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“Si los profesores conocen el cerebro van a saber cómo ayudar a los niños”

Uniendo la neuropsicología con la Educación, Álvaro Bilbao, neuropsicólogo del Hospital Johns Hopkins de Baltimore (EEUU), explica cómo es el camino del cerebro a la persona y qué métodos de aprendizaje son los más efectivos en el aula teniendo en cuenta la capacidad neuronal de los alumnos.
Ylenia EspinosaMartes, 25 de octubre de 2016
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Álvaro Bilbao es neuropsicólogo del Hospital Johns Hopkins de Baltimore, Estados Unidos, y colaborador de la Organización Mundial de la Salud. Autor del libro El cerebro del niño explicado a los padres, Álvaro Bilbao ha ligado sus conocimientos neurológicos al ámbito de la Educación, ofreciendo cursos para padres y madres basados en la oportunidad que supone que conozcan cómo funciona el cerebro de sus hijos. Además, Álvaro Bilbao ha protagonizado uno de los ciclos de conferencias de la Fundación Botín, La Educación que queremos. Bajo el título ¿A quién educamos? Del cerebro a la persona, Álvaro Bilbao anima a padres y docentes a conocer el funcionamiento del cerebro de los niños para, en base a ese conocimiento, adoptar mecanismos de enseñanza más eficaces.

Su aportación para el ciclo de conferencias La Educación que queremos, de la Fundación Botín, se titula ¿A quién educamos? Del cerebro a la persona. ¿Podría hablarnos de los contenidos que ha tratado en esta charla?
Lo que hablamos fue, en primer lugar, de qué es lo que caracteriza al niño como ser vivo que tiene tendencia al desarrollo pleno. Les puse el ejemplo de una semilla que de ser algo pequeño acaba siendo un árbol majestuoso. Esto es una tendencia que todos los niños tienen, desarrollarse, aprender y ser felices. A partir de ahí fuimos analizando diferentes estructuras del cerebro que influyen en la Educación, analizamos los últimos descubrimientos que hay en neurociencia de cara a la enseñanza y, en último lugar, vimos cómo vive el propio alumno los desafíos ante los que se encuentra en el siglo XXI, que principalmente son el consumo, las nuevas tecnologías y el estrés.

¿Cómo es el camino para recorrer entre el cerebro y la persona y por qué hay que conocerlo?
Porque, como personas, a nosotros nos define nuestro cerebro, la tendencia que tiene a desarrollarse, la forma que tiene de aprender, aquellas cosas que hacen que pueda caer en ciertas trampas, como pueden ser las adicciones, y también aquellas cosas que hacen que el cerebro se sienta bien o mal. Si los profesores y los padres conocen esos fenómenos van a ser más capaces de comprender a sus hijos y van a saber cómo ayudarlos.

¿Qué utilidad tiene para los padres conocer el cerebro del niño?
Hay muchos ejemplos prácticos que explico en mi libro, El cerebro del niño explicado a los padres. Si sabemos que cuando no cumplimos nuestra palabra a los niños se les activa la misma zona del cerebro que cuando sienten asco, sabremos que están experimentando un rechazo psicológico hacia nosotros. Si entendemos que hay un cerebro emocional y un cerebro racional podremos ayudar al niño a superar sus miedos hablando sobre ellos. A los padres los ayuda encontrar una estructura física que explique los fenómenos psicológicos porque hace que parezcan más reales cuando lo pueden ver en una zona concreta.

¿Puede extenderse esta utilidad a los docentes?
El libro está dirigido a los padres pero los principales lectores son los docentes. De cualquiera de los campos que se tocan –resolución de problemas, empatía, memoria, atención– se pueden extraer conclusiones interesantes y se puede profundizar más si los profesores tienen interés. Hay cosas básicas que van a ayudar mucho a los docentes como por ejemplo cuáles son las estrategias más eficaces para que la memoria recuerde las cosas a largo plazo, que es lo que quieren los profesores, que sus alumnos aprendan y sean capaces de aplicarlo después.

