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"La escuela tiene que preparar ciudadanos"

padresycolegios.comSábado, 1 de enero de 2022
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La música de Bach, un retrato original de Santa Teresa de Jesús o un manuscrito de Cervantes bien podrían transportar al más común de los mortales al siglo XVII. Y es lo que sucede al entrar en el despacho de Víctor García de la Concha, profesor, un asturiano que decidió tirar por el Esla hacia el sur para llegar a convertirse en salmantino.

Mejor dicho: salmanticense. De hecho, charlar con él, como queda reflejado en esta entrevista –recogida también en la colección Castellanos y leoneses: por derecho, de El Mundo– puede transportarle a uno a la misma plaza de San Cristóbal. En la mirada del viejo profesor se intuye un viso de nostalgia, una añoranza de pupitre y monotonía de lluvia tras los cristales. Los días felices: “Era catedrático en la Universidad de Zaragoza y me encontraba muy a gusto. Había empezado a formar uno de los mejores departamentos de Literatura Española de España”.

P. ¿Y cómo llegó a Salamanca?
R. Un día recibí la llamada de Fernando Lázaro Carreter, que ya era amigo mío. Me dijo: “Tienes que ir a Salamanca, olvídate de ir a Madrid. Se ha jubilado César Real de la Riva y allí hay una magnífica biblioteca, una tradición estupenda…”.

P. Está claro que le convenció.

R. Tanto que al final acabé en Salamanca. Llevo treinta años en su Universidad y ahora soy emérito. Fui a Salamanca con el propósito de quedarme allí de por vida. Y así está siendo.

P. ¿Ya pensaba en la Academia?
R. Entonces no pensaba, ni se me ocurría pensar, en ella. Lo que quería era estar en una capital de provincias, en una Universidad como la de Salamanca…

P. Lo que siempre le ha gustado ha sido la enseñanza.

R. Es que no he sabido ser otra cosa que profesor, porque me gusta mucho dar clase. De hecho, he seguido dando clase, aún después de ser elegido académico. E incluso después de ser elegido secretario de la Academia.

P. Querencia por las aulas…
R. Efectivamente. Cuando fui elegido director de la Academia, hice un arreglo con el departamento para que pusiera las clases reunidas por horarios y continuar impartiendo clase. Eso sí, a los alumnos de los primeros cursos.

P. Un profesor que era director de la RAE, nada menos…
R. A mí me parecía hasta hermoso que los alumnos que llegaban tuvieran como profesor al director de la Academia.  
Las monturas de las gafas de Víctor García de la Concha descansan sobre una vena azulada que atraviesa su nariz. El viejo profesor regresa a sus preocupaciones, las mismas que, por lo demás, ha tenido siempre:
“Los alumnos llegan peor preparados que nunca. Es un hecho real, que deriva de una cosa muy sencilla: los planes de estudio del Bachillerato han reducido el papel de las Humanidades”.

P. Las cosas han cambiado…
R. Esto también me lo comentan colegas: en carreras que son vocacionales, la gente llega con lo mínimo, de tal forma que los profesores de la universidad tienen que hacer una especie de cursillo para explicar los rudimentos y poder comenzar a explicar universitariamente lo que son la lengua y la literatura latina.

P. ¿Hay responsabilidad política?
R. Sin duda, debido al caos de cada gobierno que ha llegado y se ha sentido en la obligación de modificar los planes de enseñanza. No ha habido un pacto de Estado en el que la educación fuera discutida por todos.

P. Ese problema también afecta al castellano.

R. Deriva de esa misma raíz. Al hablar de esto siempre aprovecho para recordar a mi maestro de escuela. Se llamaba Luis Cortés y era un hombre con un gran gusto literario.

P. Le enseñó a amar la lectura…
R. Efectivamente. Mi primer día de clase, tendría siete u ocho años, había dibujado con pinturas de colores a don Quijote y Sancho Panza. Todos los días nos leía un trozo de “El Quijote” y teníamos que resumirlo. También debíamos aprender poesías. Para mí eso fue impagable.

