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Podcast: Fiebre del caucho

El río Amazonas es el más caudaloso del mundo. En su recorrido atraviesa Perú, Colombia y Brasil, para desembocar en el océano Atlántico. Tiene anualmente dos estaciones bien marcadas: una de aguas bajas, donde muchas veces debemos bajarnos de la canoa para empujar y otra de aguas altas, que nos permite navegar tocando las copas de árboles.
Esteban NigroJueves, 29 de julio de 2021
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Una vieja postal de Manaos durante la fiebre del caucho.

Imaginemos por un momento estar navegando el río Amazonas, escuchando toda esa naturaleza exuberante a nuestro alrededor. De pronto, después de una gran curva del río llegamos a la mayor ciudad sobre su curso: Manaos. Desembarcamos, y al caminar por sus calles coloniales, cuál es nuestra sorpresa al descubrir allí uno de los 15 teatros más lujosos del mundo. Un vendedor ambulante nos cuenta que fue inaugurado en 1895, posee mobiliario de París, escaleras de mármol de Carrara y 32 lámparas de cristal de Murano. ¿Cómo puede ser posible? También nos cuenta que en el año 1900 esta ciudad ya contaba con 15 kilómetros de tranvía eléctrico, cuando en Nueva York aún había tirados por caballos. Según relatos de la época: “Los magnates prendían sus habanos con billetes de cien dólares y sus esposas, enviaban sus ropas a Portugal para ser lavadas”.

Tras el descubrimiento de América, la Amazonía se mantuvo en estado de aislamiento durante los primeros cuatro siglos. La razón era simple: no poseía riqueza mineral alguna. Apeeeeeenas había una extracción de látex que provenía de hacer una incisión en la corteza de un árbol, conocido como árbol del caucho. Las civilizaciones mesoamericanas desde épocas inmemorables, conocían que ese látex cuando se deja expuesto al aire forma un caucho natural y lo utilizaban para crear lazos y atar así sus herramientas. También le daban impermeabilidad a sus telas, e incluso hacían un tipo de calzado de goma sumergiendo sus pies en una mezcla de caucho. Pero ese caucho no duraba mucho ya que con el tiempo se resecaba volviéndose inservible.

Tras el descubrimiento de América, la Amazonía se mantuvo en estado de aislamiento durante los primeros cuatro siglos. La razón era simple: no poseía riqueza mineral alguna

Pero en 1839, por accidente, un tal Goodyear (que tal vez nos suene) descubrió que si mezclaba látex con azufre y lo calentaba, creaba un caucho ahora mucho más resistente. Goodyear llamó a esto: vulcanización. Y a partir de ahí todos, todos los ojos se dirigieron al Amazonas. Siendo el único lugar en el mundo donde había árboles de caucho, cualquiera quería hacer negocios allí. Y vaya que fue redituable. Esencial para la industrialización, el caucho era tan importante para la economía por entonces como lo es el petróleo en el presente. Todo comenzó a construirse a partir de este material: cables de telégrafo, mangueras, juntas y con la invención del automóvil, cubiertas.

Viendo en retrospectiva, ahora entendemos, por qué nos encontramos perdido en la selva un teatro de ópera con tanto lujo. Pero aquella vida de zozobra terminó cuando en secreto, el británico Henry Wickham se robó lo más preciado del Amazonas. Juntó 70 mil semillas del árbol de caucho y haciéndolas pasar por «especímenes botánicos extremadamente delicados», transportó sigilosamente la preciada carga hasta Inglaterra. El destino de la industria del caucho amazónico estaba sellado.

Sorpresivamente en 1913, un caucho proveniente de Ceilán (por entonces colonia británica), inundó el mercado.

* Esteban Nigro (esteban.nigro@gmail.com) es geólogo de profesión y apasionado por descubrir historias del mundo investigando mapas y fotos antiguas, libros y artículos periodísticos. Después de todo, uno sólo ve lo que conoce.

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