fbpx

Atentados terroristas y enseñanza de la religión

Martes, 12 de septiembre de 2017
0

Los atentados terroristas en Barcelona y Cambrils los pasados 17 y 18 de agosto han revelado una realidad muy inquietante, que unos jóvenes con muy poca formación terrorista, que habían estado escolarizados en Ripoll (Cataluña) y que estaban completamente integrados, según sus padres, sus profesores y sus amigos, simplemente por la influencia de un imán, en muy pocos meses habían cambiado radicalmente sus sentimientos y decidieron hacer los máximos atentados terroristas posibles. Es evidente que alguien no hizo bien su trabajo, no me refiero a sus padres y a sus profesores, sino a los que tenían que vigilar para impedir que ese imán, fanático y cargado de odio, los animara a atentar contra la sociedad en la que habían nacido o que les había acogido, a la que un día empezaron a ver como indigna, simplemente porque no creía lo mismo que ellos ahora creían. Esta intransigencia con los que piensan de forma diferente es el problema que ahora tenemos.

El imán de Ripoll, que había nacido en el norte de Marruecos hace 45 años, tenía antecedentes penales. En 2005 fue investigado por su presunta vinculación al grupo terrorista Al Qaida (operación Camaleón) y en 2006 lo fue por su presunta vinculación al Grupo Islámico Combatiente Marroquí, en una operación llamada Chacal, en la que se detuvieron a 20 personas, 16 de ellas en Vilanova i la Geltrú, a unos 70 km de Cambrils, por captar personas para ser soldados de la fe islámica (muyhaidines) en la guerra de Irak. En 2011 el Tribunal Supremo anuló la causa al considerar no válidas las escuchas telefónicas realizadas, pese a que había pruebas de que entre 2003 y 2005 había convivido con uno de los condenados en dicha operación. Un año antes, en 2010, había sido detenido en Algeciras por tráfico de hachís y condenado a cuatro años de cárcel. Posteriormente, en 2014, recibió una orden de expulsión de la Subdelegación del Gobierno en Castellón, pero un juez de lo Contencioso la revocó. En enero de 2016 intentó trabajar como imán en Diegem, cerca de Bruselas (Bélgica), pero no lo consiguió porque el imán de dicha población lo consideró sospechoso. En marzo de ese año volvió a España y trabajó como imán en Ripoll. Un policía de Vilvoorde, una población muy próxima a Diegem, preguntó a un compañero de los Mozos de Escuadra sobre su peligrosidad. La consulta no fue transmitida a la Policía Nacional, que es el cuerpo que centraliza las fichas de sospechosos internacionales, y se respondió que no se tenían indicios sobre la radicalización del imán. Es lamentable que una persona con este historial de delincuencia y de proximidad al mundo terrorista islámico acabara ostentando el cargo de imán de Ripoll. Conviene recordar que según el Real Decreto 696/2007 sobre el profesorado de Religión, al ser imán, podría haber sido propuesto como profesor de Religión musulmana en los centros educativos de dicha población. Es evidente que hay que cambiar muchas cosas.

Una de las educadoras de Ripoll que atendió a estos jóvenes durante muchos años, la señora Raquel Rull, ha escrito una carta mostrando su amargura y su incapacidad para entender lo que había pasado. En ella se dicen cosas como “eran niños como todos. Como mis hijos, eran niños de Ripoll”, “Me duele que hayan sido ellos”, “¿Qué os ha pasado? ¿En qué momento …?”, “Said, Moha, Moussa, Youssef, Omar … Younes … Y ahora Houssin …”,… “no he podido dejar de llorar desde el primer día y sé que nunca podré dejar de hacerlo. Estoy destrozada, rota por dentro. ¿Qué estamos haciendo mal?”. Esta carta muestra que estos jóvenes contaron con buenos profesionales que les atendieron bien y que les querían. Lo que ha fallado ha sido otra cosa, ha sido que estos jóvenes carecían de la capacidad crítica y de los argumentos racionales necesarios para detectar y rechazar los pensamientos y las propuestas de su imán. Para evitar estas lagunas en su formación, nada mejor que establecer que en los colegios y en los institutos, todos los alumnos deban estudiar los valores y las creencias de las distintas religiones, sus similitudes, sus diferencias, su historia, el agnosticismo, el ateísmo, las diferencias entre las religiones y las sectas, los mecanismos que se utilizan para captar a las personas y sobre cómo algunas personas instrumentalizan la amistad para introducir determinadas ideas. Una materia así, que se podría denominar “Cultura Religiosa”, propiciaría que los alumnos aceptaran que hay personas que piensan y viven de forma muy diferente, sin que por ello sean malas personas, que pueden ser amigos si se respetan mutuamente y que todos debemos defender la libertad de pensamiento de las demás personas. Por otro lado, los alumnos estarían mejor preparados contra las técnicas de captación de las sectas y de los grupos terroristas.

