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¿Enseñar a rezar?

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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¿Es bueno que los niños
recen? ¿Es bueno enseñarles
a hacerlo? La respuesta
varía según los
tiempos, según las culturas.

Autor: RAFAEL GÓMEZ PÉREZ

En Occidente, hasta bien entrado el siglo XX, la pregunta no tenía sentido: enseñar a rezar era algo tan espontáneo como enseñar a andar o a leer. Después vinieron ideas y modas defendiendo que lo mejor era no enseñar nada de rezos ni de religión. Cuando la criatura creciera, que hiciera lo que le diera la gana. O, dicho en forma, que «tomara su propia opción».
Si salimos de Occidente, datos, no opiniones: a los niños musulmanes, hinduistas, budistas, etc. se les enseñña a rezar. Esto supone más del 80% de la humanidad. Rezar es una de las actividades más extendidas y universales.

 UN CASO DE AHORA

No hace mucho tuve conocimiento de un caso. El matrimonio de Pedro y Luisa cuenta sólo con un hijo, David. El padre siente, no odio, sino una alergia hacia todo lo religioso, cuya raíz habría que buscar en temores infantiles no resueltos. Sin violencia, pero por el procedimiento de no hacer, no ha bautizado a David. Pero, a la hora de escoger colegio, se decide por uno en el que, entre muchas ventajas, tiene el inconveniente de que es probable que enseñen al niño a rezar… ¡Pero está tan cerca de casa!
Un día, Pedro sorprende a David preguntándole a su madre:
-¿Y se juntan las manos así? ¿Así puedo rezar?
Esta vez Pedro estalla:
-¡Deja de decirle al niño esas idioteces! ¡Que haga lo que quiera cuando sea mayor!

 RESPUESTAS

1. Enseñar a rezar es una imposición. ¿Y prohibir aprender a rezar, qué sería? Con una diferencia: prohibir está en contra de toda la tradición de la humanidad, de la conducta mayoritaria, también hoy y, en España, de la cultura real de la mayoría de la gente.

2. No sirve de nada. La oración no es una realidad mágica, sino religiosa. No se trata de conseguir cosas, sino de hablar con Dios. Quien reza no lo hace para desear mal, sino bien, para amar, perdonar, dar gracias.

3. Ya elegirá. En las sociedades occidentales no hay presión social a favor de la religión. Más bien lo contrario. Siempre se podrá elegir. Parece más razonable que desde niño se tenga esa dimensión de la oración, de la que siempre podrá prescindir. Además, si se siguiera ese procedimiento en todo, al niño no se le enseñaría casi nada: ya elegirá cuando sea mayor. Al niño, a la niña hay que darle lo mejor. No parece que sea algo malo si suena como «Padre nuestro… perdona nuestras ofensas… líbranos del mal…»

4. Es achicar al hombre. Haría al ser humano limitado, no confiando en sus propias fuerzas. Se trata de una simplificación. Un proverbio ruso dice: «Reza, pero sigue remando hasta la orilla». O lo nuestro. «A Dios rogando y con el mazo dando» o «Ayúdate, que Dios te ayuda».

 VERDADES PROFUNDAS

Al enseñar a rezar, si así se quiere, hay que enseñar verdades sólidas, no fantasías. Cosas esenciales, como que Dios es el Padre común y, por tanto, todos los seres humanos son hermanos y nadie hay más que nadie.
Que ese Padre acoge y perdona y así ha de comportarse también la persona humana. Que no es propio de la religión obligar a la religión. Que la libertad de la conciencia es algo sagrado, que Dios mismo respeta… Decía San Agustín, con profundidad que hoy se echa de menos, que «la oración es el encuentro de la sed de Dios y la sed del hombre».

PALABRAS ADECUADAS

Enseñar estas cosas, a cada edad con las palabras adecuadas, no sólo no hará daño a nadie, sino que pondrá en el alma un lecho de libertad y de comprensión. Algo que, siempre, pero quizá hoy más que nunca, hace mucha falta. Realidades de fondo, como en estas palabras de la Madre Teresa de Calcuta, poco sospechosa de no haber hecho nada por nadie: «El fruto del silencio es la oración. El fruto de la oración es la fe. El fruto de la fe es el amor. El fruto del amor es el servicio. El fruto del servicio es la paz»

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