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“A la gente joven no le gusta los libros que lee porque no reflejan su realidad”

Jordi Sierra i Fabra presenta nuevo libro de manera apasionada, como siempre. Dice que todos tenemos un compromiso con la vida, y esta puede ser una de las múltiples lecturas de su última obra: el compromiso vital.
Estrella MartínezMartes, 28 de marzo de 2017
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Jordi Serra i Fabra.

Las palabras heridas, publicado por Siruela, es el último libro de Jordi Sierra i Fabra. Una durísima y bella historia sobre la relación entre un joven soldado que ejerce de censor en un campo de prisioneros políticos y su preso más peligroso: un profesor. Mientras continúa escribiendo sin cesar, Sierra i Fabra mantiene sus charlas en centros escolares, su trabajo en sus dos fundaciones y alguna que otra tarea más. La primera pregunta corre de su cuenta: “¿Te ha gustado?” Nada más ver mi cara, añade: “Ya sabía que era un libro redondo”.

¿Por qué este libro es especial para ti?
Porque lo sientes de alguna forma. Yo, que escribo tanto… Para mí todos son mis hijos, me vuelco en ellos. Río, canto, lloro, pero de vez en cuando, cada ocho o diez años, te das cuenta de que has hecho algo que notas que es diferente en tu obra. Cuando lo acabé, sentí que era distinto. Desde que publiqué Kafka y la muñeca viajera hace 11 años, no lo había sentido. Creo que es una de esas obras que pueden pasar a mi historia el día que muera.

Siempre que nos vemos la pregunta es obligada, ¿cuántos libros llevas hasta la fecha?
Escritos 507, ahora estoy escribiendo el 508, y publicados, 468.

Y sigues sin intención de parar.
Claro, claro, para qué voy a parar. Además, cuanto mayor me hago, más me gusta escribir. Este año cumplo 70, y aunque espero llegar a los 90 o 100, hay tanto todavía aquí dentro –se señala la cabeza– que quiero sacar y escribir. Todavía estoy aprendiendo y eso es importante. A veces me pregunta mi mujer qué hago y le digo que escribiendo un ensayo. Me pregunta que para qué y le respondo que solo para ver si soy capaz de hacerlo, sé que no voy a publicarlo, pero hacerlo y acabarlo me sirve para ver que puedo hacerlo y luego hacer otra cosa.

Aquí nos ofreces un libro muy duro, con momentos muy violentos, pero también con mucha esperanza.
Sí, es durísimo. El libro habla de la libertad, de la censura, del amor, del amor por la literatura, el amor por la poesía, hay tantas cosas. Yo para explicar una historia necesito un libro entero, pero un poeta con un verso tiene bastante. Y, sí, como dices, también hay esperanza. Creo que es el típico libro que tendrían que leer en la escuela, pero discutirlo, no únicamente leerlo, no, no. Mira que yo nunca quiero que mis libros se lean en el instituto por obligación, ni que les pongan exámenes. Es un libro para discutir lo que yo trato de decir, hablar sobre la libertad, poner ejemplos actuales de países represores, de censura…

¿Piensas que es un libro exclusivamente juvenil?
Es juvenil, no, es de adultos. ¡Es un libro joder!

Es fácil pensar en Corea del Norte y en Nelson Mandela cuando se lee el libro.
Sí, pero no hay absolutamente nada de eso. Yo hago long sellers, no hago libros para hoy. Campo de fresas, por ejemplo, lleva 20 años seguidos cada mes entre los 100 libros más vendidos de España. Nunca será el número 1, pero no cae del 100. Si lo hubiera puesto en Corea del Norte, habría tenido que investigar un país tan opaco y lo mismo dentro de 10 años ya no existe como es hoy. Yo quería hacer mi propio campo, mi propio sistema. Lo que sí quería es que se desarrollara en Asia.

¿Por?
Por la filosofía oriental, me encanta. He hecho más libros orientales como El corazón de jade, El gran dragón o Una dulce historia de mariposas y libélulas. Creo que la filosofía oriental le va muy bien. Ese modo de pensar oriental, en el libro esa paciencia de la mujer, esa falta de rencor. Me sentí más cómodo haciéndolo así.

