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La adolescencia, su sociedad entorno, su pasado y futuro

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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Quienes siguen esta columna saben de mi interés por el mundo propio de los adolescentes, que veo, en gran medida, como construido por ellos mismos, según sus intereses e inclinaciones inmediatas, a partir de elementos producidos por los adultos pero con escasa guía de éstos. Siguiendo a Judith Rich Harris, pienso que el grupo de adolescentes es, al menos hoy, la principal agencia de socialización de nuestros jóvenes.

Autor: Juan Carlos Rodríguez. Sociólogo, Investigador de Analistas Socio-Políticos (ASP)

Hoy quiero referirme a las posibles consecuencias de la falta de orientación adulta, trayendo a colación dos lecturas recientes. Una es del economista estadounidense Steven Horwitz, quien en su artículo “¿Es la familia un orden espontáneo?” observa un desarrollo paradójico en las familias actuales. La rápida expansión de los órdenes de libertad, los propios de la Gran Sociedad a que aspiran los liberales, está alcanzando el interior de las familias. En éstas priman cada vez menos los objetivos comunes y más los fines de cada miembro, también de los hijos. Siendo así, si la autoridad paterna tiene cada vez menos contenidos, y es menos capaz de ejercerse sobre los hijos, a la familia le será cada vez más difícil inculcar en los hijos los valores necesarios para operar efectivamente en esa Gran Sociedad, la cual necesita, precisamente de personas así socializadas para mantenerse y prosperar. De ahí la paradoja, que la falta de autoridad y jerarquía dentro de las familias pueda menoscabar el funcionamiento de las sociedades libres.

La otra lectura es de la autora sueca I. Enkvist, más conocida en estas páginas, quien se lamenta en La educación en peligro de la pérdida de una enseñanza sólidamente asentada sobre un currículo estructurado sobre conocimientos acumulables, comprobados mediante las oportunas pruebas. Estos conocimientos, como diría E. D. Hirsch, son absolutamente necesarios para que un adulto sepa bandearse bien como ciudadano de una democracia y como consumidor y productor en un mercado libre. En su defecto, una enseñanza basada en una pedagogía cada vez más centrada en los intereses inmediatos de niños y adolescentes, en lugar de ampliar sus miras hacia la sociedad circundante en su dimensión más amplia, no sólo la local, y hacia su historia, de nuevo, no sólo la local, así como hacia el futuro familiar o profesional de los jóvenes, les enseña a adaptarse, extrañamente, a lo que ellos piensan y sienten. Es decir, facilita, aún más, la conformación propia de su mundo. La enseñanza se convierte en un ejercicio de egoísmo o narcisismo.

Es decir, según estos autores, familia y escuela se deslizan por la arriesgada pendiente del no proporcionar las adecuadas referencias y guías sobre su entorno, su pasado y su futuro, a los adultos del mañana. Quizá ya estamos observando las consecuencias de este suave, e indoloro, deslizamiento.

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