No podemos seguir más tiempo con una enseñanza de la religión en la que básicamente solo se enseña una religión, ni en los centros públicos ni en los centros privados, incluso si son religiosos, porque enseñar una sola religión es privar a los alumnos del conocimiento básico de las otras religiones, lo cual es imprescindible para entender muchas de las cosas que suceden en el mundo. No hay que olvidar que hoy cuatro quintas partes de la humanidad orienta su vida según una u otra determinada tradición religiosa y que es muy difícil entender su forma de vivir y su legado artístico y cultural, sin conocer mínimamente su religión.

No es un problema de que la enseñanza de la religión se haga de forma confesional, porque eso no quiere decir que en las aulas se haga catequesis. Lo que enseña el profesorado de Religión es un estudio académico de las creencias, valores morales e historia de dicha religión, adaptado a las edades de cada una de las etapas educativas. Una catequesis es otra cosa, básicamente es enseñar cómo vivir la fe y cómo prepararse para recibir un sacramento y eso no se hace en las aulas, porque ni la fe, ni la práctica religiosa son aspectos académicos evaluables. En la enseñanza académica se evalúan los conocimientos y el trabajo realizado por el alumno, no si en su vida privada hace tal o cual cosa. Es lo mismo que se hace en las demás materias. Por ejemplo, al alumno se le pide que aprenda ecología pero no que sea ecologista, que conozca el marxismo pero no que sea marxista, etc.

En la ley actual, la Lomce, en el Artículo 18, sobre la Primaria, se dice que los padres, madres o tutores legales elegirán entre la asignatura “Religión” y la asignatura “Valores Sociales y Cívicos”, y en el Artículo 24, sobre la ESO, se dice que los padres, madres o tutores legales elegirán entre la asignatura “Religión” y la asignatura “Valores Éticos”. Este planteamiento presenta un grave problema y es que todas esas materias son necesarias. No es bueno ni que un alumno ignore lo que dicen las diferentes religiones, ni que desconozca los valores de nuestra cultura occidental, es decir los derechos humanos, el valor de la democracia, la igualdad entre hombres y mujeres, la necesidad del cumplimiento de las leyes, etc. En esta última materia habría que añadir el conocimiento de la Constitución, de los Estatutos de Autonomía, de la estructura del Estado y de la Unión Europea, y los derechos de los ciudadanos que de ello se derivan. Todos los alumnos han de cursar estas materias, aunque sea alternándolas en los sucesivos cursos por falta de tiempo.

En la “Disposición adicional segunda de la Lomce” se dice que la enseñanza de la Religión se ajustará a los acuerdos suscritos entre el Estado español y las autoridades religiosas de la religión católica (Santa Sede), evangélica, judía y musulmana, que será una materia de oferta obligatoria para los centros y de carácter voluntario para los alumnos, y que el currículo y las decisiones sobre los libros de texto, corresponden a las respectivas autoridades religiosas.

