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José Antonio Marina: Superar antiguos enfrentamientos entre modelo neoliberal y socialista

Viernes, 24 de junio de 2016
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Hay ideas que de tanto repetirlas se convierten o en un tópico o en un mantra. Una de ellas es la de “pacto educativo”. Todo el mundo reconoce la necesidad del pacto, cifra en él la solución a nuestros problemas escolares, y dice quererlo. ¿Por qué, entonces, no lo hemos logrado? Este es el tema que mi equipo y yo estamos estudiando en este momento, revisando la historia de nuestras leyes educativas, los apoyos y críticas que recibieron, las sucesivas intentonas de pacto y los motivos porque fracasaron. Una vez más, la historia nos permite comprender el presente.

En realidad, ya hemos tenido un “pacto educativo”: el reflejado en el artículo 27 de la Constitución. La dificultad de conseguirlo y su inestabilidad mostraron la complejidad del asunto, que deriva de un enfrentamiento ideológico que hunde sus raíces en el siglo XIX. Secularmente se han enfrentado en España dos concepciones de la Educación, que han ido articulándose en sendos modelos que han esclerotizado los rasgos propios y caricaturizado los ajenos. Eso ha hecho que al final no se enfrenten dos realidades, sino dos exageraciones identitarias, lo que hace muy difícil cualquier acuerdo.

Simplificando podríamos denominarlos “modelo neoliberal” y “modelo socialista”. El enfrentamiento se da en los siguientes términos. Calidad frente a equidad. Libertad de elección frente a igualdad del derecho a la Educación. Desconfianza ante el Estado frente a confianza en el Estado. Elogio del esfuerzo y la excelencia frente a desconfianza de la ideología del esfuerzo y la excelencia. Crítica a la pedagogía frente a confianza en la pedagogía. Pluralidad educativa frente a monopolio de la enseñanza pública. Derecho a elegir la propia moral, frente a derecho del Estado a defender una Educación cívica universal.

Esta oposición me parece anacrónica y simplista. Por eso, lo primero que hay que hacer para conseguir un pacto es desmontar construcciones históricamente cristalizadas, mecanismos de autodefensa basados en eslóganes más que en evidencias, y posiciones lastradas por sentimientos de impotencia que niegan a la Educación la energía suficiente para superar antiguos enfrentamientos.

Deberíamos haber aprovechado el momento actual, justo antes de las elecciones, cuando los partidos desconocen aún si gobernarán, para firmar una hoja de ruta para la mejora de la escuela. El esquema podría ser el siguiente:

-Convertir la Lomce en una “ley de transición”. Es muy difícil mantenerla, porque tiene a toda la oposición en contra, pero es muy complicado eliminarla sin tener un recambio adecuado. Por eso, la solución menos mala es mantenerla hasta que se haya elaborado una nueva ley por consenso. Para ello habría que conseguir, como de hecho está sucediendo, algunos cambios en los temas más conflictivos.

-Comprometerse a elaborar un pacto educativo en el plazo máximo de seis meses, con la participación de todos los agentes sociales afectados.

-A partir de ese pacto comenzar la redacción de una Ley de Educación consensuada para que dure al menos una generación.

Esta hoja de ruta exige concesiones a todas las partes, por eso creo que debería firmarse antes de las elecciones, cuando los partidos sienten la inseguridad de un futuro incierto. Una vez llegados al poder posiblemente caerán de nuevo en la tentación de querer imponer su modelo, y volveremos a las andadas. Como los docentes tenemos que ser optimistas por naturaleza, por convicción y por profesión, tengo la esperanza de que esta vez se logre el ansiado Pacto de Estado por la Educación.

José Antonio Marina
Profesor, filósofo y autor del Libro Blanco de la Profesión Docente

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