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El desamparo del profesor

Julio Gallego Codes 22 de enero de 2019
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Hace unos años acudí al Departamento de Filosofía de una de nuestras universidades, solicitando una entrevista, que tendría una finalidad orientativa, con el catedrático de la asignatura. Su secretaria me dio día y hora para tres meses después. Le dije que no me valía y la atenta mujer dijo: “No sé qué le ocurre a este profesor que tantos alumnos solicitan verle”. Tal profesor explicaba Fundamentos de Filosofía y era un excelente profesor. Esa era la razón esencial por la que era tan solicitado.

Sin embargo, hoy muchos profesores de distintos cursos y materias, nos sentimos cohibidos ante la atención personalizada a alumnos y alumnas que solicitan orientación y ayuda, porque una palabra, un gesto, puede ser mal interpretado y terminamos con una acusación probablemente injusta. Es indudable que un ambiente así puede producir pasividad en el profesorado y esa actitud repercutirá negativamente en nuestros alumnos. Pero es que actualmente, ante una opinión pública a veces tan polarizada, nos podemos llegar a encontrar indefensos.

Unos datos actuales eso nos dicen. Fijémonos en algunos: la agencia inglesa CNA informa sobre el juicio contra el cardenal George Pell y dice: “Han condenado a un hombre inocente. Lo peor es que saben que lo han hecho”, dijo a CNA una fuente familiarizada con la evidencia. La opinión resultante es que son algunos medios que ven –injustamente– todo lo que procede de la Iglesia católica como un mal, posiblemente incluidos algunos miembros de la causa, los que han terminado condenándole. Cuestión nada ajena a un cierto ambiente en algunos ámbitos obsesivos contra la Iglesia que viene desarrollándose en los últimos años. Una vez más, parece cumplirse la certera opinión de Séneca: “Nada, pues, hemos de procurar tanto como no seguir, a guisa de carneros, la manada de los que nos preceden, no yendo adonde se debe ir, sino a donde va todo el mundo” .

Hoy muchos profesores de distintos cursos y materias, nos sentimos cohibidos ante la atención personalizada a alumnos y alumnas que solicitan orientación y ayuda

Nos venimos encontrando con acusaciones gravísimas a profesores, pero en los que los testimonios de diversas personas contradicen la versión acusatoria. En un caso concreto, la Congregación de la Doctrina de la Fe, que intervino por una iniciativa de la familia que manifestaba que había sufrido un lamentable atropello, pidió que se “restituya el buen nombre y la fama del profesor acusado”, al no aparecer claramente comprobada aquella acusación.

Sería preciso poner los asuntos con claridad y dignificar nuestra enseñanza y dedicación a los niños y jóvenes. Ya lo reclamaba Séneca: “Pues no solamente sirve a la república aquel que publica los candidatos y defiende a los reos y delibera de la paz y de la guerra, sino también el que exhorta a la juventud y que, en tamaña carestía de buenos preceptores, inculca a las almas la virtud” .

Casualmente ha llegado a mis manos la carta que en el pasado 15 de noviembre, un profesor dirige al periódico “El Correo”, tras haber sido condenado por un delito de abuso sexual continuado. Dice el profesor: “En el juicio escuché a muchas personas a las que no conocía dando por cierta mi culpabilidad, sin presentar ninguna prueba, más allá de la credibilidad que daban al testimonio del chico”.

¿Se puede condenar sin pruebas?
“A mí no se me han juzgado una vez, continúa el profesor, sino decenas de veces dese hace más de seis años, en la opinión pública y sin ningún tipo de garantías”.

Nos venimos encontrando con acusaciones gravísimas a profesores, pero en los que los testimonios de diversas personas contradicen la versión acusatoria

Deberemos darnos cuenta de que, además de la posible participación directa o indirecta en una grave injusticia, se origina la propensión a que, como ya he dicho anteriormente, que muchos profesores no quieran entregarse en la noble y generosa tarea de atender personal e individualmente a alumnos/as ante ciertas dificultades como no avanzar en sus estudios y madurez. Podemos caer en una pasividad nefasta para el alumno/a algo desfavorecido. Es una idea que defendía el filósofo cordobés: “¿Cuál es, pues, el motivo por el que debemos mucho a esos hombres? No porque lo que vendieron tenga más valor del que pagamos, sino porque hicieron algo por nosotros personalmente” .

“Ante unas demandas y denuncias, continúa la carta del profesor, declaro rotundamente que por duras o escalofriantes que parezcan, ¡no son ciertas!”.

Deseo que en un tiempo próximo se esclarezca la verdad, es decir, lo que realmente ocurrió, y los medios públicos participen honestamente en la resolución final que se establezca.

Julio Gallego Codes es licenciado en Filosofía y Letras, orientador educativo y diplomado en Psicopedagogía. También es autor de libros sobre temas educativos.

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