, derechos de examen ni de comida”, explica Barbero, “y eso es lo que aportamos no-sotros a través de las becas” de la fundación.

Joy resultó tener además una voz prodigiosa y ser la que “escribe todas las canciones del Coro Safari”, que pertenece a la escuela. Precisamente el objetivo fundamental de la fundación es “dar voz y voto a la infancia”, apunta Almudena. “Trabajamos con la ilusión de crear una red social para que todos los niños del mundo puedan ser copartícipes de la construcción de un mundo nuevo”. En la fundación “nos encontramos con propuestas sorprendentes de los niños de zonas rurales, por ejemplo, a los que lo que les falta realmente es el medio para poder contarlo. Tenemos niños que han creado cambios comunitarios tremendos o que tienen ideas que probablemente puedan tener un gran impacto y lo que a lo mejor les falta son los medios o el respaldo, el apoyo para llevarlas a cabo”. Aunque “los niños parezcan pequeños, tienen una forma de ver el mundo que nosotros hemos olvidado y pensamos que con ellos podemos escribir una historia diferente, escuchándoles e intentando darles el apoyo para llevar a cabo sus ideas”.

Coro Safari
La fundación realiza también proyectos relacionados con derechos humanos, apoyo a la mujer, a ancianos, concesión de microcréditos, desarrollo comunitario, etc. Entre sus tareas también se incluye su implicación con el Coro Safari de la escuela de Joy. En España, sin embargo, trabajan la sensibilización y la creación de “vías de comunicación y acercamiento de realidades”, tareas en las que el Coro Safari tiene un lugar primordial.

Mamá Debora, fundadora de la escuela, “había cantado en coros, le encanta la música, tenía esa filosofía, así que no-sotros simplemente nos unimos” aportando una nueva posibilidad a esta actividad: “Trabajar en canciones pensando también en los niños de España para conseguir que los niños del coro sean mucho más que los pobrecitos niños negritos que bailan muy bien con sus tambores”, defiende Barbero.

La idea es que los niños de aquí “entiendan que la globalización ha hecho que los niños del Coro Safari también escuchen canciones modernas y, al incluirlas en su repertorio, los niños de aquí y de allí pueden sentirse más identificados”. En esta línea han preparado un repertorio para trabajar con los niños españoles, se están haciendo conciertos conjuntos con escuelas y corales de aquí. “Cada canción transmite un mensaje, es un altavoz de una temática concreta. Por ejemplo, Looking for paradise de Alejandro Sanz para nosotros es el grito por todos los inmigrantes y refugiados”. También hay una canción en honor a las mujeres, otra para los niños enfermos o sobre las guerras –“algunos de nuestros niños son exsoldados”–, y todo “desde la alegría, cantamos sin dramas realidades que existen”, apunta.

El coro compuesto por 28 niños de entre 8 y 15 años, que representan a los 270 de la escuela orfanato, ha pasado por Madrid y ahora está en Barcelona. En todos sus conciertos han compartido escenario con niños españoles, que se han sumado a su propuesta musical participando en una de sus canciones. Han estado en seis centros de Madrid, como el “Virgen de Europa”, y en Cataluña estarán en 15.

Este viaje a España ha sido el primero en la vida de estos niños. “A mí me sigue sorprendiendo verlos aquí ya con zapatillas, chaquetas, pantalones. Porque allí en realidad tenemos lo mínimo de lo mínimo. Traíamos una bolsa de asas para las pertenencias, porque tampoco había mucho que traer. Ahora, sin embargo, ya tienen todos mochilas, nos han dado ropa para repartir, y están felices”. Están viviendo en casas de niños españoles, “se han sentido súper queridos”. No paran de descubrir cosas, como la ducha, los ascensores.

Apadrinar un niño es más que darle comida y la posibilidad de ir al cole, “lo que necesitamos es gente que dé la oportunidad a estos niños de ser lo que quieren ser”, concluye Barbero.

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