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La Educación que hace que una vida pase de la tragedia a la esperanza

La campaña Education opens the world se ha lanzado con motivo de la celebración del Día Mundial de las Personas Refugiadas y Desplazadas el 20 de junio.
Estrella MartínezMartes, 20 de junio de 2017
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Mireille Twayigira se ve como un foco de esperanza para otras personas.

Con motivo de la celebración el 20 de junio del Día Mundial de las Personas Refugiadas y Desplazadas, Entreculturas y el Servicio Jesuita a Refugiados han lanzado la campaña internacional Education opens the world –la Educación abre al mundo–.

La Educación de calidad no es solo imprescindible para los millones de personas que hay en movimiento en el mundo, sino también en los llamados países de acogida. Una Educación en la inclusión y la hospitalidad que incida “en las causas profundas de la movilidad forzosa”, explicó en la presentación de la campaña Dani Villanueva, director de Entreculturas. Por su parte, Cristina Manzanedo, responsable de Migraciones de la organización, defendió que “los refugiados tienen sueños, pero no medios y la Educación es un medio”.

Para dar voz a la campaña la organización ha contado con el potente testimonio de Mireille Twayigira: “Les voy a contar cómo la Educación cambió mi vida”. Nació en Ruanda y con 2 años –era 1994– comenzó la huida con su familia para escapar del genocidio: Burundi, República Democrática del Congo. En este punto ya habían muerto su hermana, su padre y su madre. Mireille prosiguió la huida con sus abuelos y tíos: Angola, Congo –durante un año estuvieron yendo y viniendo entre estos dos países–. Se desplazaban sin calzado, vivían en el bosque, Mireille llegó a estar en estado severo de desnutrición. En este periodo murió su abuela. Seguidamente lo que quedaba de familia se desplazó hasta Zambia y de allí pasaron a Malawi, donde llegaron en 2000 al campo de refugiados de Dzaleka. “Mi abuelo sabía lo importante que era la Educación”. Por eso acabaron allí, porque “estaba el mejor colegio de la zona”, recuerda Mireille. Se trataba de un colegio del Servicio Jesuita a Refugiados donde Mireille estudió Primaria.

Su abuelo murió en lo que Mireille calificó como el “día más triste de mi vida”. Como recuerda, llegó un punto en que ni lloraba porque ya no le quedaban lágrimas. La entonces niña decidió seguir estudiando para que todos los miembros de su familia que ya no estaban se sintieran orgullosos.

Gracias al Servicio Jesuita a Refugiados, hizo Secundaria en un centro que había fuera del campo –dentro solo se podía cursar Primaria–. Acabó sus estudios con uno de los seis mejores expedientes de Malawi. Esta proeza le posibilitó que el Gobierno chino le concediera una beca para estudiar en su país. Beca a la que no tenía acceso por no tener papeles. Afortunadamente se inició una campaña de incidencia que posibilitó que Mireille obtuviera la ciudadanía de Malawi y poder viajar así a China en 2010. Esto fue una grandísima oportunidad porque, como recuerda, “los refugiados del campo no se pueden permitir ir a la universidad en Malawi”. Dependen de este tipo de iniciativas que cubran sus estudios.

En China pasó un año haciendo un curso intensivo de mandarín, indispensable para poder estudiar Medicina. En Malawi había estudiado en inglés y el cambio al mandarín fue muy duro. Aunque supusiera el “doble de trabajo”, optó por estudiar en inglés “para enterarme de lo que estudiaba” y en mandarín “para hacer los exámenes”. Se graduó el año pasado y ha vuelto a Malawi, donde está haciendo la residencia en un hospital. Ahora tiene 25 años.

China fue una experiencia más grande de lo que jamás podamos llegar a entender y no solo por tener la oportunidad de ir a la universidad. Por primera vez en su vida Mireille viajaba y no huía. Por primera vez vio baños y duchas, algo de lo que carecían en el campo de refugiados. Por eso cree que “para mí la experiencia fue diferente a la del resto de la gente con la que iba”. Recuerda feliz “el contacto con diferentes culturas. Conocí a gente de diferentes países de todo el mundo. Nos ayudábamos los unos a los otros, conocí también a chinos encantadores, fue una experiencia muy bonita”.