El profesor Wang Zhu se niega a renunciar a sus ideas, es íntegro, inspirador, bondadoso, respetuoso con los demás, paciente. ¿Qué le pedirías tú a un profesor de hoy?
Una lacra que tengo es que no tengo un maestro preferido. El de Ciencias me hizo amar la ciencia, la profesora de Filosofía, que solo la tuve un año, me enseñó a pensar, pero entre que iba al colegio y me daban palizas, que era tartamudo… ¡Joder, para mí el colegio era un puto infierno! Cuando acabé dije que nunca más iría a un colegio y resulta que me he pasado la vida dando charlas en colegios –se ríe–. Para mí hay tres trabajos sagrados: médico, periodista y maestro. El maestro moldea barro humano. Cuando mi maestra me dijo con 12 años que era un inútil, que nunca llegaría a nada en la vida y que no soñara, me estaba matando. En lugar de eso, seguí escribiendo, pero pienso que tiene que ser muy hermoso que pasados 20 años te encuentres a un alumno tuyo y te respete y te dé las gracias. A eso tiene que aspirar un maestro.

Li Huan, por su parte, tiene 18 años, y aunque algo dentro de él no encaja con el pensamiento único, forma parte del sistema y es un fiel seguidor del partido y del Gran Padre. No he podido evitar pensar en los que creen que los jóvenes de hoy están aborregados. ¿Compartes esa opinión?
La sociedad es como un chicle. Tenemos en un lado chavales que leen, que se van de cooperantes a África, tienen claro lo que van a hacer, se preocupan. Y en el otro lado están los que pasan de todo, todo les importa una mierda. Para acabar en el paro qué más da, te dicen. No tienen la visión de que leyendo van a aprender. Luego irás a pedir trabajo y el tío que tengas delante, te verá y te olerá enseguida que eres un burro. En medio hay esa gente que sí, que no. Esta mañana he dado a las 8 una charla a niños en mitad de la calle. Unos niños que no leían y que los maestros que-rían que me conocieran. Una niña de 6 años me decía que ella no tiene tiempo para nada y me ha preguntado que cómo escribo yo tanto. Coño, ¿a esa edad no tienes tiempo de nada?, pensaba yo. Y digo, pues duermo cada día nueve horas porque si no, no puedo funcionar; escribo ocho horas y tengo tiempo de ir al fútbol, al cine, de ver a mis nietas, y aún me sobra tiempo. Es complicado, pero no se puede decir que la juventud esté aborregada, aunque hay una cosa que me alarma mucho en la gente joven de hoy, que es la falta de curiosidad. Es increíble.

Tu libro es un canto a la poesía, aunque Li Huan no se entera de nada cuando la lee por falta de conocimiento. ¿No crees que muchos jóvenes se pueden sentir como él porque no se suele enseñar a leer poesía en las escuelas?
Para mí ha sido genial que a Dylan le hayan dado el Nobel. Llevo 30 años diciendo en escuelas: leed poesía. Un chico no tiene por qué leer solo a Hernández, a Machado o a Lorca. Tiene que leer a Bob Dylan, a Leonard Cohen y a Tom Waits. Y ahora que Dylan ha ganado el Nobel, lo van a tener que leer en la escuela como buen Nobel o ¿no lo van a leer porque es un roquero peludo? Yo siempre he defendido la poesía como arma. Hay que saber leer poesía, evidentemente, y, claro, requiere un esfuerzo. De entrada el esfuerzo es del profe, tiene que entenderlo él y luego hacer que lo entienda el alumno. No es fácil.

Volviendo al campo y a la censura, dices que hoy creemos que todos somos libres y somos más prisioneros que nunca de muchas cosas, ¿por ejemplo?
La censura que hay en libros para jóvenes es brutal por parte de profesores, de padres.

¿De verdad?
Tus hijos ven películas que no pueden ver, matan bichos a lo bestia con los videojuegos, ven porno en internet, pero un libro que les va a educar, eso lo prohíben, lo censuran porque sale la palabra gay, por ejemplo.

¿Tú lo has padecido?
Hombre, hombre, hombre. Para mí hay cuatro palabras en un libro que hacen que automáticamente una escuela no lo lea: gay, lesbiana, aborto y orgasmo. A mí me ha pasado con todas ellas.

Cuando muchos chavales están al tanto de estas y otras cosas por otros canales que no son los libros.
¿Por qué a la gente joven de 16 años no le gusta los libros que lee? Porque no reflejan su realidad.

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