Esta normativa sobre la enseñanza de las cuatro religiones al unísono no es realizable en la práctica, ya que en el caso de que en un grupo hubiera alumnos de las cuatro religiones, en la hora destinada a esta asignatura, deberían acudir a cada centro una persona enviada por el obispo, otra enviada por el pastor evangelista, otra enviada por el imán y otra enviada por el rabino. Debido básicamente a este problema, en los centros, especialmente en los públicos, se ha favorecido que los alumnos elijan la materia alternativa a la religión. Por ello, cada vez es más bajo el número de alumnos que eligen la materia de “Religión” y para atraer a más alumnos, bastantes profesores de Religión ya imparten esta materia poniendo el acento más en las actividades humanitarias que en los contenidos religiosos. Por otro lado, un problema que habría surgido si se hubiera cumplido el planteamiento de la ley, es que habrían aumentado las exigencias de respeto a las diferentes formas de vestir, de seguimiento del horario, calendario y celebración de fiestas de cada una de las religiones, de la presencia en las aulas de sus respectivos símbolos religiosos, etc. Todo ello supone una complicación añadida en la vida ordinaria de un centro.

Por todas estas razones, es necesario un cambio en estos acuerdos, en el sentido de que la enseñanza de la religión se haga mediante una materia cuyo currículo comprenda las cuatro principales religiones (habría que añadir el hinduismo y el budismo), acordado entre el Estados y las diferentes autoridades religiosas, con un enfoque académico, de carácter obligatorio, evaluable como las demás materias y con un profesorado que haya demostrado una preparación suficiente.

A algunos católicos les puede parecer que esta propuesta es un ataque contra la enseñanza de su religión y es todo lo contrario. La realidad es que la enseñanza de una sola religión ha distanciado a muchos jóvenes de escogerla. Por ejemplo, en los centros públicos de Cataluña, la eligen menos del 15% de los alumnos. En cambio, si se estableciera que todos los alumnos han de cursar la materia “Cultura Religiosa”, todos recibirían información sobre la religión católica, sus valores y su historia, cosa que no sucede ahora. Por otro lado, en todos los centros educativos que quisieran se podría ofrecer, fuera del horario escolar, actividades extraescolares de catequesis.

Se ha propuesto que la enseñanza de la religión se haga en la Secundaria a través de las materias “Geografía e Historia” y “Filosofía”, o de forma transversal a través también de otras materias. No parece una buena solución porque no hay ninguna garantía de que el profesorado de dichas materias tenga la preparación necesaria y porque los currículos de dichas materias ya son muy amplios y no se pueden aumentar con más contenidos.

El profesorado de la nueva materia que se propone, la “Cultura Religiosa”, debería tener conocimientos de las principales religiones, del agnosticismo y del ateísmo, de su historia y evolución, de las aportaciones al hecho religioso que se han hecho desde la psicología, la sociología, la fenomenología, la historia y la filosofía, así como de la cultura de la paz y del necesario respeto entre los seguidores de todas las cosmovisiones. Dado que estamos hablando de una materia nueva, sería necesario que una comisión, en la que hubiera representantes de todas las religiones y de todas las especialidades antes mencionadas, diseñara un currículo para la Primaria y otro para la Secundaria, especificando los contenidos, los niveles de exigencia y los enfoques didácticos a seguir.

A las personas que quisieran enseñar la materia “Cultura Religiosa” se les debería exigir una determinada titulación académica, como uno de los grados y másteres específicos que ya existen. Se debería establecer un periodo de transición para que los actuales profesores de Religión que no lo tuvieran, pudieran cursar dichos estudios. Los que quisieran enseñar esta materia en un centro público como funcionarios, deberían superar unas oposiciones específicas. En las oposiciones, los años de experiencia deberían tener un peso muy significativo entre los aprobados, para favorecer que puedan obtener una plaza próxima a su vivienda.

Para asegurar que el alumnado recibe los contenidos establecidos y con los niveles adecuados, evitando posibles desviaciones debidas a la formación y la manera de pensar de cada profesor, es necesario que, al final de la Primaria y al final de la ESO, el alumnado realice una evaluación externa. De esta forma, la Administración educativa podría hacer un seguimiento anual del cumplimiento de lo establecido en todos los centros.

Con la introducción de esta materia, todos los alumnos conocerían las principales religiones, cómo ven el mundo los no creyentes y cómo actúan las sectas. Debido a ello, serían más respetuosos con los que piensan de forma diferente y serían menos vulnerables ante las redes de captación y manipulación.

Antonio Jimeno es presidente de AMES (www.ames-fps.com)

0