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Teatro inclusivo en un campo de refugiados sirios en Jordania

Niños y niñas con y sin discapacidad son los protagonistas de esta actividad impulsada por la Fundación Promoción Social de la Cultura (FPSC).
Estrella MartínezMartes, 24 de enero de 2017
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Za’atari, en el norte de Jordania, es un campo de refugiados que acoge a más de 80.000 sirios. Fundación Promoción Social de la Cultura (FPSC) estima que el 15% de dicha población presenta una discapacidad, unas 12.000 personas. La FPSC no maneja cifras a este respecto, pero tiene claro que muchos son niños. “Hay tanta discapacidad, además de por las heridas de guerra, porque hay un alto índice de partos prematuros, mujeres que dan a luz con un alto nivel de estrés por el conflicto y en malas condiciones, por lo que hay un número bastante importante de niños con parálisis cerebral”, explica José Luis Zatarain, director de Comunicación y Voluntariado de FPSC.

“Somos la única ONG española presente en Za’atari y ahora hemos empezado a trabajar también en el campo jordano de Azraq”, explica Zatarain. Aunque trabajan también con adultos, “nuestra especialización es con niños. Tenemos una clínica de rehabilitación con tratamientos de fisioterapia de larga duración.

Cuando las grandes redes humanitarias internacionales presentes en el campo los atienden en primera instancia, nos los envían a nosotros para que hagamos el tratamiento de larga duración”. La clínica ofrece también ayuda a la movilidad proveyendo de sillas de ruedas, andadores y prótesis, así como atención psicosocial.

“Tienes que imaginarte un campo de cuatro kilómetros cuadrados en un asentamiento en el desierto. Empezaron con tiendas y ahora tienen caravanas. Las familias que hay allí han tenido que abandonar su hogar de forma abrupta. Por este y otros muchos motivos la vida en un campo no es fácil, es un ambiente hostil, cerrado, duro, ten en cuenta que no estamos hablando de una sociedad libre y abierta con un cierto nivel de bienestar. El ambiente de un campo no es el más amable”.

A esto se añade que “un campo no está preparado para las personas con discapacidad. Son terrenos de arena, no hay asfalto”. Por otro lado, “hay muchos temas sociales, de tabúes, en torno a la discapacidad, se tiende a no enseñar a estos niños, a esconderlos por miedo al rechazo”. No hay que olvidar que, aunque “en un campo entra de todo, generalmente entra más gente que tiene menos recursos, más vulnerables, muchos provienen del ámbito rural”. Por todo esto, “los niños con discapacidad son los vulnerables entre los vulnerables del campo”.

A pesar del panorama tan desalentador, “nosotros tenemos un espacio dentro del campo que es cerrado, que es seguro, hemos creado un lugar que les abre las perspectivas”. Cuando estás en el campo, “llama mucho la atención la dignidad y la valentía de estos padres y estas madres, cómo se vuelcan con sus hijos” a pesar de todas las situaciones traumáticas que han vivido y que siguen viviendo.

Cuando estos padres tienen conocimiento de la clínica, “cogen a sus hijos y los traen, a veces desde el otro lado del campo, muchos lo hacen en bicicleta, con una caja detrás donde ponen a su hijo”. Hay niños que en la clínica consiguen “mejorar mucho”, es algo “esperanzador”, pero aún así, necesitan “mucho trabajo”. Pero “lo cierto es que los chavales mejoran y con ello la ilusión de sus padres se multiplica. Es una maravilla hablar con ellos, están felices de ver a sus hijos que comienzan a superar trabas, incluso a andar”. Por todo ello, la clínica se ha convertido también en “un espacio de convivencia, de esperanza, de encuentro. Arroja un poquito de luz sobre estos niños”.

Teatro inclusivo
FPSC trabaja por los derechos de las personas con discapacidad, lo que les llevó a dar “un paso complementario”, apunta Zatarain, y de la mano de la experta inglesa en teatro inclusivo Arabella Lawson, crearon su propia compañía compuesta por niños y niñas con y sin discapacidad. “De forma muy natural surgió esta actividad vinculada a nuestra clínica, a nuestro personal humanitario”.

Al participar niños y niñas con y sin discapacidad “se normaliza mucho la situación, tiene un efecto impresionante en los niños sin discapacidad”, mientras que al niño con discapacidad “lo empodera”. En lo referente al aspecto creativo, “los niños participan en todo, incluso escriben guiones”. Hacen obras teatrales, “performances”, cantan, bailan y todo tratando unos temas “que tienen un enlace muy potente con su realidad, con la inclusión, por ejemplo. Siempre hay un trasfondo de promoción de derechos trasladado a su situación concreta”.

El teatro inclusivo cuenta con muchos voluntarios de entre los propios refugiados, muchos de los cuales también tienen discapacidad. Por ejemplo, una madre voluntaria “me contó que su hijo, debido al trauma, estaba retraído, tenía problemas de inseguridad. Entonces ella vio una de las representaciones de nuestro teatro y dijo: ‘Yo quiero que mi hijo venga aquí’. Y así fue, el hijo se hizo actor y mejoró muchísimo, y ella es una de nuestras voluntarias, ¡tenías que verla ensayando un rap súper cañero con dos niñas, una con discapacidad y otra sin!” Otro de los voluntarios es Hamzeh, “que es para enmarcar, tiene una discapacidad muy severa, es un chico brillante, es un gran ejemplo para todos nosotros”.

Zatarain prefiere que no se haga pública la durísima historia familiar que acompaña a este joven sirio, “por respeto” hacia él. “Su ilusión es estudiar ADE en Canadá porque tiene un hermano allí. El último día que estuve allí, me vino a despedir, atravesando gran parte del campo con una mochila bien pesada a la espalda porque traía un ordenador portátil de esos antiguos, y me empezó a enseñar diplomas de Photoshop, de tal, de cual, porque las distintas organizaciones hacen cursos en el campo. Es unas ganas de vivir, tiene una situación dura, ha luchado mucho y sigue motivado, tira de los demás, esto es muy típico allí”.

Zatarain hace hincapié en que “nadie piense en nuestro teatro como si fuera de la Gran Vía. Muchas veces vamos de prestado, nos ceden las instalaciones, hay que ir a un lado, hay que ir a otro”, por este motivo, la organización trabaja ahora en la construcción de un prefabricado “más digno” para desarrollar su teatro inclusivo, y hasta que eso llegue, “pues lo hacemos como podemos, la actividad no para, lo que queremos es mejorarla”. La fundación se financia de manera privada y gracias a organismos como Naciones Unidas.

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