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Cuando los mejores se unen para cambiar la universidad

“Supe aprovechar mi paso por la universidad. Vi cosas que no me gustaron y me gustaría aprovechar mi tiempo libre para aportar mejoras. Quiero devolver algo a la universidad, darle una utilidad a la experiencia que he tenido como estudiante y en investigación durante todos estos años”
Estrella MartínezMiércoles, 16 de mayo de 2018
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El vicerrector de Estudiantes de la Complutense, miembros de varias asociaciones y de La Facultad Invisible.

Quien así habla es Violeta Moreno, arqueóloga doctorada por la Universidad de Sevilla que actualmente está realizando un periodo de investigación en la Universidad La Sapienza de Roma. También es responable de Comunicaciones y Relaciones Institucionales, así como vicepresidenta, de La Facultad Invisible.

La Facultad Invisible nació en otoño de 2014 y ahora está compuesta por 171 miembros –de los cuales el 25% están actualmente fuera de España–. Inicialmente Diego Rubio decidió aglutinar a Premios Nacionales Fin de Carrera para crear una asociación sin ánimo de lucro que, como explicaba Violeta, trabajara por la mejora de la universidad pública española. Han pasado los años y a los premios nacionales se han ido uniendo otros galardonados como premiados extraordinarios de sus promociones. No es obligatorio tener un reconocimiento académico para formar parte de la asociación, aunque la mayoría de sus miembros lo tienen. Lo que sí es obligatorio es dedicar parte de tu tiempo libre a la causa de mejorar la universidad pública española.

Tampoco es requisito imprescindible estar vinculado a la universidad, aunque la mayoría de los miembros lo están de una manera u otra. “Lo que sí es cierto es que buscamos un perfil que esté relacionado con la Educación o que haya hecho cosas en este campo”, explica Nicolás Valiente, responsable del Área de Socios. “Buscamos sinergias. Tenemos miembros que han sido premio nacional y trabajan en la Administración pública o en empresas y eso está muy bien porque nos da otra visión”. Además, “hay premios nacionales de todas las carreras y de casi todas las ciudades, lo que hace que seamos un grupo muy variado”, añade Violeta.

Tanto Nicolás como Violeta fueron premios nacionales. Nicolás está acabando el doctorado en Química en la Universidad de Castilla-La Mancha. Estudió en Albacete Ingeniería Forestal y Química en la Uned. Tener el premio “es una responsabilidad”, defiende Nicolás. “Está genial que cuando vas a solicitar una beca o un contrato en tu currículum ponga que eres premio nacional, pero eso implica también una responsabilidad”. Nicolás, al igual que Violeta, también veía cosas en la universidad que no le gustaban, así que “si tienes un poquito de conciencia social, se trata de poner tu granito de arena para mejorar la situación”. Por eso define a sus compañeros como “gente muy buena que tiene ganas de trabajar y de ponerse a disposición de los demás”.

Tras mucho trabajo e investigación, La Facultad Invisible realizó un decálogo que consideran su guía de actuación. Es ambicioso, reúne lo que consideran son los principales puntos que debería tener la universidad española. Incluye aspectos como la selección y posterior retención con incentivos del personal docente e investigador más cualificado, tanto nacional como extranjero, o el incremento de la partida presupuestaria destinada a Educación para dotar de medios suficientes a una investigación y docencia de calidad, así como para financiar un sistema de becas garante de la igualdad de oportunidades.

Nicolás es consciente de que sus ideas son difíciles de poner en marcha, “sobre todo cuando te mueves en el ámbito de la política universitaria donde no-sotros podemos dar nuestra opinión, pero no tenemos capacidad de cambiar nada”.

Sin embargo, el hecho de que haya tantos premios nacionales en La Facultad Invisible ha ayudado a que se les abran las puertas, a que los escuchen. Así, en estos años de existencia han firmado acuerdos con organismos como la CRUE, con universidades como la Complutense o con colegios mayores. “Cuesta tiempo y trabajo ser creíbles, pero sí hemos tenido ya bastantes contactos”, explica Violeta.

Hace un par de años la facultad saltó a la prensa por un programa de ayuda ciudadana que puso en marcha. Gracias a una colecta en internet consiguieron becar a nueve estudiantes. Fue una acción aislada, no es el objetivo de la facultad. “Sabíamos que era un parche temporal de un curso para estos muchachos”, explica Nicolás. Si no lo hubieran hecho, no habrían podido continuar con sus estudios, “era una manera de denunciar, de que se viera cómo estaba el sistema de becas en España”.

A pesar de lo ambicioso de su decálogo, de la conciencia de la dificultad de conseguir grandes cambios, en La Facultad Invisible también tienen claro que hay cosas que sí pueden hacer. Además de la importancia de que las universidades tengan en cuenta sus propuestas, tienen un programa llamado #askLFI, por el que orientan y resuelven dudas a estudiantes universitarios, y otro de mentoring, con el que hacen un seguimiento personal al estudiante que lo requiera durante un año y lo aconsejan en la toma de decisiones.

Violeta lo tiene claro, reconoce lo que funciona bien en la universidad española, como “la formación en contenidos, la universidad es exigente, cuando salimos fuera nos ven como que tenemos una formación de calidad”, pero “no porque yo haya sacado todo dieces quiere decir que la universidad fuera perfecta y eso es lo que queremos señalar, que siempre hay capacidad de mejora. Queremos ayudar a que todo el mundo pueda llegar a esa excelencia. Todos podemos aportar algo para mejorar”.

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