P. Ahora “El Quijote” lo vemos en internet.

R. Vivimos en una sociedad predominantemente audiovisual. Por lo tanto, hoy los chicos, ven, ven y ven, pero ya no hablan. Y no digamos leer. El enriquecimiento del vocabulario, del léxico, viene dado por el ejercicio de la lectura reflexiva, de una lectura, como diría Kafka, delicada, en la que los dedos hablen…

P. Se han terminado las adaptaciones de grandes libros…
R. No, verá… Ahora en los quioscos se está vendiendo la Biblioteca Clásica de Gredos y hay ediciones en fascículos, a buenos precios. El problema está en la enseñanza, que no fomenta el ejercicio de la lectura.

P. ¿Y cómo se crean lectores?
R. Hay que aficionarse a la lectura desde niño, leyendo lo que sea. Si es Harry Potter, pues Harry Potter.

P. ¿Qué leyeron sus hijas?
R. “Los Cinco” o “Celia”. Es importante que los niños se aficionen a leer con algo adecuado a ellos. No es normal que un niño lea “La vida es sueño”.

P. ¿El problema es hacer accesible la cultura?
R. El problema no es ya que una persona tenga mayor o menor cultura literaria, sino que tenga una cultura humanística. Eso es lo que forma a un ciudadano excepcional. No estamos hablando de cultura libresca, sino de ciudadanía.

P. Y eso se forma en la escuela. Volvemos al principio…
R. La escuela tiene que preparar ciudadanos. Esto no hace falta inventarlo, pues ya lo inventaron en el siglo XV. Para formar los nuevos estados sabían que la manera de educar era instruir a los alumnos humanísticamente.

Fellini, Santa Teresa, Pérez de Ayala… Los nombres flanquean el escritorio de Víctor García de la Concha y sobrevuelan la conversación, que, inevitablemente, deriva hacia el castellano y sus usos. Así que tomen nota: como decía André Glucksmann, “no hay palabra más seria que palabra de maestro

P. ¿Cuál es el reto del español?
R. El español es la segunda lengua de comunicación internacional occidental. Debemos mantener e impulsar un gran número de hablantes, una gran unidad, una presencia fuerte en el ciberespacio y un reconocimiento diplomático, en el amplio sentido de la palabra. Así podremos asegurar la presencia y la fortaleza del español.

P. ¿Descansa en algún momento de su cargo? ¿Se cabrea cuando lee o escucha incorrecciones?
R. Me cabreo, y bastante. No me puedo liberar fácilmente de esto porque tengo un gravísimo problema, que es la diferencia horaria. Cuando yo salgo de aquí, empieza el día en Hispanoamérica…

P. Por ejemplo, en su ocio, ¿ve el cine en versión original o doblado?
R. No me importa ver las películas dobladas, no.

P. Aunque intuyo que si se tiene que quedar con algo de cine, es cine español…
R. Me apasiona Rafael Azcona. Todo lo que hizo es ejemplar.

P. ¿Y la música, también en español?
R. Lo siento. Aquí gana Bach.

P. Una última cuestión: un libro.

R. No se puede evitar acudir al tópico que, por otra parte es lógico: en ‘El Quijote’ empieza y termina todo.

Una aclaración: podríamos decir que, cuando estamos en España, hay que hablar de castellano y que, cuando salimos, tenemos que hacerlo del español. Es una distinción que parece gratuita pero que, si reflexionan  sobre ella, se antoja bastante preci
sa. Y en la precisión reside buena parte el trabajo de este profesor que ha estudiado a Garcilaso de la Vega, a Fray Luis de León o a las vanguardias españolas. Lo viejo y lo nuevo. Y así debe de ser. Como saben los académicos más recientes: “Son los más fieles a la tradición académica. Jueves tras jueves, Pérez Reverte me increpa, dice que somos unos laxos… Y Javier Marías también está en esa línea de fidelidad a no rebajar, a tratar de elevar. A igualar por la altura y no por la base.”

En el edificio de la calle Felipe IV la modernidad y la tradición se abrazan. Ahí está, como ejemplo, Víctor García de la Concha, un hombre que combina el “Aire de su vuelo”, un bello volumen de estudios sobre la libertad de espíritu en el siglo XVI, con el impulso del diccionario on line y sus setecientas mil visitas diarias. Pero no debe sorprendernos. No importa el medio sino su uso. Y eso él lo ha asumido a la hora de dirigir una Academia que ya está en el siglo XXI.

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