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Los retos de las escuelas para refugiados sirios en Líbano

Se cumplen siete años de la guerra en Siria. En ese tiempo más de 2,4 millones de niños y niñas “han visto interrupido el ejercicio de su derecho a la Educación”, en palabras de la ONGD Entreculturas. 1,75 millones siguen en Siria y 730.000 se encuetran en países limítrofes.
Estrella MartínezMartes, 3 de abril de 2018
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Uno de estos países es Líbano, donde el Servicio Jesuita a Refugiados (JRS) garantiza el derecho a la Educación de 3.500 niños y niñas. Según datos de Unicef, en estos siete años de guerra uno de cada tres centros escolares sirios han sido destruidos o destinados a otros usos.

JRS tiene, desde hace seis años, nueve escuelas en Líbano: tres en el barrio armenio de Beirut y seis en dos puntos diferentes de la región de Bekaa, en la frontera con Siria. Líbano es un país pequeño, tiene cuatro millones de habitantes, de los cuales el 25% son refugiados. Esto lo convierte en el tercer país que más refugiados acoge del mundo y en el que más población refugiada tiene en relación a su población total.

Macarena Romero, técnico de Incidencia y Estudios de Entreculturas, acaba de visitar las escuelas libanesas de JRS y recuerda que la situación de Líbano es difícil. “Es demasiado reciente la historia bélica, es un país del tamaño de Asturias que salió de la guerra civil en 2006 y Siria formó parte de esa guerra”. En Líbano los refugiados no tienen permiso de trabajo ni derecho a tener posesiones. Tampoco tenían derecho a la Educación, aunque esto último, afortunadamente, está cambiando.

JRS es un servicio de emergencias. Inicialmente ellos eran los responsables de los refugiados que tenían en las escuelas, el Gobierno libanés no se hacía cargo, su sistema educativo era solo para libaneses. La guerra comenzó a alargarse y el Gobierno libanés se planteó ir incoporando a niños y niñas refugiados a sus escuelas. Actualmente esta incorporación se hace de la mano de organizaciones como JRS, pues “están sobrepasados”, explica Macarena. Por este motivo JRS trabaja con el Ministerio de Educación empleando el currículum libanés. El deseo de la organización es integrar a los niños en el sistema educativo del país. JRS trabaja solo hasta Primaria y utilizar este currículum oficial es fundamental para que luego los niños y niñas puedan pasar a las escuelas públicas de Secundaria libanesas, algo que ya está sucediendo.

Las escuelas de JRS
“El principal problema que yo he visto es el tema de los adolescentes”, explica Romero. “Las niñas normalmente se casan porque eso sirve para mantener a sus familias y los niños trabajan”. De los 3.500 niños que van a las nueve escuelas, “más de la mitad son de preescolar. A medida que avanzan los niveles escolares, hay menos niños”.

Esta situación es habitual, según datos de JRS, “el 61% de los niños y niñas refugiados tiene acceso a Educación Primaria en comparación con el promedio internacional del 91%. En Secundaria el 23% de los adolescentes refugiados va a la escuela frente al 84% de todo el mundo y solo el 1% estudia en la universidad frente al 34% del mundo. Estas cifras son las que quieren revertir desde JRS a pesar de las dificultades.

En cada una de las tres zonas donde están las escuelas, JRS trabaja también en los centros sociales donde tienen una psicóloga y una trabajadora social. “La protección a la infancia es holística. El niño está atendido dentro de la escuela, pero también se le hace seguimiento psicosocial y seguimiento también a sus familias, a las que se visita mensualmente”. Son niños “con muchísimos trastornos”, añade Romero. Han vivido la violencia y “la viven en sus casas, sus entornos son muy complicados”. Viven, o bien en un campo de refugiados, o en el barrio armenio en casas compartidas con más familias refugiadas que les alquila un ciudadano libanés que suele ocupar la mayor parte de la vivienda.

“Yo percibí que cuando llegan al colegio se relajan”. La escuela es “la esperanza dentro de la hostilidad y la calma tensa que hay. Ves que allí los niños son felices, tienen un espacio de seguridad donde vuelven a ser niños. La situación es de esperanza dentro de la escuela y de desasosiego fuera”, ya que en los campos “la sensación es de de-sesperanza generalizada, de incertidumbre, de estancamiento, de no saber qué va a pasar”.

En las escuelas los niños tienen cuatro materias principales: Árabe, Inglés, Matemáticas y Ciencias, que son las del currículum libanés. Gracias a la colaboración existente entre JRS y el Ministerio en las escuelas de Beirut los niños reciben también refuerzo educativo. No hay que olvidar que a la difícil situación que viven los alumnos se unen otras como que algunos llegan al colegio de JRS después de haber estado tres años en Siria sin poder ir a la escuela, con el retraso que eso supone. JRS proporciona a sus alumnos una comida al día, los libros y materiales, así como transporte a quienes lo necesitan.

Pero la clave del éxito de las escuelas JRS está en los profesores, con quienes la organización hace un gran trabajo. “Te diría que son el motor de la protección de estos niños. Ellos perciben lo que está pasando, ellos informan de lo que pasa, ellos motivan a sus alumnos, ellos son los que hacen que se sientan seguros”, defiende Romero. La inmensa mayoría de profesores son mujeres y son refugiadas también. Vienen de Siria, donde ejercían la docencia. “Hablar con los profesores es hablar de amor”, cuenta emocionada Romero. “Te dicen que hay que darles amor porque sin amor no vuelven a ser niños de verdad. Es el amor lo que podemos darles porque si nos quieren van a aprender”, me decían.

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