Enseñar a aburrirse

Jesús Asensi
Profesor de Religión
14 de noviembre de 2025
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Algunos maestros, para captar la atención de sus alumnos y así poder avanzar algo en el temario previsto, han de convertir sus clases en una actuación circense de puro entretenimiento. Y así pasan de una actividad a otra, de un recurso a otro, con la clara pretensión de que sus alumnos no se aburran ni un solo segundo y adquieran alguna destreza instrumental o actitudinal. Lo de aprender algún contenido conceptual quedará en un segundo plano y sólo para aquellos que muestren cierta inquietud por la materia supuestamente impartida.

La necesidad de entretenimiento constante y al instante, que siente pavor por el silencio o la reflexión, se transforma muchas veces en una dependencia enfermiza a la hora de utilizar los dispositivos móviles en todo momento y lugar: caminando por la calle, durante las clases o en plena jornada laboral, conduciendo el coche o yendo en bicicleta…

Por eso urge que los maestros cambien el chip, dejen a un lado las soflamas de la nueva pedagogía e impartan una nueva materia a los adultos del mañana: el aburrimiento. Es una asignatura pendiente que, si se imparte con seriedad, salvará muchas vidas, algunas de ellas de forma explícita. Además, permitirá que muchas personas sean atendidas como es debido, con la dignidad que merecen, pues más de uno al sentirse aburrido empezará a mirar a su alrededor y no sólo a su teléfono móvil.

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