Niños emprendedores

En una sociedad que cambia a un ritmo vertiginoso, donde la inteligencia artificial, la automatización y la incertidumbre redefinen el concepto de trabajo, educar a los niños para adaptarse, crear y resolver problemas se ha vuelto una necesidad.
Abigail Kay
Head of Infants, The English Montessori School
6 de noviembre de 2025
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Más allá del conocimiento técnico o académico, el mundo actual demanda mentes flexibles, curiosas y capaces de innovar. La educación tradicional, centrada muchas veces en la memorización y la obediencia, deja poco espacio para la iniciativa y la innovación. Sin embargo, el método Montessori ofrece una alternativa que, desde los primeros años, cultiva estas cualidades.

Fomentar el espíritu emprendedor desde la niñez no se trata de enseñar finanzas o marketing, sino de desarrollar una mentalidad proactiva y resiliente. Creada por María Montessori, esta metodología parte de una premisa poderosa: los niños aprenden mejor cuando son protagonistas de su propio proceso de aprendizaje.

En lugar de imponerles contenidos cerrados, se les ofrece un entorno preparado, lleno de materiales que invitan a la exploración, la experimentación y la toma de decisiones. Así, desde los tres o cuatro años, los pequeños aprenden no solo a resolver problemas, sino también a buscarlos, analizarlos y proponer soluciones por sí mismos.

Cuando un niño se enfrenta a un problema, el adulto no resuelve el problema por él. En cambio, lo acompaña para que piense qué hacer. Las actividades y juegos Montessori están diseñados precisamente para cultivar esa independencia. Este entorno cuidadosamente estructurado favorece la autonomía, la autodisciplina y el pensamiento crítico: tres pilares fundamentales del espíritu emprendedor.

Desde los bloques de construcción hasta los ejercicios de vida práctica como atarse los zapatos, preparar una merienda o cuidar una planta, los niños aprenden a actuar con independencia y a asumir las consecuencias de sus decisiones. Cuando se enfrentan a un desafío, no esperan que un adulto les diga qué hacer; piensan, prueban, se equivocan y vuelven a intentar. En otras palabras, el método Montessori no solo forma estudiantes competentes, sino personas capaces de innovar y adaptarse a cualquier entorno.

María Montessori sostenía que la educación debía preparar al niño “para la vida, no solo para la escuela”. En este sentido, el hogar también puede convertirse en un espacio Montessori. Permitir que los niños participen en decisiones cotidianas como qué ropa ponerse, cómo ordenar su habitación o cómo organizar su tiempo de juego, les ayuda a sentirse capaces y responsables.

Proyectos familiares como cocinar juntos, cuidar un huerto o planificar un viaje son oportunidades perfectas para estimular la autonomía y la resolución de problemas. Los padres, al igual que los guías Montessori, deben acompañar sin controlar, guiar sin imponer. La confianza y el respeto son el terreno donde florece el pensamiento emprendedor.

En definitiva, el método Montessori nos recuerda que el emprendimiento no comienza en la universidad ni en el mercado laboral: empieza en la infancia, cuando un niño siente la confianza de poder cambiar su entorno con sus propias manos. Cuando crece en un ambiente donde se valora su curiosidad, su iniciativa y su capacidad de decidir, está construyendo las bases de un futuro creativo y libre.

El método Montessori no enseña a los niños a seguir instrucciones, sino a pensar por sí mismos y actuar con propósito. Y es precisamente esa combinación la que define al emprendedor del mañana. Porque cuando los niños aprenden a confiar en su propio poder de crear y resolver, ya están emprendiendo su propio camino hacia el futuro.

Abigail Kay, Head of Infants y Deputy Head of School en The English Montessori School (TEMS)

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