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“Sin transformar la formación docente, no hay reforma que vaya a ningún lado”

El profesor de la Universidad de Harvard (EEUU), Fernando Reimers, critica la formación continua basada en escuchar conferencias y propone programas en los propios centros, formando comunidades de aprendizaje.
Adrián ArcosMartes, 25 de abril de 2017
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Fernando Reimers.

Profesor en la Facultad de Educación de la Universidad de Harvard (EEUU), Fernando Reimers dirige un programa de investigación y de apoyo a los sistemas educativos públicos que tiene como misión determinar cuáles son las competencias que tienen que desa-rrollar los jóvenes para responder a las demandas de esta época y poder participar de la sociedad tanto económicamente como cívicamente.

De forma general, ¿hacia dónde se está dirigiendo la Educación en el siglo XXI?
Las competencias que hacen falta para el siglo XXI encajan en tres grandes categorías. En primer lugar, la cognitiva, que incluye el conocimiento y las disciplinas, y la capacidad de utilizar ese conocimiento para resolver problemas, para innovar y ser creativo. También está el carácter, la capacidad de conocerse y manejarse a sí mismo, fijarse metas propias, reflexionar y perseverar. Y, por último, está la relación con los demás, ponerse en lugar del otro, comunicarse, resolver diferencias de forma pacífica y negociar. Las necesidades del siglo XXI implican desarrollar de forma equilibrada esas tres competencias, que constituyen la Educación integral.

¿Va a costar mucho llegar a esa Educación integral? ¿Estamos aún demasiado anclados en lo cognitivo?
Ya hay escuelas que ofrecen Educación integral, pero es verdad que la mayoría todavía da más importancia a los conocimientos que a la capacidad de utilizarlos para resolver problemas, y mucho menos a la innovación y la creatividad. El nudo gordiano para lograr una pedagogía de Educación integral está en la formación de profesores, no solo en la inicial, sino en proceso de formación continua.

¿Cómo debe diseñarse esa formación docente?
No hay que inventarla porque ya existe. Lo que hay que hacer es identificar programas que ofrecen esa formación y ver qué tienen en común. Programas en países tan diversos como China, Singapur, India o Brasil tienen un ADN común basado en la articulación entre la formación inicial y la continua. Los sistemas administrativos a veces te quitan esa motivación intrínseca, ese entusiasmo, ese ideal que te atrajo a la carrera y te terminan convirtiendo en un funcionario en el mal sentido de la palabra, en una persona que pierde su vocación. Por eso hay que ayudar a recuperar esa vocación, hacer ver que ser maestro tiene unas consecuencias enormes, porque el futuro de la sociedad depende de eso.

¿En qué consistirían esos programas de formación?
Conviene que sean programas en los propios centros, formando comunidades de aprendizaje y círculos de estudios, y haciendo que la formación no consista solo en escuchar conferencias, sino en programas de investigación, dando al profesor otro rol (de director, de profesor de otra asignatura, dentro de un proyecto compartido…), es decir, una serie de actividades para ayudar al desarrollo profesional de la persona, pero que no consista en sentarlo a escuchar una cátedra. El 80% de esas actividades debe transcurrir dentro de la escuela y, si hay alguna parte que se saca, debe ser para comprobar lo que ocurre en otras escuelas u otro tipos de instituciones.

¿Cree que hay muchas dificultades para implantarlo?
En una ocasión me dijo un ministro que el problema real que tiene la gente que toma decisiones es que cree que este tema es tan complicado que no se arriesga a llevarlo a cabo. Hay que lograr que los gobiernos vean que si no renuevan la formación docente, no hay reforma que vaya a ningún lado.

¿El profesor tiene que ser innovador?
Sobre la innovación, me preocupa un poco que no valoremos suficientemente las cosas que ya tenemos y que nos han costado tanto construir. Por ejemplo, la escuela pública existe desde hace 150 años. Pueden parecer muchos, pero en la historia de la humanidad fue ayer, y hay que valorarlo. Por eso creo que en la conversación sobre innovación tenemos que lograr un buen equilibrio entre valorar lo que tenemos, identificar lo mejor y construir sobre eso, más que crear una narrativa que diga que estamos en crisis, que todo es un desastre y que el mundo ha cambiado y no sirve para nada.

