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José Mª Alvira: Un pacto que defina el papel de la sociedad y el Estado

Viernes, 24 de junio de 2016
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Hablar de pacto se está convirtiendo en un planteamiento recurrente. Se diría que en estos momentos no hay institución más o menos relacionada con la Educación que no se refiera a él como una necesidad para el futuro. Algunos venimos pidiéndolo desde hace mucho tiempo, pero hoy parecería que nadie quiere quedarse al margen de una demanda que se está convirtiendo en un clamor social. Hay que ser optimistas: podemos esperar que ese clamor empuje a los diversos actores sociales y políticos a dar los pasos para conseguirlo.

El artículo 27 de nuestra Constitución supuso un verdadero pacto educativo. Fue el resultado de una difícil tarea de consenso, de una voluntad de llegar a acuerdos que superaran enfrentamientos ideológicos enquistados en nuestro país. Recogía el máximo al que se podía llegar en las cuestiones de fondo y, a la vez, un mínimo del que partir para construir un pacto escolar con garantías de futuro. Junto con las sentencias del Tribunal Constitucional que sirvieron para precisar algunos apartados y los acuerdos internacionales suscritos por el Estado español, debe seguir siendo la base para un pacto posterior más completo.

Si se trata de llegar a un acuerdo que dé estabilidad, todas las partes implicadas deben afrontar con valentía las cuestiones de fondo, incluso las más problemáticas. Dejarlas al margen en aras de una solución supuestamente realista y posible, es tratar de engañarse. Si el pacto solo contempla las cuestiones de índole pedagógica, organizativa o curricular, con ya ser mucho, no se habrá llegado al verdadero pacto y, antes o después, volverán a surgir faltas de entendimiento. Entre estas cuestiones, hay una que está en el fondo de muchos desencuentros: el papel de la sociedad civil y el del Estado en el ámbito educativo.

Desde Escuelas Católicas seguimos apostando por un pacto educativo. Para llegar a él hace falta dialogar con todos y no solo, como pretenden algunos, con las personas y grupos afines; se requiere también un ambiente sereno y, por encima de todo, voluntad y generosidad de todos los agentes implicados.

José Mª Alvira
Secretario general de Escuelas Católicas

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