¿Qué ingredientes precisa el cerebro de un niño para desarrollar todo su potencial en el ámbito educativo?
En primer lugar necesita un poco de libertad para que sea él mismo quien vaya explorando. Necesita afecto, el cariño de sus profesores y el de sus compañeros. Un niño, por ejemplo, que esté siendo acosado en clase va a ser muy difícil que pueda tener un desarrollo cerebral pleno porque está viviendo una situación de mucho estrés y eso limita el potencial del cerebro para desarrollarse, está centrado en sobrevivir. También necesita el reconocimiento de que está haciendo las cosas bien, que se está esforzando. Va a necesitar también un componente de asombro, el cerebro aprende cuando siente una emoción y la principal emoción que facilita el aprendizaje es o el reconocimiento o el asombro, la capacidad del cerebro de descubrir que ha aprendido algo nuevo. Por eso es muy importante que los niños aprendan haciendo sus propios materiales, descubriendo las cosas, que las clases sean menos magistrales y más experienciales.

Las innovaciones que se están introduciendo actualmente en las aulas tienen un componente tecnológico, ¿cómo puede afectar a los niños?
Durante los primeros años de vida no es recomendable que los niños estén en contacto con las nuevas tecnologías, esto lo dice la Sociedad Americana de Pediatría y otros referentes en materia de desarrollo intelectual. A partir de ahí los niños pueden ir entrando en contacto con esas tecnologías pero poco a poco. Las tecnologías son adictivas en personas adultas que tienen un cerebro desarrollado, a los niños los estamos atiborrando de estos dispositivos cuando sabemos que el impacto en ellos puede ser mayor. Ahora mismo nos encontramos con niños que tienen mayores problemas de sobrepeso, problemas para controlar impulsos y mayores tasas de déficit de atención. Todos esos problemas aumentan en función del número de horas que pasan frente a las pantallas, por esto es importante educar a los niños en un uso muy responsable de estos dispositivos.

Gran parte del sistema de enseñanza español está basado en la transmisión de conocimientos del profesor al alumno, ¿resulta efectivo este método desde el punto de vista neuronal?
Hay dos partes que hay que tener en cuenta. La primera se basa en que los niños tienen que ser capaces de estar sentados y prestar atención, en este sentido es un modelo que tiene su utilidad. Pero la segunda parte es que hay que combinarlo con otra tecnología educativa que favorezca el aprendizaje. En este sentido creo que lo interesante no sería hacer un cambio radical del sistema educativo sino adaptar las nuevas tecnologías al modelo que ya tenemos, un modelo que ha dado sus frutos.

¿Qué técnicas innovadoras propondría introducir en el aula?
El realizar proyectos, trabajar con los alumnos las habilidades sociales y los valores dentro del aula. Todo esto con actividades o situaciones concretas que estén sucediendo dentro de la clase en ese momento. Por ejemplo, que un compañero se meta con otro, sacar ese tema a relucir y debatirlo en el aula. También sería beneficioso que en todos los colegios hubiera espacios imprescindibles para el aprendizaje de ciertas materias, que, por ejemplo, la Lengua se pueda aprender en una clase donde hubiera libros para que los alumnos pudieran elegir uno para llevárselo a casa. Asignaturas como la Física o las Matemáticas también deberían tener un espacio específico donde se pudiera aprender a través de la experimentación, está demostrado que esto funciona en otros países y no es excesivamente costoso. Por último, es importante aplicar los conocimientos que tenemos sobre el aprendizaje y favorecerlos. Que los alumnos, por ejemplo, puedan tener un periodo de cinco minutos para pensar e interiorizar lo que han aprendido en la clase, es decir, que se haga una pequeña evaluación al final de cada sesión sería muy beneficioso.

¿Cree que actualmente se están menospreciando las capacidades de los niños?
Sí, en muchos sentidos. Hay veces que en casa al niño se lo sobrevalora, parece que lo vamos persiguiendo, pero en otros sentidos es muy importante escuchar lo que tiene que decir, cómo se siente. Sobre todo cuando son temas que se refieren a algo en lo que ellos sí tienen derecho a decidir. Desde luego el niño no puede determinar si quiere ir al colegio o si quiere comer bollos o verdura. Pero quizá sí es interesante que decida qué verdura quiere comer. En el tema educativo se ha demostrado que una técnica tan sencilla como que el niño decida cada semana la temática de la redacción que quiere hacer aumenta de manera exponencial la calidad de ese escrito, simplemente dándoles a elegir. No creo que haya que darles una libertad absoluta pero sí ofrecer esa libertad en ámbitos específicos.

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