Cinco nuevos retos que deben afrontar los estudiantes de hoy
¿Qué talentos o aptitudes deben fomentar las escuelas hoy en día entre sus alumnos para ser ciudadanos y profesionales adaptados al mañana? La complejidad que entraña la vida moderna, marcada por la incertidumbre y las nuevas tecnologías, impone necesidades que distan mucho de cuando íbamos a la escuela; y, en cambio, otras que podíamos creer en desuso, como la virtud, están de vuelta. ¿Qué capacidades deben promover los centros educativos hoy? Con motivo del Día Internacional de los Estudiantes, que se celebra cada 17 de noviembre, Montse Julià, pedagoga y directora del Colegio Montessori Palau Girona, señala cinco nuevos retos de aprendizaje a los que se enfrentan los estudiantes de hoy.
Los estudiantes deben estar preparados para desarrollarse por sí mismos, más allá de los contenidos y destrezas; favorecer el pensamiento crítico, repensar los contenidos, reaprender y saber elegir distinguiendo entre fuentes informativas creíbles y las poco fiables; entre hechos reales y ficción. Para ello, Montse Julià destaca la importancia de aprender a pensar por uno mismo entre los 6 a los 12 años, pues “los grandes poderes para el desarrollo en esta etapa son el razonamiento y la imaginación; a partir de los 12 años, el reto principal es la creación de la persona social y, con ello, la aplicación de la capacidad de elección tiene un papel crucial en las decisiones de la propia vida”. Además, “el alumno que durante su experiencia educativa ha practicado con materiales de desarrollo con control de error, desarrolla la capacidad de reflexionar y perfeccionar sus aprendizajes”.
Así, la autonomía para elegir entre opciones conocidas resulta determinante en el aprendizaje y metodologías como el sistema Montessori que ofrecen “experiencias de interacción con un entorno preparado para que el estudiante elija y descubra, guíe su aprendizaje y profundice en los campos del conocimiento de su interés. El resultado es un alumno capaz de resolver problemas, crítico y autocrítico”, explica la experta.
Saberse la lección ya no es determinante. En el contexto actual el cómo y el por qué se imponen al qué; los fundamentos conceptuales y estructurales, a los conocimientos desde la superficie; y la necesidad de conocimientos metodológicos y creencias epistemológicas van en aumento. Y es que, según Julià, “las nuevas tendencias y leyes educativas, que en su espíritu perseguían objetivos muy nobles, han provocado la aparición y desaparición constante de asignaturas alejadas de las disciplinas clásicas de conocimiento, en lugar revisar las metodologías empleadas para que los aprendizajes de las mismas incluyan la autonomía, la aplicación del conocimiento en situaciones reales, emprendimiento, iniciativa, resolución de problemas, creatividad, etc.”.
Los nuevos estudiantes deben ser conscientes de su individualidad y recurrir a su creatividad para construir nuevas relaciones y adaptarlas a las necesidades de cada momento. La creatividad seguirá siendo una herramienta clave para hallar soluciones, anticiparse y considerar las consecuencias futuras, evaluar riesgos y recompensas. Para ello, Julià concede especial importancia a la etapa de Infantil, “primordial el desarrollo del yo; por ello, muchos de los materiales de desarrollo Montessori se realizan individualmente, para descubrir sus propias habilidades y autoconstruirse a través de la interacción. La experiencia con el resto de los compañeros debe ir creciendo de manera espontánea, a medida que los alumnos van madurando su individualidad».
El cambio constante de los entornos demanda personas flexibles, capaces de aprender, desaprender y reaprender; de adaptarse y manejar la incertidumbre. La escuela se erige, hoy, como el campamento base donde ayudar a los estudiantes a desarrollar sus propias técnicas de aprendizaje afectivas y habilitades metacognitivas, como la autoadaptación, la autorregulación o la autoconciencia. El espacio donde lidiar con la novedad, el cambio y la diversidad, lo que requiere de alumnos con mayor sentido de la responsabilidad, madurez moral e intelectual para autoreflexionar, valorar situaciones y saber respetar la ambigüedad y diferencia de ideas. De ahí la importancia que, “desde la etapa Infantil, las escuelas proporcionen a los estudiantes materiales de desarrollo para explorar, investigar el orden y patrones que esconde el mundo que les rodea, manipular, moverse, repetir las actividades, comunicarse, relacionarse y poder autoconstruirse a partir de todas estas tendencias humanas”, apunta Julià.
Por ello, según la pedagoga: “El adolescente, con estas herramientas y natural interés por participar en la mejora de la sociedad, está preparado para realizar actividades más profesionales, investigaciones científicas, cuidado del ambiente y de la propia persona, de los demás y del entorno. Si los centros educativos enfocan la educación de los adolescentes en esta línea, los jóvenes se convertirán en seres autoadaptables y comprometidos con su desarrollo continuo a nivel moral e intelectual”.
Empatía, adaptabilidad, respeto, amor, verdad, confianza y virtud son claves para aprender a convivir de manera sostenible. La transmisión de valores y la comprensión profunda de las diferentes culturas y tradiciones durante toda la etapa educativa son claves para entrenar las habilidades cognitivas de los jóvenes; cooperar de forma más integrada, explorar interconexiones y forjar el sentimiento de ciudadanía. Sin embargo, “dado que los valores, más que aprenderse de manera consciente, se van integrando de manera inconsciente a partir de las experiencias del día a día y de la convivencia con las personas cercanas, el rol de los educadores, padres y madres e incluso de toda la sociedad adulta, recobra fuerza puesto que los modelos que ofrecen impactan de manera directa en este proceso”, concluye Montse Julià.