Mireille reconoce que hay demasiados capítulos en su vida que “no son agradables” y sin ser parca en palabras tampoco entra mucho en detalle en las situaciones difíciles que ha vivido. A estas alturas lo tiene muy claro: “Sin Educación mi vida se habría quedado en la tragedia y no en la esperanza”. Cuando conoces “mi historia y te quedas solo en una niña refugiada huérfana, la gente puede sentir pena y compasión, pero luego qué, qué es lo siguiente. A pesar de haber pasado por todo eso en mi vida, todavía hay algo que puedes hacer, puedes impactar en la comunidad, puedes soñar, puedes hacer realidad tus sueños gracias a la Educación. No sé qué habría sido de mí, de verdad que no lo sé, si no hubiera ido a la escuela”.

A Mireille, por tanto, la Educación le dio mucho más que esperanza, “me ha ampliado la capacidad de influir en mi comunidad”, por eso ahora “pienso en mí misma como una fuente de esperanza” para los demás.

Mireille vive ahora a unas seis horas del campo, donde está el hospital. “Durante las vacaciones voy al campo a ver a mis familiares, tíos y algún pariente lejano”. Describe la vida en la ciudad como “ajetreada”. Cada vez que vuelve al campo no puede evitar sentir que allí “tienes sueños, pero estás atrapado. Esta es la parte más triste”.

Mireille está muy contenta con su carrera, aunque tiene claro que en cuanto termine la residencia tiene que conseguir ordenar su tiempo de otra manera. “Trabajar en el hospital no me deja mucho tiempo” y ella sabe que se debe también al campo educativo. Está decidida a sacar partido al hecho de que en “Malawi mucha gente conoce mi historia”, así que para ella es fundamental trabajar para “inspirar a niños, a jóvenes, a huérfanos. Me invitan a charlas en colegios, por ejemplo, y voy como objeto de esperanza”. Ella entiende la medicina como algo “que me ha abierto más puertas, me ha dado más oportunidades para influir en los demás, para animarlos. Cuando hablo a las niñas, por ejemplo, ven delante a una médico joven”.

Mireille ha aprovechado su estancia en España para hacer eso que defiende: influir en los demás. El día que hablamos con ella se lo pasó entero atendiendo a la prensa. Era inevitable, por tanto, preguntarle si después de tanta entrevista echaba de menos alguna pregunta. Después de pensarlo afirmó que sí, que no le habían preguntado qué podíamos hacer los demás. Su respuesta a su propia pregunta no pudo ser más clara, “tenéis que educaros en las necesidades de los refugiados, en ver qué necesitan. No todos podemos hacer de todo, pero sí un poquito. Todo el mundo puede tener un papel. Unos proveen de refugio, otros de Educación, es algo holístico. No tienes que pensar que no puedes aportar porque todas las pequeñas aportaciones suman, suman y suman. Así que hay que pensar qué podemos ofrecer”.

Antes de despedirnos, Mireille quiso mostrar su agradecimiento a los lectores del periódico que “hacen algo, que entran en acción. Gracias por el esfuerzo por hacer de los refugiados parte del mundo”.

Algunas cifras
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•Más de 1.000 millones de personas en el mundo son migrantes, tanto dentro del propio país como fuera de él.
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•De los 1.000 millones, 65,3 son refugiados, desplazados o solicitantes de asilo..
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•De los 1.000 millones, 244 son migrantes internacionales .
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•De los 1.000 millones, 865 son migrantes internos
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•De los 65,3 millones de refugiados, 21,3 son menores.

•En el mundo hay 75 millones de niños y niñas de entre 8 y 18 años cuya Educación se ve directamente afectada por conflictos o situaciones de emergencia.

•En situaciones de desplazamiento forzoso, solo el 50% de los niños y niñas tiene acceso a Educación Primaria.
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•En situaciones de desplazamiento forzoso, solo el 25% de los niños y niñas tiene acceso a la Educación Secundaria.
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•En situaciones de desplazamiento forzoso, muy pocos menores tienen acceso a Educación preescolar o Superior.

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