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Deberes, en su justa medida

Jorge BurgueñoMartes, 5 de febrero de 2019
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Si los centros educativos de la Comunidad Valenciana cumplen la nueva Ley autonómica de Derechos y Garantías de la Infancia y la Adolescencia, que entró en vigor en diciembre, sus alumnos apenas tendrán deberes para casa a partir del segundo trimestre de este curso. Según esta norma, los niños entre 6 y 16 años (etapa escolar obligatoria) deben hacer la mayor parte de las actividades escolares en el horario lectivo, por lo que no se deberían llevar tareas a casa.

El texto de la ley dice textualmente que “todos los niños, niñas y adolescentes tienen derecho a que el juego forme parte de su actividad cotidiana como elemento esencial para su desarrollo evolutivo y proceso de socialización”. Aunque no obliga a los centros a eliminar los deberes, sitúa el ocio de los niños por encima de las tareas escolares.

La cuestión sobre los deberes vuelve a colocarse así en primera línea de actualidad. Este tema ha sido en los últimos años ampliamente investigado y debatido por expertos en Educación, tanto para criticar la existencia de las tareas como para defenderla. Así por ejemplo, el filósofo y ensayista José Antonio Marina, concluía en 2015 que, aunque no es trabajo fácil, se debería tender a personalizar la tarea, ya que cada alumno tiene un ritmo de aprendizaje diferente.

En una línea parecida, ese mismo año la ingeniera de Telecomunicaciones Eva Bailén, autora del libro Cómo sobrevivir a los deberes de tu hijo (2016), divulgaba su conocida campaña confrontando las jornadas laborales de varios adultos con las horas de trabajo de un niño de Primaria. Por supuesto, las horas de dedicación exclusiva al trabajo que dedicaban los niños eran muchas más que las de los adultos. Bailén defiende así “racionalizar los deberes de los alumnos españoles y establecer pautas para que las tareas que se manden estén acordes a la edad de los alumnos y se puedan desarrollar en un tiempo razonable”.

También la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), encargada de elaborar uno de los informes más famosos del mundo educativo (el Informe PISA), se ha pronunciado insistiendo en la ineficacia de ampliar las tareas de casa para mejorar los resultados escolares.

Bailén defiende racionalizar los deberes de los alumnos españoles y establecer pautas para que las tareas que se manden estén acordes a la edad de los alumnos y se puedan desarrollar en un tiempo razonable

Aunque no hay respuesta sencilla a este dilema, una postura que se aleje de los extremos (erradicar totalmente las tareas frente a aumentarlas) podría indicar una dirección a seguir. Además, se debe buscar un sentido útil a los deberes: es evidente que tienen que ser elementos eficaces para el proceso de aprendizaje, y no juegos vacíos para que el alumno simplemente pase el rato, ni tampoco procesos repetitivos e incoherentes, en los que incluso se trabajan contenidos que no se han visto en el aula.

Por otro lado, teniendo en cuenta que en nuestra sociedad hay un gran número de familias en las que trabajan fuera de casa tanto el padre como la madre, el que se otorgue mayor importancia al ocio del niño que a las tareas escolares (o domésticas) no puede generar sino intranquilidad. Si el ocio diario de los niños consiste en devorar vídeos de YouTube o jugar al Fortnite, se hace difícil ver cómo va a favorecer eso el proceso de crecimiento integral de la persona. Otra cosa es que en el ámbito familiar se trabajen diferentes tipos de ocio: si se abren distintas opciones y se le da al niño la capacidad de elegir entre diferentes alternativas que le pueda aportar habilidades útiles para su proceso evolutivo, entonces adelante.

Es incuestionable la necesidad de adecuar el tiempo de tareas a la edad del alumno (se cometen auténticas atrocidades con algunos niños de seis años que dedican toda una tarde para los deberes escolares). Pero no es menos cierto que las tareas no solamente trabajan el contenido en sí, sino que son parte de un aprendizaje mayor: la capacidad organizativa y de orden de prioridades. Si un adolescente tiene que dedicar, por ejemplo, una hora de trabajo en casa la gestión de su tiempo para cumplir con lo que se le exige y poder luego realizar otro tipo de actividades es en sí formativa. Se trata de un aprendizaje necesario para el desarrollo de la persona que no puede tener lugar sin los deberes.

A veces, cuando detectamos abusos o excesos, un primer impulso puede llamar a suprimir la fuente del problema, cuando lo más inteligente es (si no es algo malo y su práctica produce beneficios) tratar de ajustarlo. “Es bueno acostumbrarse a la fatiga y a la carrera –decía Cicerón–, pero no hay que forzar la marcha”.

El autor es maestro y autor del blog http://maestrodelsigloxxi.blogspot.com.es

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