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Barra libre en Educación. ¿Aprobado general?

Toni García Arias
Premio Mejor Docente de España 2018
19 de octubre de 2020
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Durante esta última semana, varias personas –tanto a través de las redes sociales como en los medios de comunicación–, me han preguntado mi opinión sobre la propuesta del Ministerio de Educación de que el título de la ESO o Bachillerato no esté supeditado este curso a tener materias suspensas. Esto se ha visto –y se ha vendido– como un aprobado general, algo que no es del todo exacto. Según el Real Decreto, lo que se pretende es que la decisión de titular en ESO o Bachillerato se adopte garantizando la adquisición de los objetivos generales de la etapa de manera que permitan al alumno continuar su itinerario académico y, en consecuencia, que no quede supeditada a la existencia de un determinado número de materias sin superar. Esto, de buenas a primeras puede chirriarnos un poco, porque todos estamos acostumbrados a que pasar de curso dependa del número de asignaturas suspensas según unas notas numéricas (a partir de 5 aprobado, por debajo de 5 suspenso). Sin embargo, el enfoque de nuestro sistema educativo es competencial, lo que hace que la promoción del alumno no dependa de una nota determinada sino de su nivel de competencia. Es cierto que cuesta acostumbrarse a esta interpretación debido a nuestra ancestral costumbre de calificar las asignaturas como “aprobado” o “suspenso”, pero tiene su razón de ser. Esto puede quedar visible en varios ejemplos.

Alumno A: tiene cuatro asignaturas suspensas, todas ellas con una nota superior al 4.5, es un alumno que se esfuerza, que presenta todos los trabajos, que tiene una madurez tardía que en algún momento despuntará. Si observamos su nivel competencial, vemos que las competencias que ha adquirido le permitirán realizar el siguiente curso con ciertas garantías de éxito.

Alumno B: tiene dos asignaturas suspensas, Lengua y Matemáticas, las dos con un 1.5. Su nivel competencial en esas asignaturas troncales es bajísimo, lo cual le impedirá casi con total seguridad realizar el próximo curso con garantías de éxito.

Alumno C: tiene una sola asignatura suspensa, una asignatura que se le ha “atragantado” desde Primaria y que no necesita en la carrera que ha elegido.

Alumno D: aprueba todos los exámenes, sin embargo, no entrega ninguna tarea, no realiza los “deberes”, no trae el material, en clase “pasa de todo”, es conflictivo, interrumpe constantemente, agredió a un docente, insulta a sus compañeros, trapichea con drogas en el centro.

El enfoque de nuestro sistema educativo es competencial, lo que hace que la promoción del alumno no dependa de una nota determinada sino de su nivel de competencia

Ante estos ejemplos reales, cuando el equipo de docentes se reúna, no sería extraño que el alumno A pasase de curso, que el alumno B repitiese y que al alumno C le dieran la titulación de Bachiller. Y, con el sistema actual, al alumno D también se la darían.

En este punto, me gustaría realizar varias matizaciones:

  1. Es verdad que en la escuela se ha ido perdiendo paulatinamente la cultura del esfuerzo, pero esto se debe no tanto a pasar con asignaturas suspensas como a otras dos razones principales:
    1. Una moda metodológica que antepone la diversión al aprendizaje, apoyada por un sector de docentes y también de padres.
    2. La limitación de repeticiones. Por desgracia, no es infrecuente que un alumno le diga a un profesor que le da igual aprobar que suspender porque va a pasar de curso igual al haber repetido una vez. En este sentido, aunque algunos insistan en que la repetición no es una medida válida, habría mucho que matizar: la repetición no es una medida válida si no se adoptan otras medidas de intervención educativa. Si lo único que hacemos es dejar al alumno de nuevo en su curso sin ninguna otra medida (ajuste de contenidos básicos, refuerzo en el aula, grupos de nivel, atención del equipo de orientación o servicios sociales, etc.), obviamente da igual que repita o que no. Lo que no es normal es que haya un alumno en 4º de ESO que no sepa multiplicar y que cometa 15 faltas de ortografía en dos líneas.
  2. La decisión última debe ser tomada por el equipo de docentes. El Estado no puede regalar lo que los docentes consideran que los alumnos no merecen. Eso genera un sentimiento de injusticia tanto en los profesores como en los alumnos, que ven que a otros les regalan lo que a ellos les cuesta tanto.
  3. Cuando se trate de la titulación de ESO o Bachillerato, la decisión del equipo docente debería ser unánime.

La titulación de un alumno tiene una gran trascendencia, no solo para el alumno sino –como ciudadano y futuro profesional– también para el resto de la sociedad. Por ello, a la hora de decidir si un alumno titula o no, debemos tener en cuenta no solo unas notas numéricas –que también– sino el resto de competencias y habilidades que posee ese alumno. Regalarle un aprobado sin merecerlo es absolutamente injusto e injustificable, pero hacerle repetir por la mínima cuando aún le quedan cuatro años de carrera universitaria o de Formación Profesional por delante para demostrar su valía, también puede llegar a serlo. Por eso, la decisión última en algo tan trascendente para una persona como es la continuación en sus estudios no puede adoptarla un Real Decreto, sino los docentes que conocen a esa persona.

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