Yo tengo la impresión de que en algunos países, los políticos han encontrado que les da rédito político darle patadas al sistema educativo y a los profesores. Cogen las pruebas de PISA y dicen que demuestran que el gremio no sirve para nada. Por lo menos en EEUU llevamos 25 años haciendo eso, y me parece muy triste, porque se traduce en que mucha gente que hace 25 años hubiera escogido la profesión docente, hoy en día dice que prefiere ser enfermera porque le pagan igual o mejor, y al menos la gente valora lo que hace.

Yo no estoy hablando de justificar la incompetencia ni la vagancia de algunos, pero sí que creo que muchas veces el discurso de políticos y de otra gente que no conoce mucho sobre Educación es irrespetuoso, no está basado en un conocimiento de los hechos, es un discurso ideológico, populista y mal intencionado que no tiene la intención de mejorar el sector.¿Que hace falta que los profesores promuevan la innovación? Por supuesto, y hay que darles el apoyo para que puedan hacerlo.

¿Implica eso nuevas tecnologías?
Yo no creo que todas las soluciones estén en la tecnología. La industria tecnológica ha vendido una cantidad de cosas inútiles. Hay que recordar que el sistema educativo consiste en muchas cosas. Sirve para educar a los niños, pero también es la empresa más grande que tienen casi todos los países, y es un enorme mercado, y hay gente que solo ve dólares en ese mercado, y solo piensan en vender cualquier cosa, sirva o no sirva, sin evaluarlo. Y sobre eso hay que ser críticos.

¿Dependerá del uso que se le dé a la tecnología?
Yo no creo que la tecnología sea la panacea. La buena Educación empieza por pensar con claridad y seriedad sobre su sentido, traducir esa reflexión en una idea de qué es lo que deben aprender los chicos, preguntarse qué experiencias pedagógicas nos llevan ahí y luego ver cómo utilizamos todos los medios a nuestro alcance para hacerlo bien.

¿Qué reflexión personal tiene sobre adónde se dirige la Educación en el mundo?
Estoy muy preocupado por dónde se dirige el mundo, no solo la Educación, sobre todo por el surgimiento de este populismo hipernacionalista, que es un peligro muy serio que no hemos ponderado debidamente. Creo que no queda más remedio que ser optimista de la misma manera que lo hubiera sido si me hubiera tocado vivir en el surgimiento del nazismo en Alemania. Uno tiene que ser optimista como recurso de vida para hacer lo que le toca. Yo creo que no va a ser fácil en EEUU hacer lo que nos toca, y va a tener riesgos y costes. Dentro de ese marco, soy optimista sobre el papel que la Educación puede jugar dentro de ese proyecto de profundización de la democracia, pero creo que va a ser difícil. Tenemos en EEUU un gobierno que tiene la misión de destruir la escuela pública. Y, por ejemplo, no va a ser fácil para mí hablar en EEUU de ciudadanía global.

OTRAS REFLEXIONES

  • La formación continua en Singapur

“Singapur tiene muy buena formación continua, y allí no es optativa, sino que es un requisito del trabajo docente. Es una sociedad distinta, con valores diferentes, donde la gente acepta que hay un bienestar global que está por encima del bienestar individual. Y allí son dos supervisores de tu trabajo los que determinan qué experiencia de formación necesitas pensando hasta dónde puedes llegar como profesor. En EEUU eso sería impensable, ya que valoramos tanto la individualidad que tú te sientes poco profesional si no estás en desa-cuerdo”.

  • El problema de PISA

“Yo creo que PISA se ha pasado un poco de maracas [se ha pasado de la raya] pensando que las tres cosas que miden son las únicas importantes, y eso es un error. Y más vale que empecemos a medir ética, porque se nos van a ir al diablo estos gobiernos democráticos. PISA, además, es un punto en el tiempo que te permite medir correlaciones, pero no te permite identificar causas. Y lo más negativo que tiene son esas tablas para saber dónde está cada país, porque de ahí no se saca ninguna conclusión constructiva. Es un ejemplo de mala utilización de esos resultados”.

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