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“No basta con sensibilizar; hay que movilizar las ganas y el esfuerzo”

Como cada año, Save the Children pone en marcha su campaña escolar Kilómetros de solidaridad, que pretende educar en valores a través de la acción, ya que, según su responsable, Juan Guilló, “hay que dar un paso más”.
Laura Gómez LamaMartes, 27 de septiembre de 2016
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Gracias a la movilización de los más de 410.000 niños y jóvenes, que, según figura en la memoria anual, han participado en la XII edición de Kilómetros de solidaridad, se han recaudado más de un millón de euros que ayudarán a mejorar la vida de otros muchos niños; niños que viven en condiciones difíciles de imaginar desde la comodidad de nuestras aulas, en lugares muy distintos y lejanos, como lo son Burkina Faso –objetivo del pasado curso– o Etiopía, próximo objetivo del programa. .

¿Cómo se explica a estos niños una crisis humanitaria?
Como se explica cualquier otro contenido: desde la credibilidad del profesor. Por eso, es tan importante para nosotros que el mismo que enseña matemáticas sea el que enseña solidaridad; porque nosotros queremos que la solidaridad esté integrada de forma natural en el currículum. Yo podría ir a un centro y emocionarles, pero los profesores tienen la credibilidad y saben adaptarse al nivel, ellos son la gran garantía de que el mensaje llega. Nosotros sabemos que el mejor vehículo para los niños es su profesor, porque es capaz de explicar a los niños cualquier cosa. Si confiamos en ellos para que les enseñen todo lo demás, cómo no vamos a confiar en ellos para que les enseñen esto.

¿Qué apoyos recibe el profesor para la sensibilización previa a la actividad?
Una vez inscrito el centro, los profesores reciben el material de apoyo que les ayuda a desarrollar la actividad deportiva –dorsales, diplomas y carné del corredor– y una unidad didáctica con una guía y propuestas una para las diferentes etapas educativas. Después, el profesor, apoyándose en ellas, explica a los alumnos las necesidades de niños de otras partes del mundo. El año pasado giró en torno a Burkina Faso y, este año, el tema será Etiopía y el agua. Los alumnos, a partir de este momento, se convierten en una ONG que trata de buscar patrocinadores entre su entorno más cercano. Es decir: “papá, abuelo, ¿cuántos euros me dais por cada kilómetro que haga?”. Y así, los familiares y conocidos se convierten en patrocinadores de su esfuerzo.

¿Y el día de la carrera se hace una fiesta?
Nosotros proponemos dos días especiales para que se celebren las carreras, que son el 20 de noviembre –Día de los Derechos del Niño– y el 30 de enero –Día de la Paz–, pero se puede hacer a lo largo de todo el año, en el momento idóneo para el centro. De hecho, creo que la última a la que fui se hizo el último día del curso. Pero lo que sí queremos es que sea un día de fiesta, porque ayudar a los demás no es algo dramático; es algo que hay que celebrar.

Entonces, se suele hacer algo más que una carrera…
Algunos corren un kilómetro, otros dan la vuelta al patio. He visto a una escuela infantil que hace un triatlón en el que los niños corren, hacen la parte de la bici en triciclo y la parte de natación tumbados en un monopatín, avanzando con las manos. Incluso he visto un cole de Lugo correr sobre la muralla romana.

¿Se suele implicar todo el centro?
En general lo hace el centro completo, pero también por cursos. Cada centro lo hace a su manera. Por ejemplo, en los IES, es frecuente que lo hagan los de 1º y 2º de ESO. Tenemos uno que, en esos cursos, hacen nuestro programa; en 3º, hacen algo para el Sahara y, en 4º, otra cosa distinta.

¿Y repiten?
Casi todos. Tenemos coles, como el Colegio “Base”, que lleva 12 años con la iniciativa. Este año, es la edición número XIII. Eso significa que hay alumnos que llevan toda su vida escolar aprendiendo a ser solidarios desde su propio esfuerzo. Y, como ese colegio, tenemos 200 más. El CEIP “Verducido” lleva nueve años haciendo la carrera con profes que están creando generaciones donde otra realidad es posible. Todos esto no podría hacerse sin ellos y yo siempre les digo que, mientras haya profesores como ellos, hay dos cosas garantizadas: una Educación en Valores y un mundo mejor, porque, al incorporar la solidaridad en el currículum académico de sus alumnos, la están incorporando su currículum vital, tal y como lo hacen con la fiesta de Hallo-ween o la de final de curso.

¿Y cada año se supera la participación?
Cada curso ha crecido la participación, excepto en los dos años de crisis, que perdimos 200 centros en poblaciones de menos de mil habitantes. Pero los hemos recuperado con creces. Sin embargo, hay que decir que cada vez son más los que se interesan fuera de nuestra convocatoria. A principios de octubre, mandamos 38.000 convocatorias a directores y profesores de Educación Física. Sin embargo, solo en torno al 35% de los profesores que participan (este último año fueron cerca de 30.000) son de esta asignatura. También tenemos 26 centros de Educación Infantil y 19 de Educación Especial, que no convocamos. Este año llegaremos a 1.700 centros. Además, creo que es el programa más extendido en España, llegando desde a la población más pequeña hasta la más grande.

¿Existe un feedback?
Es que la solidaridad no acaba cuando das, sino cuando exiges saber qué se ha hecho con tu esfuerzo. Para nosotros es un ejercicio de transparencia, pero también de egoísmo, porque solo así seguirán siendo solidarios. Por eso, mandamos a los alumnos la publicación Los más jóvenes solidarios, donde les explicamos cómo ha ido la carrera y lo que hemos hecho con su dinero, y a final de curso mandamos una memoria para el profesorado, para que sepan lo que hacemos con su trabajo, publicando el nombre de todos los centros, porque cada uno es importante.

¿Cuánto habéis recaudado en la última edición?
En la memoria pone 860.000 euros, pero hay un desajuste, porque hay coles que no lo han ingresado hasta este último mes, que hemos hecho un total de más de 1.007.000 euros. El dinero lo recogen los profes y lo ingresan en el banco. Después, reciben un diploma y recibo, aunque para nosotros el recibo que más vale es el que le dan cuando llega al banco y hace el ingreso con orgullo.

¿Qué tienen en común vuestras propuestas?
Una idea básica: que la solidaridad se aprende cuando se ejerce. Todos nuestros programas pretenden que el alumno conozca una realidad, la comunique y actúe para cambiarla, porque nosotros pensamos que no basta con sensibilizar, hay que dar un paso más y movilizar, hacer que los alumnos pongan lo mejor que tienen: sus ganas y sus esfuerzo.

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